Por
mucho tiempo no supe amar. Al crecer podés amar a tu familia o a tus
amigos más cercanos, sí, pero quizá sin saberlo realmente, sin
reconocerlo o entenderlo, sino simplemente por el hecho de que son
las personas que forman tu mundo, tu vida y te acompañan.
Creo
que muchas personas pueden hablar de haber tenido un primer verdadero
amor entre los 13 y los 20 años. Así y todo sigue siendo difícil,
teniendo en cuenta que con tantos cambios, en ese tiempo uno no
termina de conocerse a sí mismo. ¿Cómo amar a alguien más sin
tener definida tu propia forma de relacionarte o mostrarte? No es
necesariamente una cuestión de hipocresía, sino de cautela, o
cierto temor, al menos en mi caso. Lo confieso ahora, sin recordar
habérselo dicho a nadie antes. No hace tanto que empecé a mostrarme
tal cual soy. Antes mostraba sólo partes o piezas de mi persona,
según el entorno en el que me moviera. Sin embargo, entre todas las
personas que me conocen, no son tantas las que realmente me han visto
hasta el fondo de mi alma. Nunca, jamás, mentí o dije una cosa por
otra, pero casi siempre oculté lo más profundo de mi ser, por no
sentir verguenza, por miedo a gastadas o a que me rompan. Lo curioso
es que de todas formas me rompieron. Más de una vez.
Sé
que puede parecer raro que sin haber estado de novio antes, haya
creído con plena certeza que la chica que amaba, sin poder estar con
ella, era la persona con la que podría pasar el resto de mi vida. No
era un tema de no saber las dificultades que hay que enfrentar y
sortear en un noviazgo (en parte sí), porque tengo personas muy
cercanas que me han confiado mucho, y por otra parte soy también
bastante observador. A pesar de haber estado enamorado en más de una
ocasión (tres, para ser honesto), recién a los 19 años tuve el
coraje de jugármela en serio. En este mismo instante pienso que
puede haber sido por no terminar de conocerme antes.
Siendo
sincero, esa chica se quedó para siempre con un pedazo de mi
corazón. Tuvo la capacidad de cautivarme por completo, porque me
decía que amaba de mí todas las cosas que yo siempre había deseado
que alguien tuviera en cuenta, sin haberme animado a mostrarlas. Como
si fuera poco, en ese momento ella era todo lo que yo había soñado
en una chica con la que quería pasar el resto de mi vida. Sí, todo.
Salvo por un detalle. A pesar de haberme confesado que me amaba,
seguía de novia. Eso no fue un impedimento para seguir alimentando
mis esperanzas de, algún día, poder estar con ella. Hasta que mucho
tiempo después (casi dos años, creo), terminó de romperme por
completo. Mirando ahora hacia atrás, cualquiera en mi lugar podría
decir que fue cruel. Si alguna vez ella lee esto, pido disculpas. Sé
que nunca tuvo mala intención y que yo alimenté mi propia ilusión
aferrándome a detalles. Sigo convencido de que los detalles importan
muchísimo. Ahora sé que no son todo.
A
lo mejor no hubiese significado tanto si no hubiese sido por el hecho
de que se había convertido en uno de mis pilares cuando todo lo
demás en mi vida se caía a pedazos. Y así, terminé cerrando
nuevamente mi corazón, o lo que quedaba. ¿Cómo abrirme a alguien
más después de eso? Caí en un pozo del que no podía salir. Hasta
que me cansé de mí mismo. O mejor dicho, de lo apagado que me
sentía. Decidí cambiar de actitud y darme permiso de mostrarme un
poco más. Por supuesto, no me salió muy bien. Hay heridas que
tardan tiempo en sanar, y precauciones que cuesta dejar de lado, en
base a experiencias que no fueron las mejores.
Debo
reconocer que no siento ni una pizca de rencor ni nada por el estilo.
Cada vez que confesé mi amor fue en serio y, con cosas buenas, cosas
malas (sobre todo malas mías), aprendí y crecí a pasos
agigantados. Cuando amo, amo para toda la vida. Tardé un tiempo en
entender que ese amor que permanece puede tomar otro tinte y no tiene
que ser necesariamente el que alguna vez había soñado. “Cansado
de mí mismo, me busco en alguien más”, llegué a escribir un día,
no hace tanto. Y tuve que reencontrarme para poder ponerme de pie.
Antes de poder encontrar a alguien a quien le gustaran de mí las
cosas que yo quería que a alguien le gustaran de mí, tenía que
volver a identificarlas yo mismo, porque las había perdido de vista.
Existe
una gran posibilidad de que aún mire para otro lado con algunas.
Existe una gran posibilidad de que sean justamente las que más
expuesto, vulnerable y, al mismo tiempo, contenido, me hicieron
sentir. Sigo con algo de miedo. Ok, con mucho miedo. Cuando me la
jugué soñando para toda la vida dolió muchísimo, al punto que no
termino de recuperarme.
Y
hace (ya más de) diez meses, sin esperarte, apareciste vos, con toda
tu perfecta imperfección. Con tantas cosas que me encantan y tantas
cosas que me encanta que te encanten de mí. Las miradas para mí
siempre fueron fundamentales y hasta primordiales. A vos te costó
muchísimo poder mirarme a los ojos. Creo que tiene que ver con tus
propios miedos y desilusiones (sin connotación negativa), tu
experiencia. Creo que empezar a conocerme también te dio algo de
miedo. Y ahora, cuando nos miramos fijo a los ojos, de cerca, no
termino de entender todo lo que veo y siento. Todo lo que soy, con
vos.
Con
vos puedo mostrarme tal cual soy, aunque todavía no sepa cómo
mostrarte todo de mí. Querías una carta a corazón abierto y acá
está. No sos todo lo que soñé. Sos mucho más. Y, estando aún en
el proceso de re-descubrir-me, empezar a verte como una compañera
para toda la vida me da miedo, sí.
En
medio de una tormenta, tomé una decisión. Hay cosas que no te
gustan de mí. Hay cosas que no me gustan de vos. Fundamentalmente,
no me gusta que nos hagamos mal. Hace poco te dije que no deseaba
haberte conocido antes porque creía que nos habíamos encontrado en
el momento justo. Estos días pensé que aunque nos hayamos conocido
en el momento justo, puede que no sea todavía el tiempo para estar
juntos.
Te
dije de entrada que me encantaría prometerte que nunca te iba a
lastimar, pero que no hago promesas que no cumplo y que lo cierto es
que me voy a equivocar muchísimas veces. Que lo que sí te podía
prometer era intentar hacer lo mejor posible y dar todo de mí para,
no hacerte feliz, sino acompañarte en tu felicidad y poner mi
granito de arena. Hacerte llorar me lleva a pensar que no estoy listo
para intentarlo como corresponde. Que no te lo merecés, o que yo no
te merezco.
Vos,
en cambio, me acompañás y acrecentás mi felicidad
indescriptiblemente. Cada sonrisa, cada abrazo, cada caricia, cada
chiste, cada comida, cada mate, cada suspiro, cada mensaje, cada
ocurrencia, cada confesión, cada mirada, dormir y despertarme a tu
lado, cada película, cada paseo y cada aventura relacionada con el
agua, me dan la certeza de que no sos un granito de arena en mi vida.
Sos mi mar. Y tomé la decisión de adentrarme más. Hoy y para toda
la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario