Así es, debería estar cursando en la facultad. Lo interesante es que no lo estoy. No me faltó la intención. Preparé la mochila, agarré la bici y salí en camino, pero llegando a Luro, sintiendo las gotas de una suave lluvia en la cara, me di cuenta que realmente no tenía las menores ganas de ir. No fue totalmente infundado; me duele la cabeza, estoy cansado y no quiero mojarme para después enfermarme. De cualquier forma, lo que hace de esta situación algo interesante es que estaba en camino y convenciéndome de seguir, pero volví. Me arrepentí, di media vuelta y, bueno, estoy en casa escribiendo un poco.
Es cierto, hace bastante que no escribo y uno esperaría que lo próximo fuese un poquito más que simplemente interesante. Es lo que hay. Y sin embargo, al menos por hoy, me alcanza. El tema es el siguiente. Toda mi vida vengo intentando hacer siempre lo que debo, incluso cuando no quiero. Cuando se presentan las faltas de ganas me convenzo de seguir adelante y si bien me ha sido de suma ayuda en incontables ocasiones, puede ser que haya cosas que simplemente no sean tan trascendentales, situaciones en las que por seguir un impulso mi personalidad y mis convicciones no se van a ver afectadas.
Quizás se trate de un aprendizaje más. Si no me gustan los condicionales, ¿por qué debería permitirles existir? A lo mejor, tan solo bajo ciertas circunstancias, tengo que permitirme hacer lo que me da la gana y ponerme a mi primero, para variar. A lo sumo puede ser que más adelante me arrepienta de no haber ido a la clase teórica que se está dando ahora mismo (aunque lo dudo, ya que tengo un módulo que dice exactamente lo mismo y puedo leerlo en casa) y se me complique un poco a la hora de estudiar. Como sea, será algo que enfrentaré en su momento. Lo cierto es que, en este mismo instante, no estoy demasiado preocupado porque, incluso si no me dura más de unas horas, hice algo que no suelo hacer, atendí a mis faltas de ganas y me siento bien. Curioso, ¿verdad?
Ya lo sé. La mayoría de mis recuerdos son mucho más complejos que el no tener ganas de ir a la facultad por un día y no puedo simplemente dar la vuelta y volver para hacer las cosas diferentes, pero sí puedo, de ahora en adelante, olvidarme de vez en cuando de lo que otros quizás esperen de mi, ser un poco más espontáneo, probablemente divertirme más y, en el camino, sorprender a los demás y, lo que me resulta particularmente atractivo, sorprenderme incluso a mí mismo. Podría pensar que perdí una clase, pero dejo de lado esa pérdida para rescatar que, aunque fueran solo unos minutos, pude disfrutar de andar en bici con una linda lluvia y sonreír. Aunque fueran solo unos minutos, me sentí libre.
