sábado, 5 de septiembre de 2015

Anti Pista I

Sentados, con la mirada perdida en la orilla del mar o una nube pasajera y con mates de por medio, charlaban como tantas otras veces.

-Che, ¿puedo contarte algo que nunca le dije a nadie?

-Sí, boludo, más vale. ¿Pasó algo grave?

-No, no. Bah, qué se yo... Es medio raro.

-Bueno, decime. ¿Qué onda?

-Mirá, esto fue hace unos años. O sea, en el centro hay una mujer que vive en la calle, por la zona del casino. Muchos la tienen de vista. Algunos la conocen como “la loca Marucha”. Como sea, cuando empezó a andar por ahí, lógicamente, no era conocida y se movía más tranquila por los locales. Me acuerdo que yo laburaba en el café y muchas veces ella caía a la mañana, saludaba bien y todo, nos pedía papel y lapicera y se sentaba en una mesa a escribir algunas cosas. Nunca supe bien qué.
   Más adelante tomó quizá mucha confianza y cuando la dejábamos pasar al baño se lavaba la cabeza y no sé qué más. Los encargados terminaron decidiendo no dejarla entrar porque era un garrón tener que limpiar todo y los clientes, que no tenían nada que ver, a veces se incomodaban también. Igual todo esto es contexto, no viene tanto al caso.

-Ok, te sigo. ¿Entonces?

-Y, entonces... La cosa es que, como tantos otros que viven en la calle, hablaba sola. Sigue haciéndolo. A veces parecía necesitar un oído y la escuchábamos un ratito. Una vez en particular dijo algo que me quedó haciendo ruido. Si mal no recuerdo fue la única vez que habló tanto. Nos contó que no siempre había vivido en la calle, pero que había pasado cosas jodidas porque a su madre el hombre que la embarazó la dejó sola y nunca la reconoció.

-Hasta ahí, aunque sea chocante, no es algo tan fuera de lo común.

-El tema es lo que dijo y cómo lo dijo. Empezó a gritar, muy enojada, diciendo que todo era culpa de ese hombre, porque la madre trabajaba limpiando un cierto colegio, que no viene al caso nombrar, y que un profesor “se la re co...”. Bueno, se entiende. Me acuerdo hasta el tono de voz: “el hijo de PUTA del negro Aguirre la embarazó y se hizo el re boludo”.

-¿Eso te tiene mal? ¿Qué el tipo se llamaba como vos? Es un apellido común, chabón.

-No. No es que se llamaba “como” yo. A mi abuelo le decían “el negro Aguirre”, fue profesor en ese mismo colegio, sé que le fue infiel a mi abuela, y esta mujer no parece ser mucho más joven que mi viejo.

-Bancá. ¿Me estás diciendo que...?

-Que “la loca Marucha” podría ser mi media tía, sí.

-Uhh... No sé qué decirte...

-Yo no sé qué pensar. Por un lado, sí, es un apodo común y es un apellido común, pero son los dos juntos, en el mismo colegio que laburaba mi abuelo y... No sé... Por otro lado, le dicen “la loca” por algo. Y a veces la veo durmiendo en la puerta del casino, o caminando, hablando sola, leyendo los mismos carteles una y otra vez. O comprando puchos y vino. Y me agarra la duda.

-Y, ¿qué? ¿Pensaste en hablarle, hacerle preguntas para conocer más detalles y saber si es o no tu tía?

-No sé si tanto como pensarlo. Se me cruzó por la cabeza alguna vez. Lo que pasa es que me da un poco de cagazo. O sea, mirá si es y yo me estuve haciendo el boludo todos estos años, con ella tirada ahí. O al revés, mirá si me termina re cagando y no tenemos nada que ver. Y, sí, es verdad, más allá de que seamos o no familia, podría ayudarla igual, ¿no? Pero, ¿podría ayudarla? ¿Se dejaría ayudar? Capaz está acostumbrada a vivir así, le pasa a muchos.

-Si no le preguntás no vas a saber. ¿Vos podés seguir con esa duda?

-Es... Es medio raro. Para mí es como una paradoja.

-Qué loco, che...

-Yo te dije...

-Mar del Plata es un pañuelo...

-¿Sabés que sí?




Nota del autor: El apellido Aguirre se utiliza por ser un apellido que poseen muchas personas y, al mismo tiempo, diferente del que tiene la persona en la que está basado este diálogo ficticio. Cualquier similitud con la realidad mediante dicho apellido es coincidencia.