lunes, 29 de septiembre de 2014

Trance

Cuando dos se quieren, el universo se confabula. Se con-fabula para que estén juntos y sonreír al verlos. ¿Cuál es la moraleja?
Se refugian, porque es cuestión de tiempo. Pero el tiempo ya no existe. Vaya y pase. Pase y vaya. Pasa y valle. Pasa, fruto del tiempo, llena de dulzura. Valle, resguardado del mundo, un mundo en sí. El tiempo ya no existe, pero el tiempo pasa. Y ellos en su valle, donde no los alcanza.
Pasá y picá. Y el olor a cebolla en las manos. Y el almuerzo de mañana, porque sobra. Tiempo sobra, porque no los alcanza. Duermen, o dormitan. Y en un abrazo el tiempo para. Cuando se deciden a dormir... Ya no duermen. No pueden o no quieren. Pero juegan a estar dormidos, porque les gusta escucharse y hacerse los dormidos, a ver (sinestesia) qué dice el otro. Preguntar cuando uno está en trance es peligroso, entonces juegan a estar en trance. Aunque no preguntan. Porque saben que el otro escucha y simula dormitar. Se confiesan que el universo se confabula. Sonríen. Se abrazan. ¿Cuál es la moraleja?
El tiempo sobra. O no sobra, pero está de más. Ya no existe. Sólo existen ellos dos. Y la lluvia. Y el viento, que no es viento, sino un suspiro. ¿Qué pasa? Nada... Es lindo estar así. Hace unos meses no sabía, no pensaba que... Otro suspiro. Se está bien así. Sonrisa. Puente. Caricia. Duermen. Ya no hay tiempo. Hasta que despiertan y se reconocen. Se re-conocen. En realidad nunca se conocieron, porque ya se conocían, se sabían, se esperaban. Entonces se recordaron.

lunes, 22 de septiembre de 2014

No lo planeé

Creo que más de una vez ya he mencionado que siempre tuve la capacidad de proyectar a futuro y así fui planificando en cierta medida mi participación en diferentes actividades por muchos años, quedando satisfecho. También creo haber dicho alguna vez que seguir corazonadas tiene su encanto, que se puede crecer y aprender mucho con las cosas que nos sorprenden, para bien o para mal. Hace varios meses que esta idea viene tomando más forma.

El lunes, volviendo en colectivo después de compartir una tarde, una noche, una mañana y un almuerzo con varios amigos, nos ubicamos en el fondo, porque era donde más lugar había, ya que estaba bastante lleno. En un momento, un pasajero se levantó de su asiento para bajar, por lo que nos fuimos corriendo como podíamos para darle paso. En eso, uno de mis amigos se apoyó sin querer en el espejo que está sobre la escalera de descenso y lo rompió en unos ocho pedazos. Nos pusimos medio nerviosos y no sabíamos que hacer, especialmente el agresor de espejos, que midiendo más de un metro ochenta quería esconderse. Sí, fue gracioso. Al menos hasta que se cayó uno de los pedazos de espejo, cerca de un nene que dormía. Entonces, una vez que no había tanta gente en el pasillo, removimos todos los fragmentos del marco, los pusimos en una bolsa y nos acercamos al chofer del colectivo para pedirle disculpas y preguntarle si le descontaban la reposición.

Ese mismo día a la noche, cerca del centro, yo caminaba solo, yendo a cenar a media cuadra de lo de mi hermana, cuando un flaco se me acercó para pedirme un papelillo. Me sorprendió porque, si bien es común que la gente pida fuego o un cigarrillo por la calle, nunca me habían pedido un papelillo.

Unas cuadras después, pensando en las dos secuencias y en el libro que estoy leyendo, me pregunté: ¿por qué no hacer literatura de un espejo roto en un colectivo o de que me pidan un papelillo por la calle? Lo sé, corro el riesgo de que los que saben me condenen por decir esto, pero creo que cualquiera puede hacer literatura de su vida, que está llena de cosas que no planeamos o esperamos, así como esos desenlaces, capítulos o diálogos inesperados que disfrutamos tanto al leer un libro.

Por ejemplo: hoy. Teniendo turno con el psicólogo (80 cuadras) a las 10 de la mañana, se me hizo tarde para ir en colectivo, por lo que agarré la bici a pesar de que había una niebla relativamente densa en toda la ciudad, de esa que va acompañada por una humedad que hace que las calles estén mojadas sin que haya llovido. Al salir de allí, el cielo empezaba a despejar y pasé a visitar a unas amigas por un café (37 cuadras). Luego, a comprar parafina, velas y pabilos (15 cuadras). Después, pasé por una librería (16 cuadras) a comprar un libro para un amigo y dos para mí. Entonces, tenía que almorzar antes de tener una reunión en la casa de un amigo, por lo que me senté en un café (30 cuadras), frente a una plaza, a comer un tostado de jamón y queso con un exprimido de naranja mientras leía, en un día que, con el cielo casi totalmente despejado, me sale describir simplemente como espectacular. Mientras estaba en eso, me escribió al celular un amigo-al-que-le-llamo-hermano sacerdote para describirme cómo su equipo había ganado un partido de truco en una mano ciega cuando iban perdiendo 29-28, jugando con chicos del colegio en el que es capellán. Cerca de las 14 fui a lo de mi amigo (14 cuadras) y terminada la reunión, finalmente volví a casa (83 cuadras).

Justamente ayer recordaba cuánto me gusta andar en bici. Hoy, de haber salido de casa con tiempo a la mañana, me hubiese movido en colectivo. Sin embargo, por algo que no planeé (que se me hiciera tarde), tuve la oportunidad de ahorrar dinero, tiempo y, de paso, disfrutar de aproximadamente 31 km (porque en un rato voy a cenar a lo de unos amigos) de andar en bici en un día de invierno bellísimo.

Quizá describiendo todo simplemente como una secuencia de acciones, sin detenerme en la riqueza de las conversaciones, no parezca muy atractivo, pero creo que este día bien podría ser un cuento. Es fascinante porque me siento muy vivo y me sé feliz. Y es que uno no planea atrasarse con la carrera; uno no planea que le rompan el corazón; uno no planea perder el contacto con amigos; uno no planea que sus padres estén enfermos; uno no planea conocer gente nueva; uno no planea que alguien lo elija como padrino de confirmación; uno no planea que le confíen grandes tareas; uno no planea reencontrarse con viejos amigos; uno no planea enamorarse; uno no planea que un amigo rompa un espejo en un colectivo; uno no planea que le pidan un papelillo; uno no planea que se rompa la cubierta de la bici para tener que comprar otra; uno no planea que se le haga tarde; uno no planea que un día que empieza feo termine siendo hermoso; uno no planea que al llegar a casa haya facturas. Sin embargo, cada una de estas cosas (y tantas otras más) encierran un misterio.

A todo esto... ¿Cómo puede mi vida ser literatura? Pues así como disfruto tanto leer un buen libro, disfruto muchísimo leer mi vida. Es sumamente divertido pensar ciertas situaciones como si fueran cuentos o novelas. La trama principal conecta todo. Por si fuera poco, está llena de signos y mensajes, como por ejemplo una deliciosa victoria de un partido de truco, que demuestra que las pequeñas cosas se pueden respirar, saborear, admirar... Y sonreír. Porque como ser tío no depende de uno, yo no planeé que una de esas pequeñas cosas, que nació pesando 4 kg y midiendo 51 cm, llegue a mi vida y ya empiece a llenarla de luz.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Conversación de una mañana de invierno

-¿Sabés? Cuando venía caminando me atacó algo extraño, como una especie de miedo a meter la pata y perderte, ponele, o mejor dicho a que nos distanciemos en algún momento, que nos veamos sin poder encontrarnos, algo así. Es fascinante, che... Significa que me importás todavía más. Cada vez más...

-Paa... ¿Todo porque me callé un par de horas? ¡Jaja!

-Por ahí es una boludez, o sea, seguro, es algo que tengo que trabajar yo, pero para mí no hablar es algo muy fuerte. Las únicas veces que dejé de hablarle a alguien fue a mi viejo, las veces que me pegó... Yo veo al no hablar como un principio de ignorar, no querer reconocer la existencia de la otra persona, y es muy fuerte eso. Como que para llegar a eso tiene que haber un dolor o un enojo muy profundos, probablemente una mezcla de los dos, aunque sea inconciente. Pero es otra de mis tantas locuras. Yo te cuento para que sepas nomás.

-También sabés el significado malo que tiene (tenía en casa) el silencio. Pero ayer fue puro buscaroñismo (sic), cero enojo. :)

-:)

-Y creo que esa sensación de no querer meter la gamba y que se caiga el castillo de naipes viene de la mano de querer al otro. En ese punto estamos casi iguales.

-”Hasta las manos”.

-Vos. :P

-Sí, yo. Vos, no sé... Contame.

-Averigualo...

-¿Les pregunto a tus amigas?

-¡Jajaja! ¡Como si fueran a soltar la lengua!

-¿Es un desafío? Puedo ser persuasivo. (¡Anexo de mierda! Está más lindo que el otro, pero el calefactor no anda, por lo menos en este aula, y me estoy cagando de frío).

-Te lo tiro para que te rías un rato. Me acabo de golpear la frente contra un estante. Eeeeexactamente en el mismo lugar donde está el anterior palo.

-Ajajajajajajajajajajajajajajajajajaja. Perdón, pero me tenté jajajaja. Te cuento para que te rías un rato. ¿Viste que ayer dije que es peligroso dejarme entrar en librerías? Bueno, me contuve de comprar más Borges, más Cortázar, “Las ventajas de ser invisible”, “Historias de Terramar”, la “Saga de los confines” y alguna otra cosa que ahora no recuerdo y sólo me compré “Todos los fuegos el fuego” en una librería, y “El alquimista” y “Los diez negritos” para mí, junto con “El alquimista” para mi hermana, en otra librería. (Me pregunto si decir que me compré “Los diez negritos” es racista). Cuestión que ahora, después de un apenas cortado y dos facturas en el autoservicio (malísimo) de la estación de servicio de enfrente, me quedan exactamente $21,60 en efectivo, y unos $200 en la cuenta de Credicoop, hasta pasado mañana que vence el plazo fijo de la cuenta de Provincia. Me siento como en un libro. Sobre todo porque apenas recién me acabo de acordar de los $20 que tengo de causalidad en la billetera de recuerdos para sumar los $21,60. (¿Me das permiso para usar esta conversación en una nota? Es perfecta. Espero recordar toda esta mañana cuando me despierte, si es un sueño).

-¡Bienvenido a los malabares del no fin de mes! Jajaja. Yo piso en falso una vez más y cagué. ¡Y ni estamos a mitad de mes! Jajajajaja.

-Jajaja, puedo sobrevivir con $21,60 hasta el jueves, ¿o no? En la cuenta de Provincia tengo plata igual. No llego a una cirujía láser, pero no estoy tan lejos. Lo único: tengo que esperar unos días a que venza el plazo fijo. Puedo prestarte lo que necesites. Incluyendo un beso y calma.

-(¿Qué parte de la conversación abarca el permiso requerido?)

-(Calculo que la parte del silencio y del golpe, que es lo que implica un cierto grado de tu intimidad. Para el resto no sé si necesito tu permiso).

-(Concedido). Acepto el beso. La calma no me hace falta. Tengo un depa a cargo, no me altera a ese punto. Pero voy a entrenar a mi pequinés en algo pa' actuar en la rambla.

-Jajaja, no sé si pagarán por ver a una inmigrante pachorra, sobre todo siendo china. Viste que dicen que son todos iguales los asiáticos. Mala mía, el término es “orientales”.

-Dame tiempo y te salta un aro en llamas (?).

-¿El aro, ella o el libro? (A todo esto, no me respondiste si puedo preguntarles a mi hermana y/o a mi curandera sobre tu relación con “la relación”).

-¿Qué relación? :P. Jajajaja.

-Tu nivel de “hastalamanez” con tu no novio.

-A lo solicitado no ha lugar.

-Acepto y no apelo. Me parece razonable. (No viene más la profesora che. En diez minutos me las tomo. Por lo menos nos pusimos de acuerdo con una compañera y levantamos todas las persianas en busca de una sensación de calidez para combatir el frío). Por otro lado, te dejo trabajar. Te noto atareada (?).

-Jajajaja. Voy por el segundo termo de mate con los chicos. “Ando buscando documentación”. Hasta después de las 11.00 que me llame el obtuso del Banco Provincia no puedo hacer nada.

-Obtuso... A la mierda, nos pusimos de acuerdo con mi compañera y, aunque vale mencionar que logramos la sensación de calidez, nos cansamos de esperar. Hoy me siento asquerosamente vivo, che, a pesar del frío.

-¿Por qué asquerosamente? El frío no lo cuestiono.

-No sé... Creo que a veces no está tan bueno pensar tanto. Quizá es mejor vivir y ya. Me fui. Hora de despertar. Beso.