lunes, 31 de diciembre de 2012

Verdad-Consecuencia

Hoy pasó algo curioso. A la mañana, antes de abrir el local, mientras barría la vereda, apareció una chica de unos veintitantos. Toda la conversación fue con buena onda y la secuencia fue algo así:

Ella: (haciendo de cuenta que la pala era una especie de moto, creo...) -Brubrubrubrum... Brubrubrubrubrum... Nop, parece que no hay caso. No anda amigo...
Yo: (algo desconcertado) -Je... Ta bien, no pasa nada, me manejo.
Ella: -¿Te manejás?
Yo: -Sisi, tengo la bici.
Ella: -La bici... ¿Hacés ejercicio?
Yo: Juego a la pelota con amigos...

Yo seguí barriendo pensando que la cosa había terminado, pero ella se quedo parada a un metro mirando como limpiaba la vereda.

Ella: -¿Tenés que barrer de derecha a izquierda?
Yo: -No, tengo que barrer la parte blanca nomás. Voy de derecha a izquierda porque me resulta más cómodo así.

Un breve silencio.

Yo: -¿Sos de acá de Mar del Plata?
Ella: -No, soy de bariloche.
Yo: -Ahh, ¿estás de vacaciones?
Ella: -Con una amiga hace un tiempo fuimos para el norte y estamos viajando. Ahora vinimos acá para el verano.
Yo: -¡Qué lindo! Siempre tuve ganas de irme de mochilero o algo así...
Ella: -¿Sabés? Yo antes de empezar a viajar hacía lo mismo que vos.
Yo: -¿Trabajar? Sí... Igual no sólo trabajo. Estudio y hago algunas cosas más, por eso no me voy...

Nuevamente, un breve pero no incómodo silencio.

Ella: (mirándome de forma curiosa) -¿Sos feliz?
Yo: (volteando para mirarla a los ojos y sin dudarlo, con una sonrisa sincera) -Sí... Sisi, soy feliz.

Unos pocos segundos.

Ella: (sonriendo) -Bueno, gracias, que tengas un buen día y un buen año.
Yo: (también sonriendo) -¡Muchas gracias! Dale, vos también.

Verdad-Consecuencia... Ese curioso juego (¿juego?) se me vino hace unos días a la cabeza en un viaje de colectivo, de esos inspiradores. Dejando de lado el resto de los elementos (salvavidas, semáforo, etc.), me llamó la atención la dicotomía. Decíamos verdad o consecuencia, una u otra, cuando hoy por hoy creo que están íntimamente relacionados. Lo que quiero decir es que cualquier verdad cierta tiene directamente implicada una consecuencia. '¿Verdad cierta? ¿Eso no es una redundancia?', quizás puedas pensar. Sin embargo, no es lo mismo una verdad parcial, que a pesar de conocerla, cuesta creerla, que una que se experimenta y, luego, resulta absoluta, plena, completa, cierta...

Así es como se llega a este concepto de la Verdad Y Consecuencia. El experimentar dicha verdad acarrea un cambio radical en uno mismo, que puede desembocar en algo tan simple como modificar un hábito para simplificar una tarea, hasta cambiar la mirada sobre alguna cosa o, incluso, sobre alguna persona. Algunos hablan de 'Acontecimiento'. Como sea, el valor que descubro en este concepto me resulta fascinante.

Como cualquier persona, soy algo curioso, por lo que mi mente no se detiene con tanta facilidad al fascinarse. Es así que me hallé surcando nuevos planteos. Supongo que no está de más decir que la consecuencia puede no siempre ser positiva. A lo mejor, una verdad parcial también puede generar una consecuencia negativa determinante, o bien, un error. He aquí que un razonamiento, quizás tomado algo a la ligera, me sacudió:

Dado que todos nos equivocamos, puede resultar difícil juzgar un hecho calificado de error sin conocer el motivo o la verdad (que puede ser parcial o plena, según la persona y las circunstancias), que conduce a dicha consecuencia. Así, el análisis de un hecho se opaca ante el muchísimo más rico y complejo análisis del motivo del hecho. Para seguir, en lo posible, mi ensalada rusa de ideas, hay que comprender que un hecho puede ser tanto un acto u obra, como una omisión.

Lo sé, es algo impresionante cómo puede maquinar la cabeza cuando uno se lo propone y todo lo que dice una ventanilla de colectivo. Creo que la tormenta ayudó un poco... En fin, otro trayecto me hizo pensar en motivos genéricos, si se quiere, que nos llevan a equivocarnos, y posibles cualidades que me parece (total y completamente de forma subjetiva) pueden relacionarse con ellos.

Los celos son el motivo más irracional. El dolor y la tristeza, los más comprensibles. El odio, el más lamentable. El enamoramiento, el más sufrido. El orgullo, el más avergonzante. La ignorancia, el más justificado. La soberbia, el más común. La desconfianza, el más solitario. Las dudas y los condicionales, creo, son mis predilectos...

Cinco minutos después de terminada la conversación con esa curiosa chica de Bariloche, me tenté a cuestionarme por qué no le había preguntado su nombre. Casi inmediatamente caí en cuenta que no hacía falta. Hace algún tiempo tenía que pensar dos veces antes de poder afirmar mi felicidad, e incluso me costaba un poco convencerme de ello. Hoy, lo dije en voz alta como una Verdad cierta que repercutió en predisponerme para tener un gran día.

La vida siempre puede sorprender y, más allá de los motivos que puedan condicionarnos, no estamos determinados por ellos. Hasta el último instante podemos ejercer nuestra libertad y optar por una consecuencia positiva que nos propone la Verdad plena, hecha carne y experiencia en lo más profundo de nuestro interior.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pista III

Otro día más, caminando hacia la parada de colectivo, él iba sumido en pensamientos quizás algo melancólicos. Sin comprenderlo del todo, nuevamente le había atacado la nostalgia y no podía dejar de pensar en ella. A lo mejor era que se acercaban fechas en las que se habían dado algunas situaciones o conversaciones bastante particulares, a pesar de que él realmente no recordaba esas fechas, ni tenía una gran noción sobre por qué, si venía manejando sus emociones relativamente bien, volvía a perderse en aquellos recuerdos. Simplemente no podía sacarse de la cabeza la idea de que, habiéndola tenido en sus brazos y diciéndole esas palabras tan hermosas, la había perdido... El sol brillaba con mucha intensidad y, a pesar de eso, el sentía una lluvia torrencial dentro suyo. Lluvia... Llegando a la avenida lo dominaba por completo el recuerdo de aquel abrazo bajo la lluvia.

De repente unos bocinazos lo llevaron de vuelta a la realidad. Enfrente suyo, en la mitad de la calle, una nena de unos 5 o 6 años estaba paralizada viendo cómo aquella camioneta se acercaba y, por algún motivo, no parecía frenar. Desde la vereda, la madre aún no terminaba de voltear, con otro pequeño en brazos. Todo sucedió en cuestión de segundos. Él no llegó a pensarlo dos veces, simplemente reaccionó. Soltó la mochila, corrió lo más rápido posible hacia la nena y la levantó tomándola de los brazos. ''Listo, sólo un poco más'', pensó instantáneamente sintiéndose fuera de sí mismo. Sin embargo, al girar la cabeza, se dio cuenta que no iba a llegar. Nuevamente sin pensarlo, tomó un pequeño impulso con los brazos y, sin dejar de correr, arrojó con todas sus fuerzas a la nena, que cayó en el pasto. Luego todo se puso negro...

De alguna forma la noticia le llegó a ella al día siguiente. Armándose de valor terminó decidiendo pasar a verlo por la clínica, aunque estuviera inconsciente. Cuando llegó, la madre de él la saludó afectuosamente y le indicó cual era la habitación en la que se encontraba. Lo peor ya había pasado y ahora estaba estable. Afortunadamente, el choque, aunque brutal, no le había provocado ningún daño cerebral. Al entrar en la habitación notó que lo acompañaba su mejor amigo quien, al verla llegar, simplemente se paró, la miró y le regaló una sonrisa. ''Acaba de dormirse'', dijo, mientras procedía a dejarla sola en el cuarto.

Al mirarlo acostado en la camilla, con la pierna enyesada y todo el torso vendado, sintió que el estómago se le revolvía, pero estaba determinada a no llorar. Le había llevado un buen tiempo poder lograr la distancia que ahora tenían y luchaba por convencerse de que lo que había sentido alguna vez por él ya no estaba. Simplemente se sentó a su lado y lo miró, en silencio. Sentía una extraña necesidad de hablarle, pero no entendía bien por qué, ni sabía qué decirle. Pensó en decirle ''Sos un idiota, a vos se te ocurren estas cosas nomás'', pero veía un rostro lleno de paz que le impedía formular aquellas palabras. Sufrió ese dilema unos 20 minutos hasta que, súbitamente, al bajar tan solo un poco la mirada, se encontró a sí misma tomándole la mano. Se quedó boquiabierta unos segundos sin saber cómo había pasado eso.

Un mensaje de texto la arrebató de esa terrible idea. Era su novio, preguntándole si iba ir a cenar y qué película quería ver esa noche. Sin responder el mensaje, apeló por marcharse cuanto antes. Sin embargo, a veces podía ser algo torpe y, cuando se puso de pie, le dio un rodillazo a la camilla. Él abrió los ojos de golpe y la miró fijo, con asombro. Ella, por su parte, quería pedirle disculpas, pero las palabras simplemente no salían de su boca. Esa mirada era como una de tantas otras que habían compartido en algún momento y, al mismo tiempo, algo diferente. Se examinaron las puertas del alma mutuamente por unos 3 minutos, siempre en silencio. Finalmente ella se dirigió bruscamente hacia la puerta.


''No...'', dijo él mientras se le cortaba la voz. Sin voltear, ella se detuvo con un nudo en la garganta. ''No elegimos de quien enamorarnos'', terminó él con un brillo indescriptible en los ojos. Ella respiró hondo y, dejando caer lágrimas por el camino, cruzó la puerta.

lunes, 15 de octubre de 2012

Perderse

Siempre que el día me lo permite, voy a la facultad en bicicleta. Un día, hace un mes y algo, cuando estaba volviendo, me sorprendió cruzar la mirada con un nene de quizás 9 o 10 años que, al verme andando, empezó a correr a mi lado por algo más de media cuadra. Los dos sabíamos que no iba a poder seguir el ritmo y, sin embargo, el corría con una sonrisa en la cara. Por supuesto, yo no pude evitar sonreír.
  
Este martes pasado el día parecía estar lindo para andar en bici. Cuando salí de casa me encontré con un increíble viento en contra en ambas direcciones de mi recorrido. Con el cansancio que suelo tener, sobre todo teniendo en cuenta que en el partido de la noche del lunes me había comido un golpe y me dolía la pierna, podría haberme puesto de mal humor. En cambio, me hallé a mi mismo disfrutando el desafío y recordando cuanto me gusta andar en bicicleta, cosa que a veces, por la rutina, olvido. Ese viento en contra era muy fuerte y realmente desalentador, sumado al hecho de que era probable que terminara llegando una vez ya comenzada la clase, pero seguí pedaleando y, a diferencia de lo que creía, llegué a buen tiempo.

El lunes de la semana pasada rendí un examen. También tuve que entregar 4 láminas de dibujo técnico. Ese fin de semana, es decir, desde el viernes a la tarde hasta el domingo a la noche, me había ido a un encuentro de jóvenes en Villa Gesell. Debo reconocer que no le estoy dedicando a la facultad el tiempo ni el esfuerzo que debería y/o me gustaría. Esa semana no había estado de lo mejor. Digamos que estaba con un bajón interesante, que me quitaba las ya pocas ganas que tenía de estudiar. Sabiendo que tenía que ponerme las pilas sí o sí, no lo hice. Terminé pasando la tarde y toda la noche del jueves, además de todo el viernes (antes de salir para Gesell) sin dormir, entre dibujar las láminas y empezar a estudiar la materia que rendía.
El viernes a la noche nos acostamos alrededor de la 1 y pico o 2 de la mañana para levantarnos el sábado a eso de las 7 y tener un día muy largo, que terminó a la 1 y pico o 2 del domingo, para levantarnos nuevamente alrededor de las 7 y algo y tener otro día largo hasta el regreso a Mar del Plata. Llegamos a las 20. Fui a casa, me bañé, comí algo y, con el cansancio del encuentro, terminé las láminas y seguí estudiando para el parcial. Alrededor de las 3 y media, nada de lo que leía tenía sentido. Pensé en acostarme 2 horas y levantarme a seguir estudiando antes de ir a rendir, pero la parte de levantarme se complicó y terminé por hacerlo a las 7, llegando solo a repasar un poco más.
De alguna forma, algo me ayudó a no quedarme dormido durante el examen y, contra toda probabilidad, más allá de que me podría haber ido mejor, aprobé.


Hay muchas situaciones que pueden llevar a uno a sentirse 'raro'. A veces son confusiones; a veces, decisiones que tomar; pueden ser actitudes de otras personas que nos descolocan; a lo mejor, son actitudes propias. En esto último me quiero detener hoy.

Sin duda alguna es difícil evitar que factores externos influyan en nuestro estado anímico. En lo personal, me afecta muchísimo el no estar bien con alguien importante para mi. En un par de semanas 2 personas me dijeron algo que me movió totalmente el piso y no para bien. Me explicaron, aunque sin mucho detalle, que les molestaban ciertas actitudes de mi, actitudes que llevo años intentando modificar y, en cierta medida, creía superadas. Además, una de ellas me dijo que cree imposible que se cumpla una pequeña esperanza que aún conservaba y deseaba pudiera darse en el futuro. Me hizo sentirme estancado y preguntarme qué sigo haciendo tan mal que no me deja crecer como persona. Me olvidé que todo lleva su tiempo...



Algo similar he podido observar en amigos y conocidos. Hay cosas que nos llevan a perder de vista objetivos o anhelos y también perder, de alguna forma, a ciertas personas. ¿Cómo ocurre esto? Pues, a lo mejor por acostumbrarnos a una actividad que compartimos con alguien, llegamos e olvidarnos por momentos lo que nos motivó a realizar aquello y el lazo que genera o fortifica, dejamos de apreciar con todo su valor a la persona detrás del hábito.

Me llama mucho la atención cómo a veces nuestra mente puede jugar con nosotros. Existen situaciones en las que intentamos con tanto ahínco olvidarnos de algo o de alguien, que terminamos por convencernos de que no lo queremos y olvidamos el bien que ese afecto realmente genera en nosotros. O, al revés, tratamos con tanto esfuerzo mantener algo que a lo mejor ya no nos permite crecer, que acabamos por convencernos de que lo necesitamos o somos necesarios, cuando realmente no es así y debemos dar un paso adelante.
Con todo esto en la cabeza desde hace ya algún tiempo, no podía definir la idea que me lleva a escribir, por más que lo deseaba. Es así que me sorprendió hallarme en el desgano, en una situación que se aleja bastante de lo que busco vivir. Esto es, tratar de ponerle onda a la vida, día a día. ¿Cómo iba a poder manifestar lo que sentía, si me había perdido yo mismo?

De alguna forma el mundo me volvió a hablar o, mejor dicho, pude volver a escucharlo. Por ello me fascinaron las tres situaciones que describí al principio. Me hicieron re-descubrir que, aunque las cosas sean difíciles, hay que seguir andando, intentando, esforzándose, creyendo, manteniendo las esperanzas y los sueños.

Al estar desorientados, no siempre ayuda frenar e intentar reconocer lo que nos es desconocido. Quizás, unas cuadras más adelante, podamos ubicar algo que sea más familiar. Alguna que otra vez, esas cuadras pueden ser simplemente mirar a alguien más allá de sus ojos. Alguna que otra vez, mirar a alguien más puede ser mirarse a los ojos en un reflejo y reencontrarse.

En el mismo desgano que tenía y entre alguna que otra lágrima, se fueron presentando conversaciones o simples gestos de personas que me ayudaron a reencontrarme... De sus manos, me empezó a hacer eco un mensaje hermoso:

''Lo imposible solo cuesta un poco más''

lunes, 20 de agosto de 2012

Palabras

Iba un hombre caminando su trayecto de todos los días, pero había algo diferente. Quizás una buena noche de sueño, un reconfortante desayuno o algo en el beso de ''buena suerte'' de su mujer había transformado, por esta vez, su mirada sobre el mundo. A medida que avanzaba se iba sorprendiendo al toparse con carteles que nunca había podido reconocer del todo. Nombres de calles, publicidades, algunas señales de tránsito y alguna calcomanía pegada en el parabrisas de uno que otro auto. Descubrió, para su propia sorpresa, que las palabras no son solamente un conjunto de letras, sino que encierran una historia y un misterio más grande del que muchos aprecian...

Las palabras tienen vida. Hay palabras complicadas, simples, bellas, feas, poco usadas, comunes, suaves, fuertes, dulces, amargas, alegres, tristes, largas, cortas, impronunciables. Hay palabras que se esconden y palabras que mueren, algunas que se parecen y otras que nacen de forma curiosa. Las palabras tienen vida y, sin embargo, a veces lo olvidamos.

De tan acostumbrados que estamos a usarlas para comunicar lo que queremos expresar, podemos perder de vista el verdadero significado que tienen, o el mensaje que recibe quien las escucha. Para algunos, las palabras que se escogen son muy importantes. Y es que no es lo mismo pedir perdón que pedir disculpas; no es lo mismo sentir culpa que arrepentimiento; no es lo mismo olvidar que pasar por alto; no es lo mismo ''¿cómo estás?'' que ''¿qué hacés?''; no es lo mismo reír que sonreír; no es lo mismo llorar que lagrimear; no es lo mismo tener ganas que soñar; y sobre todo, no es lo mismo un ''te quiero'' que un ''te amo''. Es decir, quizás en otro idioma se pueda usar la misma palabra pero, al igual que las personas, cada palabra tiene una razón de ser y por tanto se las debe respetar.

Para empezar, es necesario buscar conocerlas, aprenderlas, saber cómo se pronuncian y como se escriben. De la misma forma que una amistad requiere un cierto tiempo de maduración y algunas experiencias en común para que la relación crezca y se genere un vínculo de confianza entre quienes la componen, uno no puede pretender usar palabras cuyo significado y/o naturaleza desconoce. Asimismo, como no es recomendable encerrar a una oveja y un lobo juntos en un cuarto, si se quiere sacar fruto de ambos, hay palabras que no corresponde usar en una misma oración. Muchos no se percatan de esto hasta que es muy tarde y terminan contradiciéndose a sí mismos o cayendo en desagradables e innecesarias redundancias.

Por otro lado, son también, como nosotros, seres sociales. Más allá de la riqueza que puede tener cada palabra por su cuenta, aumentan ese exquisito sabor cuando se combinan con otras para formar oraciones. Son pocos (y yo estoy muy lejos de incluirme entre ellos) los que logran armar oraciones PERFECTAS que resultan verdaderamente bellas, con todo lo que implica la palabra.

Lo mismo nos sucede a nosotros. De hecho, pasamos nuestros días buscando armar una frase que pueda expresar el sentido de nuestras vidas en plenitud. Y, sin embargo, en ocasiones nos quedamos sin palabras...

¿Qué representará el quedarse sin palabras? Yo creo que es tener el corazón y la mente impactados por algo que sobrepasa nuestro entendimiento. En este tipo de situaciones, uno puede llegar a sentirse avergonzado por su ignorancia, si se quiere, pero al contrario, debería regocijarse por descubrirse ante algo nuevo, desconocido, inesperado, que aparece para pasar a formar parte de si.

Las palabras tienen vida y llevan vida a quien se abre a su misterio. Es tan simple como que un ''te quiero'' no es lo mismo que un ''te amo'' y decir ''mi vida es tuya'' es más que unas palabras...

lunes, 18 de junio de 2012

Alas de papel

¿Por qué de papel? ¿Qué tiene de curioso el papel? Pues sobre papel uno puede proyectar simplemente casi todo. Cuando uno quiere describir algo, un sueño o anhelo, por ejemplo, busca palabras o imágenes que intenten acercarse a la realidad y, para que viva mejor el recuerdo, puede plasmarlo en un pedazo de celulosa procesado.
Cierto es que es frágil en soledad; quien intenta romper un bloc de hojas, en cambio, se encuentra con un interesante desafío. Si se arruga, dobla, corta o rompe puede no ser simple de reparar, si acaso se puede. Hay muchas cosas en la vida que no pueden repararse. Sin embargo, hay ''marcas de batalla'' que pasan a caracterizar a aquel que las lleva. Cada choque contra la pared es un aprendizaje más.

¿Por qué alas? Pues un par de alas tiene asociada libertad y puede tomar esos vientos que sacuden tanto para llegar más y más alto. Por supuesto que en algún momento tiene que bajar, pero tan solo imaginarse la perspectiva que se puede lograr desde ese magnífico lugar... Aunque baje, no puede olvidar lo que experimentó, lo que ya es parte de sí porque está impreso en su memoria. A lo mejor, también sobre papel. Además, las alas me resultan atractivas o me enamoran de cierta forma, se podría decir.

Quiero que seas mis alas de papel...
Quiero que me lleves tan alto como se pueda llegar...
Quiero aprender cada día...
Quiero poder entregarme y saber que sin vos caería...
Quiero que me hagas libre y que seas mi libertad...
Quiero poder leerte, quiero poder entenderte...
Quiero que puedas secar mis lágrimas...
Quiero que seas frágil, para poder protegerte...
Quiero que con una suave brisa, una caricia, puedas sostenerme...
Quiero que seas fuerte, para poder contenerme...
Quiero que seas una y un millón de experiencias, que no pueda borrarte...
Quiero que seas simple y a la vez fascinante...
Quiero que me hagas apreciar ser caminante...
Quiero que seas misterio y descubrirte...
Quiero que sientas mi luz...
Quiero que seas fuente de calor...
Quiero descansar en vos...
Quiero escribirte, confiarte mis sueños, confiarte mi todo...
Quiero que me atraigas y enamores cada vez más de tu amor...
Quiero que seas mi sostén, mi guía, quiero que marques mi rumbo...
Quiero que seas mi ''de donde vengo'' y mi ''hacia dónde voy''...
Quiero que seas parte de mí siempre...

Tu vida y tu mirada ya están grabadas dentro de mi piel...
Quiero que seas mis alas de papel...

lunes, 11 de junio de 2012

A-sombrarse

De vez en cuando, revisando algunos papeles o archivos, tratando de hacer limpieza, me encuentro con cosas de hace ya un tiempo cuya existencia no recordaba. En algunos casos la limpieza funciona y decido tirar cosas que realmente resultan inútiles; en otros, más de lo que yo creería en otras circunstancias, termino por hallarme en un viaje de tiempo y con los ojos y la boca bien abiertos. Debo reconocer, de todos modos, que me resulta interesante mi capacidad por fascinarme, maravillarme, sorprenderme con cosas que muchas personas pasarían por alto.

Algunos podrían decir, con razón, que por momentos me paso de hinchapelotas con los detalles. Me pregunto qué dirían si supieran todas las cosas que callo. Y sin embargo, más allá de uno que otro dolor de cabeza que dicha capacidad pueda generarme, a lo mejor por enroscarme mucho (conmigo mismo más que nada), es una cualidad que disfruto. Me ayuda, en general, a no aburrirme en casi ningún momento.

Digo ''en general'' porque por supuesto que llego a aburrirme. Incluso puedo llegar a sentirme aburrido con mi vida al sentir un vacío generado por añoranza, algún que otro día. Dejando eso de lado, hasta esos momentos me resultan fascinantes, porque me permiten intentar hacer una ''limpieza'' personal, mirar atrás y quizás hasta evaluar progresos en ciertos aspectos.

Puede ser cierto que hace dos años, por decir algo, era más feliz. Creo que estaba más conforme o me sentía más realizado con mi forma de ser. Se podría decir que tuve la dicha de pasar algunos meses siendo exactamente la persona que siempre quise ser. Suena loco, ¿verdad? Especialmente porque, si uno alcanza esa meta, no imaginaría que le gustaría cambiar. Pues claro que no me gustan algunas cosas que han pasado en estos dos años. Varias, incluso. Vale destacar que yo no busqué cambiar. Ciertas situaciones se escapan de nuestras manos, lo que no es nueva información para nadie. De todas formas es bueno reconocerlo. Como sea, así y todo, extrañando un poco ese hermoso sabor de felicidad casi plena, soy muy consciente de que así como es muy probable que me haya cerrado en algunos aspectos, también he crecido mucho en otros.

Y recién ahora, después de cuatro párrafos que ni siquiera estoy seguro de haber diferenciado correctamente, llego a la idea que me ronda desde hace algunas semanas. No es una idea propia, claro está. Eso es lo lindo de tener personas admirables acompañando en el camino. Sin darse cuenta y hasta olvidándose, te pueden tirar la justa. Incluso me resulta sumamente interesante que más de una persona me haya tirado la misma idea, por separado. Oscuridad interior.

¿Qué quiero decir? No hablo de maldad ni cerca. Es eso, oscuridad; cosas que no dejan ver la realidad tal cual es. En esta ocasión me atrae la idea de la oscuridad que no deja verse a uno mismo tal cual es. Entonces entra el juego de palabras que encabeza estas líneas. Asombrarse uno mismo. A-sombrarse. Es decir, dejar de lado esa oscuridad para poder apreciar la belleza que cada uno encierra. Sin ninguna intención de parecer narcisista, tengo la dicha de descubrir esto, como no podía ser de otra forma, a través de otras personas, que me demuestran que poseo potencialidades que yo desconocía.

Lo sé, lo sé. No es nada nuevo. Seguramente ya lo dije más de una vez. Pero no puedo dejar de sorprenderme por lo hermoso de esto. Es decir, año tras año, cuando ya no creo posible dar más, alguien me lo pide porque cree en mi. ¿Qué opción tengo, si no intentarlo? Y así como así, me enseñan a creer y dejar mis sombras de lado. Me quieren y me dicen que yo puedo quererme un poco más. ¿Qué puedo decir? Si alguien me hubiese dicho hace siete años que hoy estaría en el lugar que estoy, comprometido con las tareas que me proponen y con gusto asumo, no lo hubiese pensado posible. Y sin embargo, estoy aquí.

Miedos, preocupaciones, vergüenza, inquietudes, resentimiento, dudas, dolor, tristeza, egoísmo, soberbia, conformismo, comodidad, etc. Sean cuales sean las sombras que tengas encima, a partir de ahora (y no porque yo lo diga, sino porque me lo han demostrado), creé en vos. Podés a-sombrarte, sacarte de encima esas sombras y, con una sonrisa, asombrarte con la luz que tenés para dar. Es mucha más de la que podés imaginar.

lunes, 4 de junio de 2012

El milagro que hay en vos

Otra vez despierta el sol
que me invita a levantarme
aunque hoy no tenga ganas
de salir de este colchón
Con esfuerzo al fin me paro
y repaso la rutina
que me ayuda a protegerme
del dolor en mi interior
Pero aún me acecha ese sueño
que no llega a concretarse
y aunque no sea real me aferro
Sólo me queda el recuerdo
y el milagro que hay en vos

Porque volver el tiempo atrás
es tan solo una ilusión
No podés pegar la vuelta
cuando el barco ya zarpó
Hay que darle pa' delante;
aprender en todo instante
Cada día es un misterio
que nos hace renacer
Y si te cuesta darte cuenta
de lo mucho que valés
Asomate a un espejo,
ve en tus ojos el reflejo
del milagro que hay en vos

Cada risa es un regalo
Un tropiezo no es caída
Cada abrazo es un momento
de unión íntima y sincera
Cada piedra forma parte
de tu escalera hasta el cielo
Y si tus piernas se cansan
tenés alas de refuerzo
Escuchá siempre el sonido
de tu corazón latiendo;
marca el ritmo de tus pasos
y con fuerza anuncia siempre
el milagro que hay en vos

lunes, 28 de mayo de 2012

Para Variar

Durante las últimas semanas me vienen acechando recuerdos bastante nítidos. Algunos son hermosos; otros, no tanto. Incluso los hermosos, aunque saben sacarme sonrisas, pueden terminar en un fruncir de cejas, porque esta extraña añoranza que me arrebata constantemente va acompañada de una seguridad de que las cosas podrían ser muy diferentes si, en ciertas situaciones, hubiese hecho las cosas de otra manera. No estoy seguro de arrepentirme, porque considero que, dentro de todo, resolví muy bien. El tema es que creo que hice lo que debía, pensando que era lo mejor para todos y ahora me pregunto cada vez más si realmente fue así, o simplemente fue lo mejor para otros y no me tuve en cuenta a mí mismo. Siguen sin gustarme los condicionales, pero debo reconocer que me los estoy planteando bastante.

Así es, debería estar cursando en la facultad. Lo interesante es que no lo estoy. No me faltó la intención. Preparé la mochila, agarré la bici y salí en camino, pero llegando a Luro, sintiendo las gotas de una suave lluvia en la cara, me di cuenta que realmente no tenía las menores ganas de ir. No fue totalmente infundado; me duele la cabeza, estoy cansado y no quiero mojarme para después enfermarme. De cualquier forma, lo que hace de esta situación algo interesante es que estaba en camino y convenciéndome de seguir, pero volví. Me arrepentí, di media vuelta y, bueno, estoy en casa escribiendo un poco.

Es cierto, hace bastante que no escribo y uno esperaría que lo próximo fuese un poquito más que simplemente interesante. Es lo que hay. Y sin embargo, al menos por hoy, me alcanza. El tema es el siguiente. Toda mi vida vengo intentando hacer siempre lo que debo, incluso cuando no quiero. Cuando se presentan las faltas de ganas me convenzo de seguir adelante y si bien me ha sido de suma ayuda en incontables ocasiones, puede ser que haya cosas que simplemente no sean tan trascendentales, situaciones en las que por seguir un impulso mi personalidad y mis convicciones no se van a ver afectadas.

Quizás se trate de un aprendizaje más. Si no me gustan los condicionales, ¿por qué debería permitirles existir? A lo mejor, tan solo bajo ciertas circunstancias, tengo que permitirme hacer lo que me da la gana y ponerme a mi primero, para variar. A lo sumo puede ser que más adelante me arrepienta de no haber ido a la clase teórica que se está dando ahora mismo (aunque lo dudo, ya que tengo un módulo que dice exactamente lo mismo y puedo leerlo en casa) y se me complique un poco a la hora de estudiar. Como sea, será algo que enfrentaré en su momento. Lo cierto es que, en este mismo instante, no estoy demasiado preocupado porque, incluso si no me dura más de unas horas, hice algo que no suelo hacer, atendí a mis faltas de ganas y me siento bien. Curioso, ¿verdad?

Ya lo sé. La mayoría de mis recuerdos son mucho más complejos que el no tener ganas de ir a la facultad por un día y no puedo simplemente dar la vuelta y volver para hacer las cosas diferentes, pero sí puedo, de ahora en adelante, olvidarme de vez en cuando de lo que otros quizás esperen de mi, ser un poco más espontáneo, probablemente divertirme más y, en el camino, sorprender a los demás y, lo que me resulta particularmente atractivo, sorprenderme incluso a mí mismo. Podría pensar que perdí una clase, pero dejo de lado esa pérdida para rescatar que, aunque fueran solo unos minutos, pude disfrutar de andar en bici con una linda lluvia y sonreír. Aunque fueran solo unos minutos, me sentí libre.

lunes, 21 de mayo de 2012

Miradas

Supongo que no es un nombre muy original. Más de uno lo habrá pensado. Sin embargo, quizás capte la atención de alguien. Yo creo que ese es el punto, porque si hay algo que sabe llamar mi atención, cuanto menos, son sin duda las miradas. Lo que se suele llamar ''juegos de miradas'', debo reconocer, son de mis juegos preferidos. No estoy seguro de que sean divertidos de una forma clásica, pero no hay dudas sobre que saben sacar sonrisas y alguna que otra risa media cortada por los nervios o el fuerte palpitar del corazón. ¿Cómo puede generar tanto una simple mirada, con sus pocos segundos de duración? Ni siquiera es un beso, después de todo. Y he aquí lo mágico. Si un simple cruce de puertas del alma puede generar todo eso y permanecer inmortal en el recuerdo, la sola idea de un beso puede estremecer a uno al pensar en todo lo que puede hacer brotar.

Personalmente, me gustan los abrazos. Además, dicen que soy abrazable. Al pensar en algunas personas con las que comparto un cariño especial, un abrazo suele ser lo primero que se me viene a la cabeza. De alguna forma, sin palabras, transmite la esencia de la persona. Exactamente lo mismo sucede con una mirada, si ambos participantes se prestan a abrir las puertas, pero resulta aún más fantástico porque todo se produce a distancia, sin un mínimo contacto físico. La posibilidad de dar una caricia en el rostro ya entra en otra categoría de sueños hechos realidad. Como sea, nadie puede negar que se siente maravilloso cada vez que alguien llega, te mira, sonríe y ¡chiplatuf!

En fin, he detallado mi opinión acerca de estos nexos interpersonales en muchas ocasiones, por lo que quien haya prestado un mínimo de atención a lo que un loco sano como yo puede haber dicho alguna vez, no debe estar encontrándose con nada nuevo entre estas líneas. ¿Por qué, entonces, vuelvo a detallarlo? Para empezar, después de incluir a las miradas en tantos otros delirios, al fin caigo en cuenta que, nada más y nada menos, merecen ser tratadas en detalle. Por otro lado, si bien nunca dejaron de estar, ando jugando de nuevo últimamente.

Por supuesto que dicho juego anda produciéndome algo de añoranza, esperanza (¿o será ilusión? A veces me cuesta distinguirlas, como ya saben) y quizás, aunque no quiera reconocer, una pizca de confusión. ¿Cómo es que los disfruto, entonces? Cualquiera tendería a pensar que vuelvo a entrar en un círculo del que no puedo salir simplemente porque no quiero. En parte, puede ser cierto. Por otro lado, he intentado convencerme de que la otra participante se equivoca al encontrarme sobre el tablero, pero es tan buena jugadora que, aunque quiera negarlo con todas mis fuerzas, el mundo (si así quieren llamarlo) me termina conduciendo nuevamente a ella.

Y es inevitable. Aunque mire hacia todos lados y gire la cabeza cuando estoy por cruzármela, algo siempre me termina atrayendo y la pesco con ojos de enamorada. De acuerdo, debería censurar esta parte, ya que podría herir algunas susceptibilidades, pero terco como soy, sigo creyendo firmemente que uno debe abrazar la verdad siempre, incluso cuando no quiere escucharla. Después de todo, si una parte propone el diálogo y la otra no hace más que esquivarlo, sin arriesgarme a mencionar posibles razones, considero que da bastante que pensar. Más allá de eso, puede que la jugadora haya cambiado y ellos ni lo sepan.

Sin irme más por las ramas (o miradas, en cualquier caso), supongo que existen parejas no tan buenas, buenas, excelentes o extraordinarias. Creo firmemente que entre todas estas, hay parejas que están hechas para formarse y jugar, más allá del resultado final. No es una cuestión de destino, sino una cuestión de dos almas que se encuentran. Y ¡chiplatuf! Simplemente no se puede hablar más al respecto. De acuerdo, tanto yo como cualquiera podría decir mucho más, pero prefiero sumergirme, perderme en el recuerdo, sentir el brillo en mis ojos, el latido de mi corazón salame y la inevitable sonrisa que se asoma en mis labios. Ahora sí que no puedo hablar (o escribir), sino tan solo contemplar.

lunes, 14 de mayo de 2012

Don't forget that you're alive

(And you say)
Well, this life just keeps me nuts
and I'm not sure what I'm running from,
but I do know what is like to feel alone

Some might say that I'm all wrong
but I'm just tired of playing strong
when my heart is torn to pieces on the floor

(And I say)
Hold your head high and sing when you're feeling kind of sad
Don't waste your time thinking on what you could have had
You just have to realize
you look brighter with a smile
Your only limit is the sky
So don't forget that you're alive
Don't forget that you're alive
Yeah
Don't forget that you're alive

(And you say)
Another day passes by
and all my thoughts are upside down
I can't really find my path I want to hide

All my friends might be showing love
but I still feel I'm on my own
Maybe it's time to lose my pride and start to cry out

(And I say)
Hold your head high and sing when you're feeling kind of sad
Don't waste your time thinking on what you could have had
You just have to realize
you look brighter with a smile
Your only limit is the sky
So don't forget that you're alive
Don't forget that you're alive
Yeah
Don't forget that you're alive

So hold your head high and sing when you're feeling kind of sad
Don't waste your time thinking on what you could have had
You just have to realize
you look brighter with a smile
Your only limit is the sky
So don't forget that you're alive

Hold your head high and sing when you're feeling kind of sad
Don't waste your time thinking on what you could have had
You just have to realize
you look brighter with a smile
Your only limit is the sky...
So don't forget that you're alive

lunes, 7 de mayo de 2012

Vamos por más

Perdí el hilo. En estos dos años y algo tuve momentos en los que pasé varias semanas con falta de inspiración, podría decirse, pero en estos últimos meses me está costando muchísimo darle forma a mis ideas. Se me llegó a cruzar por la cabeza que quizás ya no me queda tanto por decir. Sin embargo, vengo pasando cosas bastante intensas. A lo mejor simplemente no quiero pensar. Como sea, y antes que se den cuenta al seguir leyendo, perdí el hilo.

¿Qué quiero decir? Que sigo en rumbo, pero ya no estoy tan seguro de hacia dónde estoy yendo. Lo cierto es que algunas cosas empiezan a aterrarme. Aunque ''aterrarme'' suene raro, loco, viniendo de mí, hoy me sale decirlo así. Podría darle vueltas para hacerlo más entretenido, o más misterioso, pero voy a decir directamente lo que siento.

Me preocupa recibirme (y eso que faltan cuanto menos tres años) y no conseguir trabajo en mi amada ciudad. ¿Por qué? Si bien viajar y conocer diferentes lugares del mundo debe estar copado, no sé cómo imaginar mi vida sin esas cosas y (en especial) esas personas que me han hecho quién soy. Algunas fotos me recordaron quién era hace algunos años, y comparándome con quien soy hoy en día me doy cuenta que soy el mismo, pero de alguna forma fueron surgiendo ciertas capacidades o potencialidades de las que jamás hubiese pensado que era capaz. ¿Cómo es que alguien pudo ver eso en mí? Como dije hace poco, no entiendo nada.

Me preocupa también el cansancio que tengo encima. A pesar de que he estado peor, creo, tengo que reconocer que el estar más centrado y convencido de hacia dónde me dirigía justificaba un poco más el esfuerzo. Al no tener un hilo del que sostenerme y tirar, me siento más pesado. Por supuesto esto no significa que deje de pelearla, ni mucho menos. Sólo creo que de vez en cuando es necesario reconocer el cansancio. Por más que intentemos mostrarnos fuertes para los demás, en ocasiones simplemente hay que dejarse amar.

Entonces surge otra preocupación. Cada vez admiro más la capacidad de amar que tienen ciertas personas, y me pregunto si merezco que muestren interés por mi, al mismo tiempo que trato de entender por qué todavía yo mismo no puedo explotar esa cualidad al máximo. Si bien tengo la confianza en que cada cosa se da a su tiempo, vuelvo a preguntarme si no estaré perdiendo el tiempo. De momentos pienso que, teniendo en cuenta todo lo que puse de mi parte, ya no depende de mí. Cada tanto, pienso que puede que sí.

Por último, me preocupa no saber acompañar. No sé qué decir, no sé qué hacer, no sé qué plantear, no sé cómo estar. Perdí el hilo. Y sin embargo, de alguna forma, esta extraña sensación de no saber, me ayuda a aprender muchísimo sobre mí mismo. Perder el hilo me hizo darme cuenta de muchas cosas que tengo que trabajar, que resolver. Esto no significa que vaya a aflojar. Estoy buscando respuestas. De momento, sigo para adelante y haré camino al andar. Estoy triste, pero soy feliz.

Puede que estas últimas líneas parezcan contradictorias o sin sentido, y es que perdí el hilo, pero a lo mejor simplemente lo estoy soltando un poco para, cuando lo encuentre de nuevo, aferrarme con más fuerza.

Hoy el mismo día llora; hay viento, llueve y truena. Hoy, sobre todo, muchas personas me enseñan cómo sonreír y seguir. Hoy me enseñan a aceptar lo que cuesta entender, y a abrazar la paz. La semana pasada cumplí un sueño. Vamos por más.

domingo, 29 de abril de 2012

No entiendo nada

Definitivamente es una frase clave. Si existe una persona que nunca la dijo, entonces nunca vivió. Aunque son simplemente tres palabras, se pueden usar para describir una infinidad de situaciones. ¿A cuántos se nos ha escapado una sonrisa al ver a un compañero en el colegio mirando al pizarrón con los ojos bien abiertos y diciendo con cada músculo de la cara ''no entiendo nada''? ¿Cuántos hemos sufrido esa situación estudiando para un parcial? Casi todos deben tener algún recuerdo de alguna discusión con alguien que parece haberse enojado sin razón; el primer pensamiento es: ''No entiendo nada''. Y por supuesto, ni hablar de amores y desamores. ¿Qué se puede decir del tema? ''No entiendo nada'' es bastante claro, ya vaya con una sonrisa y calorcito en el pecho, o con alguna lágrima rodando hasta los labios.

Sin embargo, estas últimas semanas que pasaron experimenté un ''No entiendo nada'' algo diferente, que quizás ya había saboreado en algún momento, pero jamás había vivido con tanta dicha. Se trata de una suma de un par de situaciones ya descriptas, con un poco más de algo que no sé bien cómo describir. Charlando con unos amigos, de hecho, lo ilustré diciendo ''Increíble, no śe bien qué palabras usar para explicarte. Es como que... no sé.''

Realmente deseo de todo corazón que quien esté leyendo esto piense ''¡Ey! Yo quiero de eso''. Es algo que llena, plenifica, te hace sentir más persona. Se trata, nada más y nada menos, de sentirse instrumento para la felicidad de otros. ¿Qué quiero decir con ésto? De encontrarme diciendo y haciendo cosas que no puedo entender que salgan de mi, es decir, sentirme casi un espectador, con la certeza de que algo o alguien más actúa a través mío. Probablemente los escépticos me crean loco, o los ateos o agnósticos un fanático, pero no me molesta, porque es algo que si yo no termino de entender, no puedo pretender que ellos puedan. Es más, los animo, aliento, desafío a que intenten experimentarlo a través de cualquier servicio que se propongan. Deseo de todo corazón que alcancen esta hermosa sensación.

Lo más curioso, que aumenta mi ''No entiendo nada'', es que enfocando mi atención en la tarea que me tocó realizar, relegando momentáneamente algunas circunstancias que me venían pesando mucho y que seguían haciendo de este año uno de los más difíciles de mi vida, algunas se fueron resolviendo causalmente (porque es estadísticamente demasiado improbable que tantas cosas se den como se dieron por casualidad) de una forma maravillosa, hasta tal punto de que me hallé sonriendo más de un día entero. No recuerdo cuando había sido la última vez de eso, pero mierda que se siente bien. No se me ocurren mejores palabras que decir que me siento desbordado de amor.

En fin, sigo con un quintillón de enrosques en la cabeza. Llegando a fin de año, y con mi capacidad para no medir las consecuencias de comprometerme mientras me de el reloj (y a veces ni siquiera), se junta mucho para hacer. Sin embargo, a pesar del relativamente importante nivel de estrés que esto me pueda producir, siento que lo que fue un año de mierda, está llegando a su fin repletísimo de luz. No entiendo nada pero, ¿qué más puedo pedir?

lunes, 23 de abril de 2012

Decisiones

A mi parecer, una de las clases más complejas de situaciones que se pueden presentar, es aquella en la que uno puede reconocer una verdadera felicidad en su vida, y aparece una oportunidad para acrecentarla. El conflicto interno se genera porque a lo mejor uno está acostumbrado o cómodo y, como ya dije, feliz, en el estado en el que se encuentra, por lo que se cuestiona si tomar dicha oportunidad para lograr una mayor felicidad aún, es un riesgo realmente necesario.

Claro está que cuando uno la está pasando mal y se presenta una opción para estar mejor, no duda dos veces en tomarla, pero si uno NO la está pasando mal y se presenta una opción para estar mejor, termina hayándose a si mismo en una especie de círculo con muchas puertas. ¿Hacia dónde ir?

Muchos no somos conscientes de que una situación de este estilo pueda presentarse hasta que se presenta. Es decir, cuando a algún ser querido le sucede algo similar, uno trata de acompañarlo desde su lugar en esta toma de decisión, y habitualmente intenta aconsejar en pos de que el protagonista sea lo más feliz posible. En cambio, cuando nos ocurre a nosotros, resulta imposible aplicar una mirada objetiva a la situación, y si alguien intenta orientarnos, puede que no queramos (''queramos'', que palabra curiosa, ¿verdad?) escuchar. ''Mi caso es diferente'', pensamos.

Sin duda alguna es un balance complejo, con muchas variables. Es posible que tanto uno como otro camino implique, en mayor o menor medida, emocionalmente o no, a otras personas, y herir a alguien no es algo deseable. Pero quizás la idea que hoy planteo sea difícil de comprender sin ejemplos concretos.

A las situaciones que me refiero son, por mencionar algunas:

- Estoy estudiando una carrera interesante, en la que me va relativamente bien, y puedo imaginarme desarrollando una vida laboral en base a ella pero, ¿es realmente algo que aporte o aportará a mi felicidad? Esta otra opción, que puedo o no haberme planteado anteriormente, ¿no es quizás más adecuada al estilo de vida que deseo llevar?

- Estoy en pareja, y soy feliz con ella, pero aparece alguien en mi vida que me mueve completamente el suelo. Por momentos surge una casi certeza de que se ajusta mejor a la persona con que soñaba pasar el resto de mi vida, una casi certeza de que puedo ser aún más feliz con ella. Hay otras relaciones implicadas de algún modo en torno a cada una de estas personas, y muchos factores a tener en cuenta (tiempo de pareja, sonrisas, discusiones, grado de conocimiento de una y otra persona, compromiso asumido, nivel de conexión o intereses compartidos, complementariedad, contención que ofrece, etc.) ¿Cómo comprender a mi corazón?

- Llevo adelante una forma de vivir. A grandes rasgos, es lo que tenía proyectado. Puede ser, como no, que me haya planteado otras, pero de momento he seguido con ésta. La mayoría del tiempo me siento feliz, pero de vez en cuando siento un cierto vacío interior, que me cuestiona si este estilo realmente me conduce a la plena felicidad. ¿Es acaso este el proyecto que debo seguir?

Por supuesto, hay un gran número de situaciones diferentes que pueden presentarse, pero estos son casos, a mi criterio, bastante representativos.

Lo primero que hay que hacer es ser capaz de reconocer el valor de la cuestión en sí. Pueden suceder dos cosas: descubro que, en efecto, esta nueva oportunidad tiene más para ofrecerme, o bien fortalezco mi seguridad en el camino que vengo siguiendo. De una u otra forma, resulta que, al fin y al cabo, este conflicto al que solemos tenerle un cierto temor nos ayuda a crecer como personas. Por lo tanto, no hay que tener miedo a cuestionarse.

Lo siguiente a tener en cuenta, de fundamental importancia, es que la respuesta no siempre es la más racional. Simplemente hay ciertas cosas (como los sentimientos) que no siempre se ajustan a nuestra clase de lógica.

Por otro lado, al recurrir a terceros buscando algo de orientación, puede ser que nos aclaren algunas cosas, como puede que las oscurezcan. Esto, por lo general, depende de si la persona a la que recurrimos tiene como prioridad el verdadero bienestar de uno, o las intenciones personales de lo que cree mejor para uno. En última instancia, siempre hay que recordar que la decisión es de uno, y los seres queridos tienen como tarea acompañar en lo que uno opte.

Una vez comprendido ésto, resta el verdadero problema de la situación. ¿Cómo decidir? Lo cierto es que cada persona y cada situación es única, diferente, de modo que no existen muchas más pistas prácticas a tener en cuenta. ¿Qué hay de las respuestas, entonces? En definitiva, las lleva cada uno en su interior. Sólo hay que animarse a descubrirlas.

lunes, 16 de abril de 2012

Pista II

Llegó a su casa después de un largo día y al llegar a su cuarto se encontró con un gran desorden de, bueno, de todo.

-Que quilombo – pensó – Mañana ordeno.

Dicho y hecho, al levantarse a la mañana, después de tomarse una ducha, comenzó a acomodar lo que pudiera. En eso, revolviendo papeles, encontró unas fotos que había olvidado. En seguida se le pasaron mil imágenes por su cabeza. Eran fotos del cumpleaños de un amigo, hace ya muchos años. Se preguntó cómo andaría su amigo y decidió llamarlo. Charlaron de todo un poco, riendo a carcajadas, por momentos. La conversación duró unos 40 minutos, y luego regresó a lo suyo. Mientras seguía ordenando, comenzó a recordar cumpleaños propios, como si también hubiese encontrado fotos. Se sorprendió del paso del tiempo. Cada año que pasaba parecía haber transcurrido más rápido.

Luego de un par de horas, se dio cuenta que tenía hambre, y se decidió a cocinar algo. Al quemarse con una fuente caliente por descuido, en seguida puso la mano bajo el agua. Su mano izquierda era. Corría el agua y observó el anillo en su dedo anular. ¡Cómo la extrañaba! Cuando la vida se la había arrebatado, había pasado por uno de los peores momentos de su vida. Y cayó nuevamente en cuenta que no tenía sentido ponerse mal por la forma en que había terminado todo, sino que debía alegrarse por el tiempo compartido. Luego de comer, quiso recordarla viendo algunas fotos de su boda. Tan hermosa. Lo cautivó la imagen del día en que la había conocido. Su primera impresión había sido: ''Esta chica es muy provocativa''. Jamás hubiera imaginado que 3 años después, tras meses de una bella amistad, terminarían enamorándose el uno del otro. El solo recuerdo de un abrazo en especial siempre sabía quitarle el aliento, y el brillo de su mirada hacía que el tiempo se detuviera.

Su hermana alguna vez le había dicho, al verlo decaído por mal de amores.

-No te preocupes. No la busques. Esa persona va a llegar cuando tenga que ser así. Y sin darte cuenta un día vas a estar hasta el cuello. Simplemente vas a saberlo. Tu corazón te lo va a gritar.

Recién ahora lograba apreciar en toda su magnitud el valor de aquel consejo y le daba el crédito que merecía.

Siguió ordenando, y halló algunas cartas. Al leerlas, no podía creer algunas de las cosas que había vivido. Observaba que en muchas ocasiones repetía la frase: ''No es justo''. Seguía creyéndolo así. Sin duda hay lecciones que pueden aprenderse sin necesidad de pasar por situaciones tan extremas. Las más importantes de esas situaciones, las que más lo habían marcado, claro está, habían transcurrido en su juventud. Si hubiese tenido que enfrentarlas paulatinamente quizás no las hubiese sufrido tanto, pero tenía la impresión de observar períodos de unas semanas de relativa tranquilidad seguidos de largos meses de problemas simultáneos que no lo dejaban salir adelante. Conflictos familiares; amigos tristes o enojados; mal de amores, por supuesto; exámenes desaprobados que parecían destrozar sus sueños; el cansancio del trabajo; fundamentalmente, falta de tiempo o ánimo para poder afrontar todos los golpes juntos. Rememorando algunas situaciones particulares, sintió una gran presión en el pecho, ardor en la garganta, y alguna que otra lágrima deslizándose por su mejilla.

-No es justo – pensó una vez más - ¿Qué hice para tener que pasar por todo eso? ¿Cómo hice para superar todo eso?

Mientras revoleaba la cabeza con gestos de negación se le abrieron los ojos de golpe y quedó paralizado. Colgadas en la pared vio fotos de los bautismos de sus hijos, con amigos suyos de padrinos. Comprendió una vez más que no había sido él quien había encontrado la fortaleza para superar aquellos obstáculos, sino esos amigos, esos hermanos, que lo habían acompañado a lo largo de tantos años.

Repitió para si mismo la conversación telefónica de esa mañana y revivió en unos cuantos segundos cientos de momentos inolvidables. Risas, llantos, mates, trucos, campamentos, abrazos, besos, reuniones con motivo ''porque sí'', cenas, películas, salidas, bailes, juegos y risas de nuevo. Y regresó la mirada hacia las fotos de sus hijos. Ya eran tan grandes, y habían formado sus familias. A manera de diapositivas pasando justo frente a sus ojos vio las imágenes de sus cumpleaños, graduaciones, y matrimonios. Todo parecía cobrar sentido por ellos. Y los hijos de sus hijos...

-¡El domingo los llevo a todos a pasear!

Las horas habían pasado casi volando, y la luz del sol empezaba a desaparecer. Se acercó a la ventana y se maravilló con el color rosado-anaranjado del cielo en el ocaso, al igual que cuando era pequeño. Puso música y siguió ordenando mientras cantaba. Y al fin terminó.

Esa noche se acostó en la cama con una fantástica sensación de satisfacción, pero no solo por haber podido ordenar su cuarto en un solo día, sino por las hazañas a lo largo de tantos años. Por última vez, repasó toda su vida. Situaciones alegres, eufóricas, tristes, dolorosas, difíciles, y maravillosamente hermosas.

- ¡Que gran aventura!- dijo con una gran sonrisa, y cerró los ojos.

lunes, 9 de abril de 2012

En lo secreto

Tengo que rendir un final bastante pesado. Por lo tanto, para no cortar la racha, me ataca la necesidad de acomodar ideas. Supongo que siempre me pasa lo mismo porque después de un rato de estudiar, o por lo menos intentarlo, me aburro fácil y mi cabeza vuela a cualquier lado. Por si fuera poco, los golpes de la vida quitan las ganas de, bueno, de casi todo. Hoy le contaba a mi hermana acerca de mi preocupación por el hecho de que, si estando ''de vacaciones'' me está costando mucho levantarme de la cama, no sé qué voy a hacer cuando empiece a cursar. Menciono esta situación porque, aunque hace años que padezco casi todos los días la falta de ganas de levantarme para poder seguir durmiendo, no me resulta tan familiar la falta de ganas de levantarme. Punto.

Tampoco logro comprenderlo, es decir, el no hacer (y no es que no ande ocupado, pero no tanto como de costumbre) me conduce a pensar más, y en un bajón pensar más puede ser bastante desmotivante. Hace algunos días leí en algún lado una frase que, creo yo, a muchos se nos ha cruzado más de una vez: ''Quiero desaparecer''. Lo curioso es que, acomodando un poco la ensalada de-mente, caigo en cuenta que no acostumbro hacer ''lo que quiero''. O sea, es cierto que muchas de las decisiones que tomo son parte de proyectos a futuro y no tan futuro, anhelos, sueños, o como puedan llamarse, pero más cierto aún es que pocas son cómodas o representan ''lo que quiero'' o ''lo que me da ganas''. A lo mejor no llego a sentirme cómodo por mi innata inquietud (que no es impaciencia, vale aclarar). Como sea, simplemente tiendo a actuar conforme a lo que considero correcto y no según ''lo que quiero''. Por lo tanto, volviendo a la idea, por ratos ''quiero desaparecer''. En seguida aparece la imagen de un desierto.

Desierto. Suena parecido a desolación pero, desde cierto punto de vista, no podría oponerse más. Claro está que el desierto tiene reputación de tener poca vida, pero es bien sabido que no se puede juzgar basándose solamente en la reputación. Para muchas personas un desierto puede resultar indeseable. Pocas precipitaciones, calor o frío extremos, monotonía, silencio, etcétera, y tomemos también desolación (como soledad absoluta). Pero además, el desierto encierra, cuanto menos, dos grandes misterios. El primero, ya lo he detallado, y es la lección a prestar atención a los detalles. El segundo, relacionado íntimamente, radica en la profunda realidad de que, en verdad, sólo está solo el que quiere estarlo.

¿Cómo puede ser ésto? Pues en todo ámbito de nuestro propio mundo, así como en el desierto, hay vida, que a lo mejor está escondida porque nosotros la alejamos, o bien no somos capaces de verla por no prestar atención. Por supuesto que pueden aparecer espejismos frustrantes. Por supuesto que por momentos nos podemos sentir perdidos sin saber qué dirección tomar. Por supuesto que podemos llegar a sentirnos solos. No hay necesidad de desesperarse, cuando existe la posibilidad de detenerse a admirar el paisaje que guarda belleza en lo secreto.

En un momento de desierto, se presenta la maravillosa oportunidad de fortalecerse y hallarse a uno mismo en lo profundo del corazón. ¿Y cuando uno no sabe hallarse? Incluso en ese desierto (bajón), aún tratando de aislarse y llegando a sentirse hasta cierto punto en soledad absoluta, muy difícilmente, si es acaso posible, no haya aunque sea una persona que se preocupe; una persona que vele de cerca por uno; una persona que, quizás medio escondida, atesore la respuesta para retomar el camino de vuelta a casa. A veces basta una palabra. A veces basta una sonrisa. A veces basta una mirada. A veces basta amar en lo secreto.

miércoles, 4 de abril de 2012

La clave está en los detalles

Un amigo me comentó alguna vez sobre una mujer que trabajó un tiempo con la Madre Teresa de Calcuta, y le había contado una que otra anécdota. Entre las historias que recordaba, una me llamó especialmente la atención. Al parecer hubo un tiempo en que estuvieron trabajando en cierto lugar en el que eran algo comunes unas mandarinas pequeñas. Todos los días le acercaban a Teresa una canasta con estas frutas, y ella pasaba un rato pelándolas para luego comerlas. Lo curioso es que luego confesó que no le gustaba mucho el sabor de las mandarinas. Sorprendida, la mujer que mi amigo conoció le preguntó por qué entonces pasaba tanto tiempo quitándoles la cáscara. ''Para cultivar la paciencia'', respondió Teresa.

No deja de fascinarme las relaciones que uno puede encontrar prácticamente todos los días. Venía con ganas de despejar mi cabeza un poco con unas líneas y ayer viendo un rato de tele (lejos de casa, de viaje) me llegaron un par de ideas. Claro está que de tener una idea a darle forma hay una diferencia. Ahora, hace apenas unos minutos, sentado y tratando de darle un cuerpo a dichas ideas, en una conversación con una amiga con la que charlamos a través de unos mensajes anoche luego de ver ese rato de tele, de alguna forma surgió el tema de los sueños, y en particular de los sueños locos. En seguida se me vino a la cabeza uno de mis sueños más locos, muy bien guardado.

Yo estaba en la puerta de la casa de una familia amiga, que queda a unos metros de la esquina. Al mirar al costado veía a un amigo parado en la esquina, con cara de preocupado. De la nada se largaba a llover, y un charco se hacía más y más grande. De alguna forma, mi amigo empezaba a adentrarse al charco, a pesar de ser un simple y poco profundo charco de calle. Su preocupación se convertía en desesperación al caer al suelo y se quedaba quieto mientras parecía ser arrastrado hacia el charco. De repente aparecía un cocodrilo que lo agarraba del pie y quería engullirlo como haría una serpiente. Mi amigo permanecía quieto, de modo que yo corría hacia el cocodrilo y empezaba a pegarle mientras le decía: ''¡Cocodrilo pelotudo! Soltá a mi amigo''.

Como no podía ser de otra forma, desperté riendo por lo delirante del sueño. Luego, al contarle todo a mi amigo, reíamos juntos al hacer chistes sobre lo que podría significar. Jamás pensé que algo podría afectar nuestra relación, pero unos cuantos meses después se enojó conmigo y dejó de hablarme. Hoy todavía no se solucionó el problema, que para empezar nunca supe cual era. Hoy, sobre todo, lo extraño.

Cambiando de tema, y no tanto, intento retomar mi idea. La semana pasada me sucedió algo medio loco, aunque no sale de la clase de cosas que me suelen suceder. Como no quiero extenderme demasiado y realmente no viene al caso, no voy a detallar la situación, pero sí confesar que por unos segundos me asusté. Luego, perdido en mis pensamientos, me atacó el temor a estar perdiendo el tiempo. Mejor dicho, no sé si perderlo, pero al menos no aprovecharlo más. Reconozco que se me cruzaron los rostros de varios amores y desamores. ¿A qué me refiero con no aprovechar el tiempo? Pues supongo que no es difícil de comprender, pero hablo de tener la seguridad (por más que sea temporal) de que una cierta personita es con la que el mundo quiere que compartas una unión, un lazo especial, y hacer oídos sordos a ese llamado, o esquivarlo por miedo a...

Inmediatamente, me puse a recordar situaciones, mensajes, llamadas, abrazos, caricias, cafés, mates, miradas, palabras dulces, susurros, sueños compartidos, cumpleaños, cartas, regalitos, golosinas, risas y algún que otro beso. De alguna forma, con la mayoría de las chicas con las que sentí en algún momento esa extraña seguridad llegué a entablar una linda amistad. Con otras, aún no es posible. Con ninguna me arriesgué lo suficiente para pasar de la amistad, creo. De cualquier forma, quedé maravillado por la forma en que simples recuerdos me hicieron brotar tan lindas sonrisas y ese inconfundible calorcito de felicidad en el pecho.

Y muchos podrían preguntarse: ''¿Felicidad? ¿Siendo todos desamores?'' Y es que la clave está en los detalles. Ellos pueden hacernos perder la cabeza, o enseñarnos más de lo que creemos. Quizás sean lo más sencillo de olvidar, y seamos capaces de ubicar con precisión solo los eventos más significativos de los años que pasan, pero son los detalles los que nos motivan a seguir viviendo. Perdón, a seguir VIVIENDO. A grandes rasgos yo puedo bien decir que la mayoría de mis relaciones amorosas fueron desamores porque, por así decirlo, los sentimientos surgieron a destiempos, es decir, no hubo coordinación. Sin embargo, por más raro que parezca, el amor no correspondido de una chica hacia mí y mi consecuente amor no correspondido hacia ella, o viceversa, a lo largo de días, horas, minutos, o incluso unos pocos segundos, fueron testigos de momentos de felicidad plena. Son situaciones algo difíciles de describir y que sumando segundo a segundo forman lo que, lejos de ser un sueño, es una profunda realidad que se convierte en el motor del propio universo. Recordar esos detalles, esos segundos de felicidad plena, alimentan la esperanza de volver a vivirlos un buen día.

¿Cómo se relaciona todo ésto con mi sueño? Pues yo creo que las amistades son también relaciones amorosas, y del amor más puro. La clave está en los detalles y allí encuentro la conexión entre todo. Hay amigos muy cercanos, amigos a escondidas y amigos enojados. Ninguno deja de ser amigo, y todos forman parte de uno. Los detalles y los recuerdos hermosos son los que dan fuerza para no aflojar en momentos difíciles, y es fundamental no dejarse consumir por esa horrible sensación de pérdida de tiempo. Creo firmemente que todo tiene un sentido, un para qué. El tiempo se aprovecha mejor cuando no se está tan preocupado por él, y es justamente en los momentos difíciles cuando el mundo nos da una bellísima oportunidad de aprovecharlo al máximo y, casi sin darnos cuenta, aprender a pelar unas cuantas mandarinas.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Locos Sueños Blancos

Ver nevar en Mar del Plata. Es algo bastante complicado, ya que hay que estar en el momento y en el lugar justos. La primera vez que lo vi, tenía unos pocos meses de vida, así que otro factor a sumar es la capacidad de reconocer este fenómeno. Se podría agregar que si no se esta acompañado de forma adecuada, no se puede aprovechar. Así resulta que las posibilidades de fascinarse plenamente con una nevada resultan bastante remotas. A pesar de todo, dio la causalidad de que el sábado a la noche me encontraba en el lugar y en el momento justos, con personas para disfrutarlo. Qué loco, ¿no? Un sueño hecho realidad.

¿Es posible fabricar recuerdos? Es decir, ¿existe la posibilidad de desear algo con tanto fervor que, después de imaginar esa situación tantas veces, el sólo recuerdo de ese deseo, de esa situación imaginada, se convierta en un recuerdo real? Me cuesta creerlo, pero de alguna forma me veo recordando haber imaginado situaciones, y esa sola idea (porque a decir verdad no es más que una idea) ya es capaz de sacarme sonrisas. El nombre de esta acción, además, me resulta bello: soñar despierto. De alguna forma, dichas ideas se mezclan con recuerdos reales, para dar lugar a un concepto que se eleva por sobre la imaginación y por sobre la realidad misma, siendo una amalgama de las dos que se hace un lugar primordial en el corazón. O quizás todo este párrafo no es más que un pensamiento irracional. En ese caso, sería sensato definir la irracionalidad.

Teniendo en cuenta que comúnmente se considera al uso de la razón la principal diferencia entre el ser humano con el resto de la naturaleza, entonces algo irracional pasaría a ser algo in-humano, o bien algo instintivo, algo que surge como producto de una falta de capacidad de controlar las propias acciones frente a una determinada situación, como consecuencia de no pensar antes de actuar. Hay quienes relacionan a la irracionalidad con la locura. En general, actuar sin pensar no está bien visto.

Matemáticamente, por otro lado, una razón es un cociente, una división. Bajo este concepto, resulta que algo irracional deja de lado la división. Entonces recuerdo un incontable número de encuentros, sea con otra persona o simplemente una percepción del mundo, que genera en mí, a primera vista sin razón aparente, una sensación de alegría. En el momento no lo pienso, pero luego me doy cuenta que en muchas ocasiones, al encontrarme con alguien querido, automáticamente los dos nos hallamos sonriendo, con ese mágico brillo en los ojos y, de vez en cuando, con un acelerado palpitar. Es así que haciendo uso de mi razón, y con el riesgo de llegar a una contradicción, llego a la conclusión de que entonces, es posible que algo irracional (por no haberlo pensado) como sonreír, fuera de ser algo in-humano, responde a la naturaleza de oponerse a la división, en un momento que une, acerca, a dos o más personas, ya sea entre ellas o con el mundo.

Es cierto, racionar no es lo mismo que razonar, pero me resulta atractivo jugar con palabras que bien se pueden relacionar. Por supuesto, quizás tan sólo sea una vez más que yo simplemente piense demasiado. Como sea, es lindo creer que hay acciones que, sin necesidad de pensar tanto, nos hacen desbordar de felicidad al despertar algo tan profundamente humano como es esa unión entre personas. Reconozco que he metido la pata al actuar sin pensar dos veces, pero también debo reconocer que más de una vez me he arrepentido de quedarme en el molde por pensar de más. Con un interesante camino recorrido, apenas hoy termino de comprender que lo verdaderamente irracional o in-humano sería obligarme a fabricar recuerdos por reprimir sentimientos sinceros que un buen día pueden hacer mis sueños realidad. Porque, ¿quién dice que un poco de locura no hace bien? Después de todo, los sueños más lindos, y los que mejor se guardan, son los sueños locos. Y por si ésto fuera poco, algunos pueden caer del cielo, bien en forma de nieve, o bien con alas propias. Hacerlos parte de uno será cuestión de soñar con locura.

lunes, 19 de marzo de 2012

Jugando al Huevo Podrido

El Miércoles fue un día interesante. A la mañana tenía turno con el médico, y si bien suelo ser bastante organizado y detallista, al llegar a la clínica me di cuenta que me había dejado en casa el carnet y el bono de la obra social, y que me faltaban $10 para poder pagar el turno. Hablando con la secretaria, que ubicaba a mi hermano, se solucionó y no tuve mayor problema.

Después de eso pasé por casa, comí medio rápido, y salí ''corriendo'' a tomarme el colectivo para ir a la facultad (el día estaba feo, así que no podía ir en bici como siempre). En tres años jamás me había pasado al tomarme un colectivo para ir a la facultad, pero cuando éste dobló, me di cuenta que me había confundido y me había tomado el 541 en lugar del 554. Me bajé y fui a la parada a esperar el colectivo correcto (momento en el cual me llegó un mensaje de texto para ir a jugar a la pelota a la noche), sabiendo que muy probablemente llegara tarde a cursar. De alguna manera, llegué justo cuando la clase estaba comenzando.

Para ir a jugar a la pelota, arreglé como de costumbre que tenía que ir a las 21.45 a lo de un amigo y otro nos pasaba a buscar en el auto. Cuando terminé de cursar, fui a casa y estuve estudiando hasta que me tuve que ir. En la casa de mi amigo, me puse a charlar con su mamá y hermana. Mientras les explicaba lo curioso de mi día y lo distraído que estaba, me di cuenta que había cometido otro acto de distracción, porque eran las 20.45. ¡Había ido una hora antes! Afortunadamente, no hubo inconvenientes porque tengo una muy buena relación con toda la familia.

En fin, parecen ser cosas de poca importancia pero, desde mi punto de vista, fue un día fascinante, ya que a pesar de haber estado más distraído de lo que recuerdo en toda mi vida, considero que todo resultó bien. Quizás no jugué un gran partido; quizás tampoco me fue de lo mejor en el examen que rendí el Viernes; y quizás hubo unos detalles más que me dieron mucho que pensar. A pesar de todo ésto, más allá de mis despistes, puedo decir que fue un gran día. No termino de entender cómo. ¿Será acaso un mensaje? ¿Puede ser que tuviera algo que aprender? ¡Por supuesto! Todos los días hay algo que aprender. Ahora bien, ¿qué?

Continuamos la semana. El Jueves tuvo lo suyo, pero la cosa se pone más interesante el Viernes. Me levanté, me bañé, tomé un poco de jugo y me fui en bici a la facu. Llegué a eso de las 10, para la muestra del parcial (y su nota) que rendí la semana pasada. Nos tuvieron esperando porque les faltaba hacer la suma de puntajes o no sé bien qué. Durante ese tiempo, con algunos compañeros estuvimos recordando anécdotas, cada uno de su colegio. Me resultó una conversación bastante interesante y algo atípica. A eso de las 11.20 llegó el profesor, escuché mi nota y vi mi parcial. Dejé que unos compañeros le sacaran fotocopia y lo devolví. A las 12, dos horas de teoría de otra materia. Después almorzamos y fuimos (con un amigo) al anexo de la facultad para repasar hasta las 17, hora del examen de otra materia. En ese rato, recordé que quizás tenía una reunión con dos amigos, por lo que mandé un mensaje de texto para confirmar. Casi sin darme cuenta del paso del tiempo, salí de rendir a las 21. Cuando encendí el celular, me llegó un mensaje confirmando la reunión. Desde el anexo fui en bici hasta la casa de uno de estos dos amigos. Hacía frío. La reunión duró hasta alrededor de las 12. Volví en bici a casa, y lo de mi amigo no queda exactamente cerca. Hacía frío. Llegué y me puse a preparar cosas para el encuentro del sábado a la mañana con el grupo de jóvenes que coordino. Me acosté a eso de las 2.

Hoy es Sábado. Me levanté con algo de dificultad a las 8 y algo, porque a las 9 tuve una reunión. Terminó a las 11, hora en que nos juntamos con el grupo de jóvenes. Disfruté el encuentro, que terminó a las 13. Vine a casa, acomodé un par de cosas, almorcé rápido, y me fui para estar en Scout a las 14. Acompañamos a la Manada en una actividad, lo que fue lindo, pero hacía frío y le presté mi campera a uno de los nenes que no había llevado abrigo. Algo que me sorprendió es que pasó a saludar un amigo que hace mucho tiempo no veía. Fue una linda sorpresa. Tras el FIBO final, a las 17.30, vine para casa, acomodé un par de cosas, tomé la leche y me fui para estar en la puerta del 23 (un famoso salón de reuniones) a las 18.35, ya que me encontraba con dos amigos para ir a (adivinen) otra reunión. Cuando llegaron, nos tomamos el colectivo y llegamos con gran puntualidad a las 19.30. Fue una hermosa reunión, que duró aproximadamente hasta las 21.10. Se largó una maravillosa tormenta, pero uno de mis amigos se ofreció a (con el papá, que lo pasaba a buscar en auto) alcanzarme hasta mi casa. Llegué a las 22. Se acerca el final del día y me encuentro con una situación que esperaba fuera diferente.

¿Qué punto tiene describir algunos días de mi semana? Pues encontrarle un sentido. Tras una semana tan larga, me doy cuenta que tarde lo vi. O mejor dicho, lo vi hace mucho tiempo, pero recién ahora lo recibo. Mi semana me advirtió que soy el distraído, y por fin me llegó el huevo podrido. A lo mejor sea un pensamiento muy drástico, pero creo que a continuación se presentan meses de decisiones muy difíciles. Curioso es que, al parecer, ni siquiera puedo hacer demasiado al respecto. Si bien me gusta jugar, mi vida no me parece un juego. Me niego a ser el huevo podrido, y hay una cosa que sí puedo controlar: no me pienso dejar vencer por las dificultades. Voy a poner todo mi esfuerzo, todo mi amor y lo mejor de mi para aprender, para crecer. Días tan largos me recuerdan que la vida puede tener tantas cosas buenas como malas, y depende de mí quedarme con unas u otras. El Miércoles me cuenta que, de alguna forma, todo puede salir bien. Confío en que cuando pase la tormenta, a pesar de todos mis defectos, voy a poder mirar atrás y pensar: ''Qué gran día''.

lunes, 12 de marzo de 2012

Ni muy muy, ni tan tan

Es una frase que siempre me causó algo de gracia. Es curioso que, siendo que hace años no la escuchaba, la recordé hace unos días, y antes de ayer alguien más la mencionó. Casi parece que me quiere decir algo. Me asombra con qué facilidad puede describir algunas situaciones, y cómo uno puede quedarse con una parte u otra de la oración que construye. Por ejemplo, hoy por hoy puedo decir que no estoy ni muy muy contento, ni tan tan triste, y prefiero quedarme con la segunda mitad. O que no soy ni muy muy tonto (creo), ni tan tan inteligente, y preferir la primer parte. O bien que todos, en general, no somos ni muy muy atentos, ni tan tan sordos, y en este caso me quiero detener.

Vivimos en la era de la información. Eso dicen, cuanto menos. Por momentos, a mí me parece, que hay demasiadas cosas que abomban sin transmitir nada. Entre tantos carteles y estruendos, propagandas y embotellamientos, recibimos tal número de situaciones y mensajes que, por más que queramos enfocarnos en uno solo, nuestros sentidos se pierden al repartirse entre TODO lo que nos rodea. Nos hemos ido acostumbrando, parece, a tratar de abarcar tanto con nuestra capacidad de observación que, al final, olvidamos los detalles y podemos llegar a perder de vista el objetivo. No todos tenemos el mismo objetivo, claro está, ni sabemos identificarlo en todo momento, y quizás por eso, en un mundo lleno de oportunidades, nuestras mentes acaban por saturarse. Pero a veces tampoco hacemos demasiado para evitarlo.

Me he sorprendido a mí mismo en múltiples ocasiones evitando el silencio, por ejemplo. Es curioso porque en el silencio puedo enfocar mejor mi atención, y justamente trato de esquivarlo para no pensar tanto. A lo mejor es que la mayoría de las veces que trato de frenar, todo termina conduciendo mis pensamientos hacia mi trama principal. Aún sabiendo que puedo estar equivocado y que hoy esta personita no sea la protagonista de tal trama, constantemente me invade esa seguridad. Pero es sólo por comentar.

Donde quiero detenerme es en el proceso de llegar hasta esos pensamientos, porque si uno siempre puede encontrar una forma de relacionar lo que se dispone (aunque sea inconscientemente), en ocasiones pasan muchas otras imágenes en el medio. Algo que me sorprende, cuando no le escapo al silencio, vuelvo a reconocer, es la capacidad de poder apreciar cosas sencillas que perdemos de vista y, sin embargo, son fundamentales para llevar adelante una vida plena. Soñar y proponerse metas altas es fundamental para cualquier persona, y para alimentar el deseo de vivir, pero cuando nos olvidamos de las cosas que tenemos al alcance de la mano, podemos encontrarnos sin nada de lo que sostenernos. Podemos y está bien mantener la frente en alto y mirar hacia arriba, siempre y cuando tengamos en cuenta que para subir, tenemos que conocer los escalones en que nos apoyamos. De otro modo, tropezamos antes de lo que esperamos.

Y así volvemos a la misma encrucijada de tantas otras veces: ¿dónde quiere llegar este flaco con esta sopa de letras? A lo mejor no llegue a ningún lado, pero mi intención es aprender a apreciar los detalles del viaje. Una mariposa o una hoja de otoño bailando en el aire; unos cuantos rayos de luz que se abren paso a través de densas nubes; un abuelito caballero haciendo ademán con la mano para que otros suban primero al colectivo; el fascinante romper de grandes olas en un día ventoso; una ducha calentita tras un largo y frío día; el aroma a pan fresco en el horno; las palabras justas de la persona menos esperada por pura causalidad; el cariño y el brillo en los ojos de pequeños que te admiran quién sabe por qué; la ternura de aquellos que se saben conmover; el levantarse a la mañana y que haya algo por hacer; y mejor no sigo porque no termino más.

No todos los días estamos con todas las luces, o con el mejor humor, por lo que no somos muy muy atentos. Sin embargo, no nos quedemos panchos porque, por más que lo intentemos, tampoco somos tan tan sordos. Algo, entre todo, podemos llegar a escuchar, y es que el mundo sabe hablar.

De alguna forma, encuentro coraje para prestar atención e intento observar, detalladamente, todo a mi alrededor. Las cortinas cerradas, mi cama deshecha, mi hermano durmiendo y sólo una lámpara prendida. La puerta al garage medio abierta, una guitarra desafinada y un muñeco cachuzo. Desodorantes, perfumes, algún que otro libro y unos souveniers. Unas tijeras que nunca supe qué hacen ahí, el estuche de los lentes en el escritorio y el celu arriba de la rana. Unos escarpines talle 42 sobre las frazadas, al lado de una bufanda naranja, y ni te cuento abajo de la cama. Un par de pósters, unos cuadros de viaje de egresados, una bandera y varios años de recuerdos colgados. Una mochila-botinera, una escoba con su pala y unas cuantas pañoletas. Un sillón, figuritas pegadas en la pared y un reloj que siempre marca la misma hora. Mi hermano resopla por momentos, sumido en algún sueño, mientras yo intento controlar mis pensamientos.

Los perros ladran de a ratos, y quizás se escucha el ruido de un auto al pasar, pero salvo eso, una vez que me acuesto, sólo escucho recuerdos y un único sonido más, que suele costar reconocer. Por alguna razón, aunque nos persigue todo el tiempo, solemos olvidarnos de que existe, o hacemos oídos sordos a lo que nos quiere decir. A veces se acelera, y otras parece detenerse. Cuando quiere hacerse notar, sabe marcarnos el ritmo a seguir, pero ni así le damos la importancia que merece. No sé bien cuánto tiempo paso sin prestarle atención, pensando e imaginando situaciones hasta que al fin caigo dormido. De todas formas, sigue hablándome a través de sueños. De a poco, se transforma en una casi melodía que flota en el aire.

¿Qué es ese sonido? Pues no es el de un avión, ni un grito (convencional), ni el de un fuego artificial. No suena como un chapuzón, ni como un ave cantando, y mucho menos como un gol. No es el ruido de un arma, tampoco el de una corneta, y ni se acerca a un bandoneón. No es tango, ni cumbia, ni pop, ni rock 'n' roll. Se parece al mismo silencio, y al tiempo a un tambor, pero no es ni un trueno, ni un timbrazo, ni un volcán en erupción. Si probamos con onomatopeyas, no es ni un ''bang'', ni un ''pow'', ni un ''run run''; tampoco un ''slash'', ni un ''wow'' y ni siquiera un ''chin pum''. Es casi un arrullo, pero no llega a ser canción. Me gusta imaginar otros, y tenerlos de comparación. Quizás sea impresión mía, pero me suena como una voz. Me cuesta hacerle caso, y lo ignoro con mi razón. Me ha acompañado siempre, pero lo he dejado solo y a veces anda tristón. Me han dicho que es grande y que contiene mucho amor. Le han dado caricias, y lo han partido en dos. Mis amigos, por su parte, siempre ofrecen protección. De vez en cuando se acelera, cuando siente a esta personita venir. Mas, ¿cómo suena, entonces? Ni muy muy fuerte, ni tan tan despacio, y no sé con qué seguir, pues describir ni pronunciar yo puedo, el sonido de mi corazón al latir.

Supongo que un mensaje claro (los detalles) hoy me intentan transmitir:

- Ganso, dale una razón de ser, que no está ahí porque sí.

Estoy seguro que a otros les pasa lo mismo. No olvidemos que SIEMPRE tienen algo que decir.

lunes, 5 de marzo de 2012

¡A brillar se ha dicho!

Parece fantástico que muchas de las estrellas que miramos cada noche ya no existan. Sucede que muchas están tan lejos que el día que mueran ese último aliento de luz que irradien tardará muchísimo tiempo (hasta millones de años, incluso) en llegar a nuestro cielo. Es maravilloso que hay un sinfín de estrellas brillando, y algunas hasta se animan a hacerlo juntas. Más hermoso, todavía, resulta pensar que también nosotros podemos brillar y hacer que, más allá de las distancias y del hecho que quizás no estemos para presenciarlo, nuestra luz llegue al corazón de alguien, algún día.

Mañana rindo un parcial. No deja de llamarme la atención el hecho bastante común que, cerca de algún examen importante, pase algo que haga que mi cabeza salga despedida hacia... ¿quién sabe? Son tantas cosas que se me pasan por el bocho, y yo sin saber qué hacer. Por momentos quiero salir a correr; por momentos sólo desaparecer. De a ratos, volver al año pasado, o quizás tan sólo a un ayer. Siento ganas de romper cosas, de gritar, o de largarme a llorar; putear a alguien de arriba a abajo, pienso, sería ideal. Pero no... No. Entonces trato de ordenar aunque sea un algo del todo que me martilla, porque el crónico dolor de cabeza es un grito de ayuda de mi inconsciente por ponerme a escribir. Después de todo, de nada sirve estudiar cuando no tengo más lugar.

La pregunta es la de siempre, con algunos detalles diferentes: ¿qué hice para tener que pasar por ésto? Si algunas personas me tratan tan mal, llego a creer que me odian. Y si es así, ¿por qué? Pienso, repienso y revuelvo cada idea, cada recuerdo, tratando de encontrar respuestas. Algún que otro día casi llegan a convencerme de que soy una mala persona, e incluso llego a inventar algo que no hice, para justificar dicho maltrato. Verás, estas personas no sólo están cegadas de bronca o rencor, sino que se niegan a decirme la razón. Me resulta curioso porque quienes se jactan de vivir en el Amor deberían hacer lo posible por ayudar a toda persona a crecer, y si realmente soy tan desastroso, lo menos que podrían hacer sería marcarme errores. Sin embargo, no lo hacen, lo que me lleva a la conclusión de que, o no saben el motivo de su enojo, o tienen miedo de enfrentar la realidad de un error propio al juzgarme sin juez, evidencias ni saber. El tema es que también termino pensando que esta idea es quizás muy idealista, en el sentido de idealizarme a mí mismo, buscándome justificaciones o excusas (que no son lo mismo), y existe la posibilidad de que realmente yo haya hecho las cosas tan mal. Pero, entre contradicciones, termino volviendo a la realidad, y me doy cuenta de que, con los recursos que la vida hoy me ofrece, no tengo forma de entender sus acciones, ni qué haya hecho yo tan mal.

Es importante resaltar el ''tan'', porque antes que cualquiera piense que soy incapaz de ver mis errores, quiero decir que reconozco muchos de los que, hasta cierto punto, puedo arrepentirme. Ahora bien, dadas las circunstancias y mi vulnerabilidad emocional, considero que no se me presentaron demasiadas oportunidades para hacer las cosas mejor de lo que las hice. Entre los pocos amigos con los que he charlado algo sobre el tema, más de uno me ha dicho que le cuesta imaginar cómo soporto tanta ansiedad. ¿Quién dice que la soporto, de todas formas? Con algo de humor recuerdo que de chiquito ''ansiedad'' me sonaba a ''ancianidad'', y últimamente me siento viejo, apagado, frío.

Por otra parte, aún buscando respuestas, intento ponerme en el lugar de estas personas. Es evidente que no puedo hacerlo, porque sus reacciones de este año me llevan a pensar que no las conozco lo suficiente. Como sea, intentarlo me ayuda a calmar mis emociones y evitar mandarme más y peores cagadas. A pesar de que pienso demasiado (no es noticia nueva) y eso muchas veces puede llegar a hacerme mal, también controla al ser impulsivo dentro mío que intenta salir a la fuerza, cuando otros me tiran mierda. Me genera un insoportable dolor de cabeza, pero me trae una relativa calma, porque la violencia no sabe dominarme.

Soy optimista. Un buen amigo me dijo una vez algo que le gusta de mí es que siempre le encuentro el lado positivo a las cosas. Acto consecutivo me confesó que algo que no le gusta de mí, es que siempre le encuentro el lado positivo a las cosas. ¿Será que hay cosas sin lado positivo? En física me explicaron que, a fin de cuentas, los monopolos sí existen, sólo que no se han encontrado. A lo mejor este concepto se aplica también a la vida de cada día, y pueden existir, después de todo, situaciones de las cuales no haya nada que aprovechar. Ahora bien, soy muy orgulloso, y sigo rechazando la idea de que no todos los días haya algo nuevo que aprender. Lo que sí puedo aceptar, a lo sumo, es que se den ocasiones en las que olvidemos algo, y sin necesariamente aprenderlo (porque ya lo sabíamos), nos encontremos recordándolo. Reitero: estoy convencido de que no existe tal cosa como una mala persona, sino que todos somos buenos por naturaleza, y algunos sólo necesitan que alguien se los recuerde.

Y siento un pinchazo que me dice: ''che, la convicción es una idea muy fuerte''. Sin duda alguna. ¿Cómo puedo estar convencido de algo, entonces, dado el cambiante mundo en el que vivimos? Pues este mundo me sigue hablando día a día y me da cachetazos para que no afloje en el momento justo en el que estoy a punto de dejar de intentar levantarme. Un amigo que, más allá de la distancia, me manda un mensaje de cariño y me invita a sostenernos el uno al otro; uno que simplemente se conmueve y me acompaña en mi dolor, sin dejar por eso de hacer chistes constantemente para levantarme el ánimo; y uno más que, de la nada, me dice que siente la necesidad de decirme que me quiere y que soy muy importante para él... ¿Qué más necesito?

La cuestión que se presenta, en definitiva, es la siguiente: estas personas, ¿me tratan tan mal porque soy una mala persona, o como fruto de un dolor que no saben conciliar? Seamos optimistas. Creo que el dolor es la razón, y esa es mi razón para intentar ponerme en su lugar. El siguiente paso es, entonces, hacer cuanto de mí dependa para ayudarles a sanar ese dolor. Y el problema es que, aunque no sea mi clase de convicción, ellos están convencidos de que lo mejor es que yo esté alejado, por lo que no me acerco. Sin embargo, cuando alguno se acerca a mí, yo caigo en la ingenua ilusión de que tienen buenas intenciones e intento generar un espacio de conversación en el que se pueda aclarar todo. La respuesta que recibo es un ataque tras otro, y lo que parece ser un boludeo. Parece que, a pesar de mi empeño por aclarar y solucionar todo, ellos prefieren confundirme más. Después de ésto, ¿qué me queda por hacer? Pues seguir creyendo que un buen día se atreverán, cuanto menos, a marcarme mis errores...

Mientras tanto, ¡a brillar se ha dicho!

lunes, 27 de febrero de 2012

Amigos a Escondidas

No estoy pasando por un gran momento. ¿Qué me anda pasando? Algunos lo sospechan y pocos lo saben, pero todavía menos lo entienden. Está bien, porque así quiero que sea. Trato de mantener la frente en alto porque no me gusta preocupar a nadie, y es muy importante para mí que las personas a las que confío cómo me siento, sepan cuánto significan en mi vida, ya que no se lo confío a cualquiera. Más allá de mis motivos, el hecho es que, por más pilas que intente poner, me está costando sonreír.

Todo recuerdo forma parte de uno y representa algo aprendido, crecimiento, madurez. Quien busca olvidar, busca perder parte de sí mismo, como consecuencia de no reconocerse capaz para enfrentar la maravillosa realidad que le toca vivir. Es por eso, entre otras razones, que intento no olvidar. Me regocijo al guardar en lugares escondidos de mi mente esas situaciones que me han ido formando, ya sea con puños cerrados o con manos estrechadas.

Hoy, mientras andaba en la bici camino a la facultad, iba serio, pensando en todas las personas que me preocupan, que me duele ver con dolor, o que buscan erróneamente la felicidad donde no puede encontrarse. De repente, una ráfaga de viento (en contra, por supuesto) sacudió unos cuantos árboles y un montón de hojas se me vinieron encima. No sé bien por qué, pero lo encontré fascinante. En un segundo, se me pasaron por la cabeza unos cien rostros de personas que no veo desde hace mucho tiempo, e incluso personas que vi una sola vez en mi vida. Unas me animaban a levantarme, mientras otras preferían patearme en el suelo. ¿Por qué habría de recordarlas? Supongo que si hay personas que saben amar, y personas que prefieren odiar, las primeras no tienen precio por su capacidad de asombrar, mientras las últimas valen la pena por ser personas y también tienen mucho para dar, si tan solo se atreven a descubrir su potencial. Sin quererlo, y sin darme cuenta, sonreí al repasar nuevamente todas aquellas imágenes.

Me quedé pensando en las hojas. Eran, claro está, hojas de otoño, hojas secas. ¿Por qué me susurraron junto al viento esos recuerdos? Será quizás que el otoño no es tan frío, que si bien la primavera se siente más fresca, esta curiosa estación en la que nos encontramos sabe mostrar colores que aquella no, y puede sacudir nuestra vida en un abrir y cerrar de ojos. Así son todas esas personas que pasaron y/o pasan hoy por mi vida. Sin saberlo, su presencia significó tanto que nunca pudieron escaparse de mí. De alguna forma, con una mirada (dulce o de odio), una palabra, una sonrisa, una puteada, un llanto, un silencio, o lo que sea, me enseñaron algo que, aunque quisiera, no puedo olvidar. Porque incluso cuando de a ratos creemos olvidar algún recuerdo, un día como cualquier otro puede aparecer para atacarnos desprevenidos y decirnos:

''¡Ajá! Pensaste que me habías perdido para siempre, ¿no? Pues lamento decirte que estoy metido a flor de piel, y depende de vos que yo sea espina o miel.''

Me di cuenta, de repente, que si yo puedo ver aquellos rostros por momentos, entonces quizás otros puedan recordar el mío. Una idea perfecta se me cruzó por la cabeza: ''amigos a escondidas''. Así es, todas esas personas resultan ser mis amigos. ¿Cómo es eso? Pues muy sencillo: me hacen quien soy. Quieran ellos o no, cuando se me plazca puedo acordarme de cuando reímos juntos a carcajadas. O cuando se nos llenaron juntos los ojos de lágrimas. O aquella vez que desde lejos nos vimos y corrimos para darnos un abrazo. O a lo mejor ese día en que sin razón se enojaron tanto y pensé: ''Mierda que duele verlo así. Cuánto lo quiero''. Y ellos jamás se enteran.

Pero una amistad se entabla entre dos personas, ¿verdad? La reciprocidad de estas extrañas relaciones radica en que un buen día podemos poner en práctica lo que nos enseñaron, y así los hacemos presentes en nosotros, volviendo a ese encuentro que tuvimos alguna vez. La frutillita del postre está en que existe la posibilidad de que otro buen día vuelvan a aparecer como por arte de magia, y nos toque a nosotros regresarles el favor. ''Amigos a escondidas'' es un término perfecto ya que ellos no tienen por qué enterarse del bien que ansiamos, les deseamos o finalmente devolvemos. Realizar una buena acción sin obtener reconocimiento ni recompensa es la caridad en su máxima expresión, y así, más que nunca, resultan ser verdadera luz en nuestra vida, porque nos hacen mejores personas.

Quizás, y no digo que sea así, del mismo modo que yo tengo la fantástica oportunidad de atesorar a todas esas personas, alguien allá afuera que piense en mi, me recuerde con cariño. A lo mejor, vos y yo somos amigos a escondidas. Por lo tanto, si particularmente me gusta recordar rostros con sonrisas, no tengo motivos para negarle la misma dicha a los demás. No me parece tarea fácil, pero creo que es lo mejor, y cuánto más vale un sacrificio, que cualquier otra acción.

Hay recuerdos que brotan día a día, y otros que saben aparecer en el momento justo; hay algunos que atesoramos casi más que a ninguna otra cosa, y muchos que ni sabíamos que existían, pero no dejan de sorprender; unos cuantos son de saber popular, y muchos son tan personales que sólo animan a asomarse frente a uno o dos corazones. Hay recuerdos felices, tristes, graciosos, viajeros y vergonzosos. Hay recuerdos fríos, perezosos, aventureros, dulces y amargos. Hay recuerdos suaves, claros, borrosos, lejanos y recientes. Hay recuerdos dolorosos, hermosos, lluviosos, calurosos y hasta con osos. Hay unos que no se pueden ir y recuerdos de ningún recuerdo, que se mezclan con sueños al dormir. Hay recuerdos de amigos, amigos que recuerdan, amigos escondidos, y recuerdos por venir. Cuando te sientas solo, triste u olvidado, que no te venza el sufrir. Recordá que alguien piensa en vos y entre hojas, con cariño, te susurra: ''Sonreí''.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ese silencio...

Con la tecnología que nos rodea por momentos parece ser que perdemos algo de comunicación. En algún momento si querías hablar con alguien realmente hablabas por teléfono. Ahora los mensajes de texto e Internet reemplazan el verdadero ''escuchar'' lo que el otro tiene para decir. No estoy criticando. Yo hago buen uso de estos medios, y en ocasiones son sumamente útiles, pero sigo prefiriendo el sonido de la voz de la persona con la que quiero hablar, y si hay unos mates de por medio, mucho mejor. Sin embargo, y por más que se busque, no siempre es tarea sencilla hallar el momento para hacerlo. Entonces cobran sentido, de algún extraño modo, las pantallas y las teclas.

Parece estúpido estar frente a una pantalla y simplemente pensar, sin saber qué hacer, pero en alguna que otra ocasión el solo hecho de saber que alguien más está del otro lado, reconforta. Aunque no sea como estar juntos físicamente, con un poco de esfuerzo se puede adivinar a la otra persona escribiendo, e imaginando esa conversación en otro lugar y con esos mates; sentir sus silencios y sus pensamientos, de cierta forma, como si se estuviese cara a cara.

Y es super curioso caer en cuenta de todo lo que dice aquel silencio. Porque uno puede pasarse minuto tras minuto perdiendo la noción del tiempo tecleando y tecleando, sin decir mucho, pero ese silencio... En ese silencio tu cabeza trabaja como nunca, se cruzan un millón de cosas para decir que puedan dibujar una sonrisa, y eso te hace sonreír a vos. De la misma forma, ese silencio, esa pausa, quizás indica que a la otra persona le pasa exactamente lo mismo. Ese silencio conecta, une, a través de una pantalla. Qué loco, ¿no?

Más curioso es todavía, creo yo, que no hagan falta las pantallas. Por momentos al caminar solo por la calle, yendo a donde sea, puedo sentir a alguien al lado mío. A lo mejor no, y es pura imaginación o locura, pero me gusta pensar que así es. Me gusta olvidarme de todo el aparatejo e incluso de todas las razones que evitan ese encuentro con la persona que quiera ver, y hacer de cuenta que estamos conversando en cualquier momento del día, en cualquier lugar, y sobre cualquier cosa. Me gusta encontrarle el sonido y la música de fondo al mundo.

Soy raro, lo sé. Disfruto mucho de realizar diferentes y extraños planteos acerca de todo lo que pueda, para intentar alcanzar una visión más amplia de la vida. Eso provoca, muchas veces, que mis ideas no estén de acuerdo con las del común de la gente. Por ejemplo, muchas veces he escuchado, e incluso dicho yo mismo, que es muy importante saber que, para ayudar o querer a otras personas, hay que estar bien y quererse uno, en primer lugar. Sin embargo, hace poco me di cuenta que realmente no creo eso, sino que estoy convencido de que, al contrario, para poder estar bien y amarse uno, es necesario amar a los demás. Tengo la certeza de que uno puede encontrarse a sí mismo únicamente en la mirada de alguien más. Así es que la razón por la cual podemos ver nuestro reflejo en los ojos de otras personas, es porque realmente estamos ahí, dentro suyo, y ellos dentro nuestro.

Supongo que de esta manera cobra algo de sentido el poder sentir (o aunque sea, creer sentir) lo que otro siente o piensa, incluso estando separados físicamente. A lo que le llamamos intuición, o simple impresión, es en verdad común-unión. Por lo tanto, puedo asegurar que, haya o no pantalla y teclado, haya o no un encuentro cercano, haya o no una llamada telefónica, alguien allá afuera encuentra luz y calor (o una suave lluvia que acaricia) al pensar en mí, porque yo encuentro eso mismo al pensar en personas que no me hacen sentir amado, sino que me hacen saber amado, y así iluminan mi vida, día a día.

Ni una carta, ni una sonrisa, ni una lágrima; ni un regalo, ni un abrazo, ni el insomnio de los dos. Sólo necesito, y digo todo en una rima, oír en el silencio el sonido de tu voz, que brota de tus ojos, huele a flores en otoño, acaricia en un suspiro y sabe un poco como amor.