Un loco está en el trabajo a punto de terminar su turno. A
decir verdad, el turno termina a las 15 hs , pero siendo 15.10 hs, luego
de terminar con algunas cosas que deseaba acomodar antes de irse,
delibera en el vestuario si la temperatura estará para ponerse la malla o
el jean. Se decide por el jean. Una de sus compañeras, al saludarlo, le
dice:
-Apurate que se viene una tormenta bárbara y te va a agarrar andando en bici.
-Ok, gracias. Nos vemos mañana - responde él.
Malla entonces.
Sube
las escaleras y se encuentra con que el cielo decidió empezar a dejar
caer lluvia. Saluda al resto de sus compañeras y, antes de salir a
mojarse, dispuesto a volver a su casa en bicicleta empapado sin ningún
problema, sonríe diciendo:
-Dicen que es una cuestión de actitud, ¿verdad?
A un paso de la puerta del local, empieza a caer granizo como nunca antes había visto.
Se da vuelta riendo una vez más y comenta:
-Aunque la actitud no me alcanza para la piedra, jaja.
Hace
entrar a todas las personas que se encuentran al lado de la puerta,
bajo el techo del edificio donde se halla el café en el que trabaja,
cierra la puerta y espera que las paredes de vidrio resistan el asedio.
Una vez que deja de granizar la gente empieza a irse agradecida. Cinco
minutos después, se pone en marcha.
Como de costumbre,
empieza a pedalear por la costa hasta la calle Ituzaingó y sube por allí
hasta estar a unas cuadras de su casa. Las calles están pintadas de
blanco (el granizo casi parece nieve, si no fuera por el tamaño de las
piedras), verde (hojas y ramas de un sinfin de árboles y plantas) y
gente. En el centro, el hielo provoca caídas de unos cuantos de todas
las edades. Va pensando que nunca ha visto tantas personas por la calle
parada junto a sus coches y en las puertas de sus casas.
Mientras
sigue pedaleando, pierde la cuenta de la cantidad de autos abollados y
con los parabrisas rotos que aparecen; se estremece al ver a un abuelo
con un trapo en la cabeza y sangre; se sorprende al ver palomas muertas y
otros pájaros lastimados que, al intentar escapar de la tormenta,
parecen no haber llegado; se queda boquiabierto al ver tejas apiladas en
la vereda que solían estar colocadas en un techo. Y empiezan a
escucharse sirenas.
Se cruza con algunos amigos y les
pregunta cómo andan. Todos parecen estar bien, o al menos a los que se
cruza. Entonces se da cuenta que ya no llueve y puede sacar el celular
para empezar a llamar a sus familiares y amigos cercanos.
Ya
llegando a su casa está un poco más tranquilo, aunque sigue fascinado
por lo que pasó. El loco tiene que estudiar y, aún así, le surgen ganas
de relatar algo acerca de un domingo diferente. No puede sacarse de la
cabeza preguntas que (él está seguro) recorren toda la ciudad feliz.
-¿Ahora qué hacemos?
-¿Cuántos accidentes se reportarán?
-¿Qué estarán pensando los mecánicos y chapistas?
Sin embargo, otra pregunta reina su pensamiento...
¿Será un llamado de atención a valorar más lo que tenemos y, en especial, a quienes tenemos?
El loco, entre tanta locura, agradece tener sanos a los suyos.