domingo, 5 de abril de 2015

Mimar


Por mucho tiempo no supe amar. Al crecer podés amar a tu familia o a tus amigos más cercanos, sí, pero quizá sin saberlo realmente, sin reconocerlo o entenderlo, sino simplemente por el hecho de que son las personas que forman tu mundo, tu vida y te acompañan.

Creo que muchas personas pueden hablar de haber tenido un primer verdadero amor entre los 13 y los 20 años. Así y todo sigue siendo difícil, teniendo en cuenta que con tantos cambios, en ese tiempo uno no termina de conocerse a sí mismo. ¿Cómo amar a alguien más sin tener definida tu propia forma de relacionarte o mostrarte? No es necesariamente una cuestión de hipocresía, sino de cautela, o cierto temor, al menos en mi caso. Lo confieso ahora, sin recordar habérselo dicho a nadie antes. No hace tanto que empecé a mostrarme tal cual soy. Antes mostraba sólo partes o piezas de mi persona, según el entorno en el que me moviera. Sin embargo, entre todas las personas que me conocen, no son tantas las que realmente me han visto hasta el fondo de mi alma. Nunca, jamás, mentí o dije una cosa por otra, pero casi siempre oculté lo más profundo de mi ser, por no sentir verguenza, por miedo a gastadas o a que me rompan. Lo curioso es que de todas formas me rompieron. Más de una vez.

Sé que puede parecer raro que sin haber estado de novio antes, haya creído con plena certeza que la chica que amaba, sin poder estar con ella, era la persona con la que podría pasar el resto de mi vida. No era un tema de no saber las dificultades que hay que enfrentar y sortear en un noviazgo (en parte sí), porque tengo personas muy cercanas que me han confiado mucho, y por otra parte soy también bastante observador. A pesar de haber estado enamorado en más de una ocasión (tres, para ser honesto), recién a los 19 años tuve el coraje de jugármela en serio. En este mismo instante pienso que puede haber sido por no terminar de conocerme antes.

Siendo sincero, esa chica se quedó para siempre con un pedazo de mi corazón. Tuvo la capacidad de cautivarme por completo, porque me decía que amaba de mí todas las cosas que yo siempre había deseado que alguien tuviera en cuenta, sin haberme animado a mostrarlas. Como si fuera poco, en ese momento ella era todo lo que yo había soñado en una chica con la que quería pasar el resto de mi vida. Sí, todo. Salvo por un detalle. A pesar de haberme confesado que me amaba, seguía de novia. Eso no fue un impedimento para seguir alimentando mis esperanzas de, algún día, poder estar con ella. Hasta que mucho tiempo después (casi dos años, creo), terminó de romperme por completo. Mirando ahora hacia atrás, cualquiera en mi lugar podría decir que fue cruel. Si alguna vez ella lee esto, pido disculpas. Sé que nunca tuvo mala intención y que yo alimenté mi propia ilusión aferrándome a detalles. Sigo convencido de que los detalles importan muchísimo. Ahora sé que no son todo.

A lo mejor no hubiese significado tanto si no hubiese sido por el hecho de que se había convertido en uno de mis pilares cuando todo lo demás en mi vida se caía a pedazos. Y así, terminé cerrando nuevamente mi corazón, o lo que quedaba. ¿Cómo abrirme a alguien más después de eso? Caí en un pozo del que no podía salir. Hasta que me cansé de mí mismo. O mejor dicho, de lo apagado que me sentía. Decidí cambiar de actitud y darme permiso de mostrarme un poco más. Por supuesto, no me salió muy bien. Hay heridas que tardan tiempo en sanar, y precauciones que cuesta dejar de lado, en base a experiencias que no fueron las mejores.

Debo reconocer que no siento ni una pizca de rencor ni nada por el estilo. Cada vez que confesé mi amor fue en serio y, con cosas buenas, cosas malas (sobre todo malas mías), aprendí y crecí a pasos agigantados. Cuando amo, amo para toda la vida. Tardé un tiempo en entender que ese amor que permanece puede tomar otro tinte y no tiene que ser necesariamente el que alguna vez había soñado. “Cansado de mí mismo, me busco en alguien más”, llegué a escribir un día, no hace tanto. Y tuve que reencontrarme para poder ponerme de pie. Antes de poder encontrar a alguien a quien le gustaran de mí las cosas que yo quería que a alguien le gustaran de mí, tenía que volver a identificarlas yo mismo, porque las había perdido de vista.

Existe una gran posibilidad de que aún mire para otro lado con algunas. Existe una gran posibilidad de que sean justamente las que más expuesto, vulnerable y, al mismo tiempo, contenido, me hicieron sentir. Sigo con algo de miedo. Ok, con mucho miedo. Cuando me la jugué soñando para toda la vida dolió muchísimo, al punto que no termino de recuperarme.

Y hace (ya más de) diez meses, sin esperarte, apareciste vos, con toda tu perfecta imperfección. Con tantas cosas que me encantan y tantas cosas que me encanta que te encanten de mí. Las miradas para mí siempre fueron fundamentales y hasta primordiales. A vos te costó muchísimo poder mirarme a los ojos. Creo que tiene que ver con tus propios miedos y desilusiones (sin connotación negativa), tu experiencia. Creo que empezar a conocerme también te dio algo de miedo. Y ahora, cuando nos miramos fijo a los ojos, de cerca, no termino de entender todo lo que veo y siento. Todo lo que soy, con vos.

Con vos puedo mostrarme tal cual soy, aunque todavía no sepa cómo mostrarte todo de mí. Querías una carta a corazón abierto y acá está. No sos todo lo que soñé. Sos mucho más. Y, estando aún en el proceso de re-descubrir-me, empezar a verte como una compañera para toda la vida me da miedo, sí.

En medio de una tormenta, tomé una decisión. Hay cosas que no te gustan de mí. Hay cosas que no me gustan de vos. Fundamentalmente, no me gusta que nos hagamos mal. Hace poco te dije que no deseaba haberte conocido antes porque creía que nos habíamos encontrado en el momento justo. Estos días pensé que aunque nos hayamos conocido en el momento justo, puede que no sea todavía el tiempo para estar juntos.

Te dije de entrada que me encantaría prometerte que nunca te iba a lastimar, pero que no hago promesas que no cumplo y que lo cierto es que me voy a equivocar muchísimas veces. Que lo que sí te podía prometer era intentar hacer lo mejor posible y dar todo de mí para, no hacerte feliz, sino acompañarte en tu felicidad y poner mi granito de arena. Hacerte llorar me lleva a pensar que no estoy listo para intentarlo como corresponde. Que no te lo merecés, o que yo no te merezco.

Vos, en cambio, me acompañás y acrecentás mi felicidad indescriptiblemente. Cada sonrisa, cada abrazo, cada caricia, cada chiste, cada comida, cada mate, cada suspiro, cada mensaje, cada ocurrencia, cada confesión, cada mirada, dormir y despertarme a tu lado, cada película, cada paseo y cada aventura relacionada con el agua, me dan la certeza de que no sos un granito de arena en mi vida. Sos mi mar. Y tomé la decisión de adentrarme más. Hoy y para toda la vida.


No hay comentarios: