martes, 22 de noviembre de 2011

¡Chau MIEDO!

De chiquito me encantaba decir que no le tenía miedo a nada. Me hacía sentir grande, o fuerte. Siendo todavía un nene, un poco más crecido, empecé a descubrir que ciertas cosas me generaban bastante inseguridad, como por ejemplo un silencio absoluto estando solo en la oscuridad. Con el tiempo aprendí a apreciar el silencio, y dejé de darle el gusto a la oscuridad, pero fueron surgiendo otras inseguridades.

Es cierto, digo inseguridades porque no me gusta demasiado la palabra ''miedo''. Será que las primeras son más fáciles de enfrentar, creo yo. Es decir, la confianza en uno mismo es difícil de lograr, pero es más que posible. Muchas veces esas incógnitas que aparecen están relacionadas con tal o cual proyecto. Dinámica como es la vida, estos proyectos van cumpliéndose, o transformándose de a poco, a medida que recorremos más camino. Un miedo, en cambio, suele ser algo que te frena, una especie de barrera de mucha inseguridad, se podría decir. Ahora bien, ¿qué tiene de malo el miedo en sí? Después de todo, nos ayuda a ser precavidos, a pensar dos veces antes de hacer algo. O más o menos.

Hace algunos años me pesaba el hecho de no estar ni haber estado de novio. Sentía que no era tan mal pibe, y que tenía mucho para dar a la persona que se animara a intentar descubrirlo, pero nadie se animaba. Poco a poco, de una mala pasada a otra, fui aprendiendo que no tenía que pesarme, porque ''será cuando tenga que ser''. Además, alguna vez una amiga me dijo que no tenía nada de malo mi situación, y que me imaginara ponerme de novio tan sólo una vez y para toda la vida. ¡Qué lindo! Desde entonces anduve relativamente tranquilo. Sin embargo, últimamente me hago un nuevo planteo: ¿qué pasa si hoy por hoy ansío tanto esa idea y es por eso que no presto atención a quien quizás esté queriendo animarse a conocer lo que tengo para dar? Si es que tengo algo para dar, por supuesto. Quizás me pareció tan linda esa idea que ahora me aferro a ella con tantas fuerzas que tengo miedo de comenzar una relación que no me lleve a ella. Tenés razón, es más que un juego de palabras. No me refiero a ''ella'' la idea, sino a ELLA.

Así es, tengo miedo. Perdón, porque va con mayúsculas: tengo MIEDO. Ya pasa de ser una inseguridad como podría ser la de no conseguir trabajo el día de mañana, una vez recibido; la de no llegar a recibirme, en primer lugar; o la de perder alguna amistad por puro cuelgue. De tanto querer comprometerme seriamente, parece que le tengo miedo al compromiso. Pero la tengo clara, ¿eh? Me encanta conversar y escuchar a los que necesitan un oído al que hablar acerca de sus relaciones, e incluso me gusta aconsejar. ¡Yo! ¡Dando consejos! Eso sí que es gracioso. Y es que es interesante la forma en que uno puede tener otra mirada acerca de una situación cuando no está involucrado. Ahí es que somos capaces de abstraernos y dar nuestra opinión para tratar de acercarnos al bien mayor que está en juego entre 2 o, generalmente, más personas. ¿O no es así?

En menos de 24 horas dos personas diferentes me dijeron que se me notaba el cansancio. No es común que se note, o que me lo digan, al menos. Y eso me hace saltar la ficha para darme cuenta de que si dos personas que no tienen la más pálida idea de todas las cosas que se me pasan por la cabeza ahora mismo, se dan cuenta de algo que creo no suele ser tan evidente, entonces personas que están más involucradas con tal o cual situación se deben estar dando cuenta de otras cosas que quizás yo intento guardar para mí, de momento. Es decir, es muy probable que no me salga. Y sí, soy un ganso. A tal punto de que el otro día caminando por la calle estiré los brazos, cerré los ojos, e imaginé andar volando entre nubes de algodón, otra vez. No me da miedo imaginarme volando, pero me paraliza la idea de pegar un salto al compromiso de una forma que aquellas personas a las que no quiero preocupar, seguramente se estén preocupando. Pero la tengo clara, ¿eh?

Nuevo planteo: este salto puede significar la ruptura de un sueño, o bien su cumplimiento. De cualquier forma, la cuestión no tiene mayor importancia de momento. Tengo tiempo hasta que se aparezca la oportunidad. ¿O no? ¿Qué pasa si mi oportunidad (ELLA) está delante de mis ojos y no me doy cuenta? ¿Qué hacemos entonces? A lo mejor tengo que dejar de cerrar los ojos, poner en práctica una mirada más profunda, y así poder pasar de imaginarme volando, a emprenderme en un vuelo real y pleno. Les pido ayuda. Digamos todos juntos: ''¡chau MIEDO!''

lunes, 14 de noviembre de 2011

Dulce Despertar

Tuve un dulce sueño. Soñé con un mundo fantástico. En él no había días húmedos, ni de calor ni de frío excesivos. Tampoco había gente maleducada. No había corrupción ni maldad en las personas. El dolor y el llanto ya no existían. Pasaba un rato con amigos todos los días, y nunca pasaba mucho tiempo sin ver a alguno en particular. Yo siempre tenía razón. Estudiar me resultaba fácil, y podía aprender a cantar y a tocar cualquier instrumento sin esfuerzo. No vivía con constante dolor de cabeza, y podía tener a todas las chicas que quisiera. Además, todas las personas me querían. Era un dulce sueño, pero no era más que eso.

Al despertar, la realidad me sacudió. Me encontré con un mundo en el que un día de calor, o uno de frío excesivo, nos ayuda a apreciar un poco más el invierno o el verano, respectivamente. Cada mañana es hermosa, haya o no nubes, y sobre todo en la Feliz. Un mundo en el que aprendemos los unos de los otros al ver en el de al lado el reflejo de cosas que nos gustan y también algunas que no nos gustan tanto. Este mundo nos enseña a los golpes lo lindo que es poder quedarse con lo bueno de las personas, y aún quererlas con todo lo malo que tengan. El dolor nos hace crecer, y el llanto nos quita pesos grandes de encima. Es un mundo en el que al no ver a seres queridos por un tiempo, empezamos a extrañarlos, para que el reencuentro sea más emotivo. Él nos demuestra que no siempre tenemos razón, algo maravilloso que significa que siempre podemos mejorar un poco más. Algo importantísimo es que nos señala que lo obtenido con esfuerzo y trabajo duro, con pasión y compromiso, siempre tiene un mejor sabor. Es un mundo en el que mi cuerpo y mi cabeza me avisan cuando me paso de vueltas, para descansar y después arrancar con más pilas. Además, descubrí que no quiero tener a todas las chicas, sino que quiero ser de una sola. Sobre todo, es un mundo que nos indica que para ser felices no hace falta que todos nos quieran, sino que alcanza con unos cuantos que nos amen con sinceridad.

Es curioso, porque de un mundo fantástico pasé a uno más aún maravilloso. De un dulce sueño, pasé a un más aún dulce despertar. O quizás tan solo yo sea el soñador.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Sorpresa!

El otro día, perdido en mi mundo mientras se suponía que tenía que estar estudiando (suelo tener problemas de concentración de a ratos), pensaba en esas pequeñas cosas que desembocan en un cambio radical de alguna idea que quizás teníamos ''formada''. Por ejemplo: después de tanto y tanto escuchar que vivimos en un país de mierda, en el que la gente siempre se tira a chanta, busca sólo el bien propio y es desagradecida hasta con su madre, uno a veces empieza a creer partes de esa horrible mentira. Esto es, generalmente, cuando tenemos una mala pasada. Sin embargo, y de la nada, la persona que jamás habríamos imaginado que tenía esa influencia sobre nosotros, puede cambiar nuestro día. A veces es sólo una sonrisa, o una palabra de consuelo o aliento. Otras veces te dejan tonto al darte un regalo. Quizás puede ser tan sólo que caigas en cuenta que tu vieja es una grande por hacerte la comida todos los días, y se lo agradezcas. ¡Y listo! Rompiste el esquema; le demostraste a todo el mundo que está equivocado; demostraste que si alguien se juega por vos, no es en vano.

Y vos pensás: ''¿De donde sale este flaco con estas ideas?''. A veces, ni yo lo sé. Pero simplemente me asombra la capacidad de asombro que tiene el ser humano. Es decir, hoy iba sentado en el colectivo y un hombre al lado mío estornudó. Le dije ''Salud'', como solemos decir cuando alguien estornuda, y me miró con una extrañeza que no veía desde hace rato. Aunque, y es muy importante decirlo, esa mirada extraña no dejaba de ser cálida. ¡Claro! El tipo va tranquilo en el colectivo y al lado tiene un pendejo escuchando música con sus auriculares. Jamás esperaría que ese mismo pendejo tuviera un pequeñísimo gesto con él. Y he aquí que este hombre cambio mi día (no que viniese mal, pero fue esa vueltita de tuerca), porque yo no esperaba que él, que no esperaba que yo tuviera esa influencia sobre él, tuviera esa influencia sobre mí. Así que como seres humanos nos relacionamos muy íntimamente el uno con el otro, sin siquiera conocernos realmente. ¡Qué loco! ¡Qué lindo! ¡Qué asombroso!

Es curioso cómo a veces nos olvidamos de cuidar nuestros lazos. Pensamos que no hace falta decirle algo lindo a alguien especial, porque lo que sentimos es sabido por esa persona. O por ahí hace mucho que no vemos a alguien y lo/la extrañamos, pero no lo admitimos fuera de nuestros pensamientos. Tantas veces tenemos la idea de que si alguien pudiera escuchar todo lo que pensamos se horrorizaría, pero yo creo que, al contrario, podría morir de dulzura. De a ratos, parece, nos cuesta darnos cuenta de cuánto valemos. Metemos la pata por naturaleza, pero también por naturaleza somos buenos. A lo mejor, las personas que no parecen serlo, son así como resultado de no haber tenido quien se los recordase.

Así es que éste es mi (no pedido pero dado con gusto) consejo. No vivas cada día como si fuera el último, sino por el contrario, vivilo con la certeza de que hay más, y lo que hagas hoy por alguien, o por vos, puede tener muy buenos resultados el día de mañana. Nunca pierdas esa capacidad de asombro que puede convertir un día no muy lindo en uno memorable. Nunca ratonees una sonrisa, o una mirada dulce, porque suelen decir más que las palabras. No dejes, sin embargo, de decirle a tus seres queridos cuánto significan para vos. Nunca, pero nunca, olvides que sos muy importante. Porque, ¡sorpresa! Alguien te quiere.