lunes, 26 de diciembre de 2011

Fuerza = Decisión

Es casi calculado, o esperado. Cuando uno piensa que la vida no lo puede tirar más abajo en un momento particular, ¡Pumba! Una pared te cae encima. Por supuesto que como se cae la pared, se cae el techo también. Y volvemos a las mismas preguntas de siempre, ¿qué necesidad? Es decir, ¿no la estoy pasando bastante mal ya como para que aparezca otra cosa más? ¿Por qué me pasa esto a mí?

Pues quizás son cosas que le tienen que pasar a uno para que no le pasen a alguien más. Mirándolo así, aunque no termine de encontrarse el sentido, casi se puede aceptar con gusto. ''Si estoy quitándole un peso a alguien, entonces que así sea.'' Pero casi. Lo cierto es que de alguna forma, los golpes de la vida son pruebas, y a nadie realmente le gustan las pruebas. A lo mejor de a ratos escuchamos que alguien dice: ''Quiero que llegue ese examen ya'', pero no es el examen lo que quieren, sino haberlo pasado, claro está.

El primer gran paso difícil que tenemos que dar, creo yo, es el darnos cuenta que no podemos solos. Nos encanta pensar que podemos, pero lo cierto es que no siempre es así. Para que sea más fácil de comprender, podríamos plantearnos el hecho de que así como quizás estas pruebas por las que estamos pasando nosotros, sirvan algún día para quitarle un peso de encima a alguien, entonces a lo mejor hay alguien que pasó por pruebas para ayudarnos a nosotros el día de hoy. SIEMPRE hay alguien que te puede dibujar una sonrisa.

El segundo paso es tratar de estar en paz con uno mismo. Cuando pasa algo inmediatamente tratamos de averiguar qué es lo que hicimos mal para llegar a ésto. En ocasiones existe la posibilidad de que no hayamos hecho nada malo, y que simplemente las cosas pasen porque tienen que ser así. Fundamentalmente, como me han enseñado, hay que olvidarse del ''por qué'' para darle su lugar primordial al ''para qué''. Es decir, no buscar el sentido del hecho en las causas, sino en las consecuencias.

Muchas veces para estar en paz con uno mismo hay que buscar reconciliar relaciones con algunas personas, que pueden o no estar involucradas en alguno de los hechos particulares que derrumbaron nuestro mundo. A veces el orgullo hace que la tarea sea muy difícil, sobre todo por el hecho de que esas personas probablemente desconocen el resto de las cosas que nos están haciendo pasar un mal momento. Por lo tanto, tampoco les importa. Pero no hay que enojarse con ellas, sino tratar de ponerse en su lugar y comprender. No siempre podemos ponernos en su lugar, especialmente sabiendo que quizás ellos también podrían intentarlo con nosotros para empezar, y la mayoría de las veces ni nos acercamos a la parte de comprender. La intención es lo que vale. Aunque la relación no se recupere, el haber puesto lo mejor de uno para que todo esté bien, deja la conciencia tranquila. El resto queda en la otra persona, porque a nosotros sólo nos queda la voluntad de mantener la esperanza en el Amor.

El tercer paso (si bien es muy probable que haya más y con mis jóvenes 20 años aún no pueda reconocerlos) y el más importante de todos, es darnos cuenta que la frase ''querer es poder'' es falsa. O mejor dicho, siempre se interpreta mal. Lo que digo es que el ''querer'' es en realidad ''amar'', y el ''poder'' no es otra cosa que ''sonreír''. Sonreír porque cada golpe que nos da la vida es, en cierta forma, maravilloso, ya que no lo esperábamos. Sonreír porque estamos acompañados en este momento de mierda. Sonreír porque estamos dando lo mejor de nosotros. Sonreír no hoy, sino el día que hayamos pasado la prueba con un ''Muy Bien 10!'', aunque sea tan sólo una super-nota conceptual por el esfuerzo y los huevos que pusimos. Sonreír al levantarnos a la mañana y decirnos a nosotros mismos: ''Hoy no me dejo vencer''.

Porque tener voluntad es cuestión de tener amigos, porque ''Amar es Sonreír'' suena más lindo, y porque el Sol y las nubes todavía me hablan, es que hoy puedo abrir los ojos y decirme a mi mismo que tengo fuerzas para salir adelante. Hoy sé que tener fuerza es una decisión.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Ya no quiero soñarte

Ya no te quiero en mis sueños,
aunque no quiero dejar de soñar
con aquella vez que en tus ojos
tanta bondad pude encontrar.
En ese abrazo eterno y perfecto
el mundo no nos podía molestar.
''No me importa lo que digan los demás'',
me dijiste y yo no supe reaccionar.
Jamás hubiera pensado que alguien
me amara con tanta sinceridad.
Parece que, a fin de cuentas,
no me vine a equivocar,
pues no soy yo a quien amas
y nada puedo hoy intentar.

Ya no te quiero en mis sueños,
pero no quiero dejar de soñar
con la esperanza de algún día
tu latir con el mío coordinar.
Espero a nadie enojar, pues no es mi intención.
Nada de lo que siento fue escogido por opción.
Mi cabeza no razona;
no tengo a quien culpar.
Desearía en tus caricias dejar de pensar;
tus soplidos no tengo por qué extrañar;
tus manos no tengo derecho a reclamar;
tus besos yo no pedí imaginar.
Quisiera no tener tanta inspiración
y no recordarte con cada canción.

Ya no te quiero en mis sueños,
mas no quiero dejar de soñar
con ese anhelo de algún día encontrar
una chica que no tema mi corazón aceptar.
De a ratos llueve en mi alma
y por momentos quiero llorar.
No te preocupes, dulce mía,
no tengo bronca ni rencor.
Tu felicidad fue mi deseo de cumple
y si las cosas pasan, por algo todo pasó.
Aunque no sea yo tu chico
no me dejo de alegrar.
Tu sonrisa sigue sabiendo agrandar
todo el amor que te tengo, no lo dudes jamás.

Ya no quiero soñarte y sin embargo,
hoy no quiero dejar de soñar.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Aunque Duela

Hace exactamente un año escribí que en lo que se supone sea un día como cualquier otro, todo puede pasar. Es super curioso que haya sido hace exactamente un año, y es curioso lo que hoy me toca vivir, sin dudas. El otro día, charlando con una familia amiga, que me ve triste, les explicaba que aunque la vida se la pasa cagándome a piñas, yo me la banco como puedo, pero que en algún momento una gota puede colmar el vaso. Resultó ser más literal de lo que yo creía.

Me levanté como cualquier otro día, agarré el almuerzo y fui a tomarme el colectivo para ir a trabajar. Como de costumbre, llegué unos quince minutos temprano y, como de costumbre, esperaba en la puerta del local a que llegara alguna de mis encargadas para abrir. A media cuadra hay un ''boliche'' ultra cabeza que cierra tarde, y siempre se ven dando vueltas a los que salen de ''bailar''. Algún que otro día se acerca uno con un perfume particular pidiendo plata para comprar más alcohol o pidiendo un pucho, pero la realidad de que no fumo ni tengo un peso para darles, hablando con respeto, los aleja sin mayor problema. Para terminar de ilustrarles la situación, les cuento que tengo la costumbre de mirar a los ojos a todas las personas que me cruzo, tratando de reconocerlos como semejantes. Resulta ser que a algunas personas no les gusta dejarse reconocer.

Esta mañana pasaron por la puerta dos muchachos trigueños de alrededor de 28 años y empezaron a preguntar qué estaba mirando yo. Por supuesto les contesté que nada, que solo estaba esperando para entrar a trabajar, y estaba todo bien. Sin embargo, parece que estos muchachos (alcoholizados o drogados, no termino de saberlo bien) buscaban pelea. Yo traté de calmarlos de buena forma, pero insistían, y uno se acercó para pegarme. En cuanto lo frené, el otro me pegó en el cachete izquierdo. Lo abracé y empujé, mientras el primero se acercó nuevamente y pude frenarle un puñetazo. Salí de la puerta del local y empecé a caminar pensando que quizás, al no reaccionar ante su agresión, se aburrirían y se irían. Para mi sorpresa, un puñetazo en la nuca me probó lo contrario. Mantuve la calma (quizás con alguna puteada de por medio) y seguí sin responder físicamente. Crucé la calle y me siguieron, agarré a uno de los brazos y el otro se acercó corriendo a pegarme, pero me moví un paso y se tropezó con mi pie para caer al suelo. Aún forcejeando, el otro se levantó y la cosa se volvió algo confusa. Tratando de soltarme y alejarlos, recibí un codazo (creo) en el pómulo derecho, y luego un puñetazo en la nariz. Después de eso, un hombre de seguridad del café que se encuentra enfrente de mi trabajo los frenó y se fueron corriendo.

Para ser honesto, cuando comenzó todo pensé en calmarlos a los golpes yo mismo. No me habría costado demasiado, a pesar de ser dos. Sin embargo, no parecía tener sentido, ya que me traería más problemas. Además, no lo sentí correcto. Observé, como tantas otras veces, una pelea entre mi cabeza y mi corazón. El primero, hasta cierto punto me decía lo que cualquiera haría. El segundo, como suele hacer, me mostró el buen camino y la caridad.

La policía logró agarrar a uno, y me llevaron a la comisaría para declarar. Decidí no presentar denuncia porque los trámites significarían un dolor de cabeza para mí, sin influir demasiado en ellos, salvo quizás para alimentar un rencor que podría resultar en que vuelvan a buscarme algún día. Una constancia de lo ocurrido es todo lo que necesitaba para calmar mi conciencia. Lo más probable es que, así como jamás los había visto, jamás los vuelva a ver. La mañana continuó con una suma de trámites largos y, siendo que todo esto pasó aproximadamente a las 6.50 am, terminé llegando a mi casa apenas a eso de las 13.15.

Lo primero que uno piensa es: ''¡Qué mala leche!''. Lo cierto es que no me sorprende demasiado. Suelo tener, en promedio, un accidente memorable por año, y muy mala suerte en general. La buena es que siempre la saco barata, y hoy no fue diferente. Podría seguir pensando: ''Y la vida sigue cagándome a piñas, nomás''. Sin embargo, me encanta poder sacarle lo bueno a cada cosa que pasa en mi vida, y este caso no es la excepción. Por un lado, vengo con cansancio acumulado, y estos días sin trabajar, hasta que me den el alta, me van a servir de un relativo descanso. Por otra parte, y es algo más que importante para mí, es que si en una situación de este estilo supe controlar mis impulsos y no respondí al ataque, es porque la violencia no sabe dominarme.

Pueden llamarme loco, idiota o soñador. Hoy puedo decir, a pesar de los golpes y la hinchazón, que hacer las cosas bien, aunque duela, me hace sentir mejor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Aprender a Vivir

Todo comienza en una especie de pileta algo bizarra. Cuando mi mamá se quiere dar cuenta, ya la veo con mis propios ojos en un cuarto de hospital. Por un cierto tiempo (decir corto o largo es muy relativo) me llevan para todos lados, estando yo lo más pancho, hasta que cazo algunos truquitos. En un rústico intento de andar como todo el mundo, arranco con las rodillas y las manos, de acá para allá. Más tarde me animo y me largo a caminar, para después correr donde quiera. Un buen día me doy cuenta que hay personas fuera de mi familia que también pueden quererme. De un día para el otro estoy en la escuela y un montón de cosas más. Termino la escuela y empiezo con la facu. En el medio hubo amistades, campamentos, viajes, charlas, retiros, salidas, jodas, llantos, risas, amores y etcétera. La idea es recibirme y conseguir un buen trabajo; cerrar, comenzar y continuar proyectos; formar una familia, algún día, quizás. Pasado algún tiempo más (decir corto o largo es muy relativo) voy a dejar este mundo y listo. Parece fácil, ¿no?

(Primero que nada quiero hacer la aclaración de que el escribir, entre otras cosas, me resulta como una suerte de diario, de modo que si retomo un tema ya tratado, lo siento, pero así me siento (así es, también con la cola en la silla).)

Toda mi vida traté de hacer las cosas bien. Muy probablemente haya estado siempre condicionado por la forma en la que me educó mi vieja, o los valores que me fueron enseñando mis hermanos y amigos por medio del Escultismo, en la Iglesia, o por el simple hecho de ser grandes personas. Hay una linda cantidad de ellos, y a muchos les habrá pasado lo mismo que a mi, supongo. A pesar de eso, no puedo evitar darme cuenta de que muchas personas que me parece deberían compartir algunos ideales, hacen las cosas muy diferentes a como las hago yo.

¿Qué está bien y qué está mal? Es una línea fina (aunque no tanto como algunos la dibujan), pero intento tomar decisiones y actuar acorde a lo que, creo yo, trae más felicidad a las personas que me rodean. Después de todo, ver a los que quiero felices me hace muy bien a mí. Y sin embargo, siempre hay algo que me jode. Me duele en el alma ver a un ser querido con dolor, pero por supuesto también me duele en el alma estar yo con dolor. Y me pregunto, lógicamente, como cualquiera haría: ''¡¿Qué onda?! Es decir, si le meto pata para adelante y pongo lo mejor de mí para aprender de mis errores, ¿por qué changos siempre meto la pata?'' O quizás no, ¿quién sabe? Hoy por hoy nos abomban de todos lados diciéndonos que hacer las cosas bien está mal, y que lo que nos conviene es lo fácil.

Me niego rotundamente. Estoy convencido de que hacer las cosas bien brinda más felicidad, a la larga. El camino más rápido no siempre es el mejor, nos cuenta Caperucita. Ahora bien, de a ratos me dan ganas de decir: ''Che boludo, pero...yo quiero ser feliz ahora, no a la larga. O sea, todo bien, pero yo me siento como el culo ahora, y no está bueno la verdad.'' Y aparecen los condicionales. ''Si hubiese hecho esto; si no hubiese dicho aquello; si me la jugara un poquito más; si tan solo me escucharan; si no me costara tanto; si me animara; si no fuera siempre tan sincero;si... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!! ''Frená un poco chabon. Te hace mal pensar tanto''. Cuántas veces habré escuchado eso. Perdón por el grito, por cierto, pero a veces hace falta.

En fin, estás pensando lo mismo que yo. Todas estas payasadas que estoy garabateando no tienen sentido alguno. Parece que me contradigo, incluso. O quizás no, y todo cobre sentido con el tiempo. Será cuestión de tiempo entonces. Tiempo para que las aguas se calmen; tiempo para madurar; tiempo para ver las cosas más claras; tiempo es lo que necesité para pasar de gatear a caminar, después de todo; tiempo es lo que me suele faltar; tiempo que a veces se puede inventar; tiempo para revisar mi corazón y evaluar mis acciones y pensamientos; tiempo, al cual etiquetar de corto o largo es muy relativo; tiempo de tomar decisiones; tiempo de jugármela, quizás no jugándomela; tiempo de ocupar la cabeza en otras cosas; tiempo de dejar de llenar mi cabeza para darle más importancia a cosas que realmente importan; tiempo de aprender, al fin y al cabo. ¡Eso es! Esa es la idea. Necesito darme tiempo de aprender a vivir...

viernes, 2 de diciembre de 2011

Dulce Pétalo de Flor

Con o sin miedos, ya no puedo evitar
liberar todo esto que necesito gritar.
Después de tanto tiempo, al fin debo confesar
que cautivaste mi persona, no por obra del azar,
sino con una, dos, tres veces tu hermosísimo mirar.
Y es que si hay mil razones para todo esto negar,
una sola es suficiente para ya no hacerlo más.

Uno aprende a querer la lluvia porque luego sale el sol;
es el agua que alimenta los pétalos de la flor.
De la misma manera, sé que llovió en tu corazón,
y sé que fue culpa mía, me arrepiento con dolor,
no lo dudes, dulce mía, más escuchá mi voz
cuando te digo que, por amargo que fuera aquel llanto,
hoy te encuentro más bella pues floreció mi amor.

Me muero por mandarte un mensaje o llamar;
me muero por sonreírte y correrte a abrazar.
Ya no tiene sentido todo aquel horrible pesar,
porque todo lo que siento me lo hace olvidar.
Nada más importa, quiero el cielo contemplar
con vos junto a mi lado y escucharte hablar,
aunque tan solo me digas que tenemos que esperar.

Eras una pequeña que me admiraba sin razón.
Te convertiste en una amiga que de la lluvia me cuidó.
Ya no sos ni una no otra. Mejor dicho, sos más que las dos.
Generaste una tormenta dentro de mi corazón
y hoy sos la luz de mi vida, de mis días, el color.
No sabía cómo quererte, a lo mejor por el temor,
pero ya no tengo dudas, mi dulce pétalo de flor.

martes, 22 de noviembre de 2011

¡Chau MIEDO!

De chiquito me encantaba decir que no le tenía miedo a nada. Me hacía sentir grande, o fuerte. Siendo todavía un nene, un poco más crecido, empecé a descubrir que ciertas cosas me generaban bastante inseguridad, como por ejemplo un silencio absoluto estando solo en la oscuridad. Con el tiempo aprendí a apreciar el silencio, y dejé de darle el gusto a la oscuridad, pero fueron surgiendo otras inseguridades.

Es cierto, digo inseguridades porque no me gusta demasiado la palabra ''miedo''. Será que las primeras son más fáciles de enfrentar, creo yo. Es decir, la confianza en uno mismo es difícil de lograr, pero es más que posible. Muchas veces esas incógnitas que aparecen están relacionadas con tal o cual proyecto. Dinámica como es la vida, estos proyectos van cumpliéndose, o transformándose de a poco, a medida que recorremos más camino. Un miedo, en cambio, suele ser algo que te frena, una especie de barrera de mucha inseguridad, se podría decir. Ahora bien, ¿qué tiene de malo el miedo en sí? Después de todo, nos ayuda a ser precavidos, a pensar dos veces antes de hacer algo. O más o menos.

Hace algunos años me pesaba el hecho de no estar ni haber estado de novio. Sentía que no era tan mal pibe, y que tenía mucho para dar a la persona que se animara a intentar descubrirlo, pero nadie se animaba. Poco a poco, de una mala pasada a otra, fui aprendiendo que no tenía que pesarme, porque ''será cuando tenga que ser''. Además, alguna vez una amiga me dijo que no tenía nada de malo mi situación, y que me imaginara ponerme de novio tan sólo una vez y para toda la vida. ¡Qué lindo! Desde entonces anduve relativamente tranquilo. Sin embargo, últimamente me hago un nuevo planteo: ¿qué pasa si hoy por hoy ansío tanto esa idea y es por eso que no presto atención a quien quizás esté queriendo animarse a conocer lo que tengo para dar? Si es que tengo algo para dar, por supuesto. Quizás me pareció tan linda esa idea que ahora me aferro a ella con tantas fuerzas que tengo miedo de comenzar una relación que no me lleve a ella. Tenés razón, es más que un juego de palabras. No me refiero a ''ella'' la idea, sino a ELLA.

Así es, tengo miedo. Perdón, porque va con mayúsculas: tengo MIEDO. Ya pasa de ser una inseguridad como podría ser la de no conseguir trabajo el día de mañana, una vez recibido; la de no llegar a recibirme, en primer lugar; o la de perder alguna amistad por puro cuelgue. De tanto querer comprometerme seriamente, parece que le tengo miedo al compromiso. Pero la tengo clara, ¿eh? Me encanta conversar y escuchar a los que necesitan un oído al que hablar acerca de sus relaciones, e incluso me gusta aconsejar. ¡Yo! ¡Dando consejos! Eso sí que es gracioso. Y es que es interesante la forma en que uno puede tener otra mirada acerca de una situación cuando no está involucrado. Ahí es que somos capaces de abstraernos y dar nuestra opinión para tratar de acercarnos al bien mayor que está en juego entre 2 o, generalmente, más personas. ¿O no es así?

En menos de 24 horas dos personas diferentes me dijeron que se me notaba el cansancio. No es común que se note, o que me lo digan, al menos. Y eso me hace saltar la ficha para darme cuenta de que si dos personas que no tienen la más pálida idea de todas las cosas que se me pasan por la cabeza ahora mismo, se dan cuenta de algo que creo no suele ser tan evidente, entonces personas que están más involucradas con tal o cual situación se deben estar dando cuenta de otras cosas que quizás yo intento guardar para mí, de momento. Es decir, es muy probable que no me salga. Y sí, soy un ganso. A tal punto de que el otro día caminando por la calle estiré los brazos, cerré los ojos, e imaginé andar volando entre nubes de algodón, otra vez. No me da miedo imaginarme volando, pero me paraliza la idea de pegar un salto al compromiso de una forma que aquellas personas a las que no quiero preocupar, seguramente se estén preocupando. Pero la tengo clara, ¿eh?

Nuevo planteo: este salto puede significar la ruptura de un sueño, o bien su cumplimiento. De cualquier forma, la cuestión no tiene mayor importancia de momento. Tengo tiempo hasta que se aparezca la oportunidad. ¿O no? ¿Qué pasa si mi oportunidad (ELLA) está delante de mis ojos y no me doy cuenta? ¿Qué hacemos entonces? A lo mejor tengo que dejar de cerrar los ojos, poner en práctica una mirada más profunda, y así poder pasar de imaginarme volando, a emprenderme en un vuelo real y pleno. Les pido ayuda. Digamos todos juntos: ''¡chau MIEDO!''

lunes, 14 de noviembre de 2011

Dulce Despertar

Tuve un dulce sueño. Soñé con un mundo fantástico. En él no había días húmedos, ni de calor ni de frío excesivos. Tampoco había gente maleducada. No había corrupción ni maldad en las personas. El dolor y el llanto ya no existían. Pasaba un rato con amigos todos los días, y nunca pasaba mucho tiempo sin ver a alguno en particular. Yo siempre tenía razón. Estudiar me resultaba fácil, y podía aprender a cantar y a tocar cualquier instrumento sin esfuerzo. No vivía con constante dolor de cabeza, y podía tener a todas las chicas que quisiera. Además, todas las personas me querían. Era un dulce sueño, pero no era más que eso.

Al despertar, la realidad me sacudió. Me encontré con un mundo en el que un día de calor, o uno de frío excesivo, nos ayuda a apreciar un poco más el invierno o el verano, respectivamente. Cada mañana es hermosa, haya o no nubes, y sobre todo en la Feliz. Un mundo en el que aprendemos los unos de los otros al ver en el de al lado el reflejo de cosas que nos gustan y también algunas que no nos gustan tanto. Este mundo nos enseña a los golpes lo lindo que es poder quedarse con lo bueno de las personas, y aún quererlas con todo lo malo que tengan. El dolor nos hace crecer, y el llanto nos quita pesos grandes de encima. Es un mundo en el que al no ver a seres queridos por un tiempo, empezamos a extrañarlos, para que el reencuentro sea más emotivo. Él nos demuestra que no siempre tenemos razón, algo maravilloso que significa que siempre podemos mejorar un poco más. Algo importantísimo es que nos señala que lo obtenido con esfuerzo y trabajo duro, con pasión y compromiso, siempre tiene un mejor sabor. Es un mundo en el que mi cuerpo y mi cabeza me avisan cuando me paso de vueltas, para descansar y después arrancar con más pilas. Además, descubrí que no quiero tener a todas las chicas, sino que quiero ser de una sola. Sobre todo, es un mundo que nos indica que para ser felices no hace falta que todos nos quieran, sino que alcanza con unos cuantos que nos amen con sinceridad.

Es curioso, porque de un mundo fantástico pasé a uno más aún maravilloso. De un dulce sueño, pasé a un más aún dulce despertar. O quizás tan solo yo sea el soñador.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Sorpresa!

El otro día, perdido en mi mundo mientras se suponía que tenía que estar estudiando (suelo tener problemas de concentración de a ratos), pensaba en esas pequeñas cosas que desembocan en un cambio radical de alguna idea que quizás teníamos ''formada''. Por ejemplo: después de tanto y tanto escuchar que vivimos en un país de mierda, en el que la gente siempre se tira a chanta, busca sólo el bien propio y es desagradecida hasta con su madre, uno a veces empieza a creer partes de esa horrible mentira. Esto es, generalmente, cuando tenemos una mala pasada. Sin embargo, y de la nada, la persona que jamás habríamos imaginado que tenía esa influencia sobre nosotros, puede cambiar nuestro día. A veces es sólo una sonrisa, o una palabra de consuelo o aliento. Otras veces te dejan tonto al darte un regalo. Quizás puede ser tan sólo que caigas en cuenta que tu vieja es una grande por hacerte la comida todos los días, y se lo agradezcas. ¡Y listo! Rompiste el esquema; le demostraste a todo el mundo que está equivocado; demostraste que si alguien se juega por vos, no es en vano.

Y vos pensás: ''¿De donde sale este flaco con estas ideas?''. A veces, ni yo lo sé. Pero simplemente me asombra la capacidad de asombro que tiene el ser humano. Es decir, hoy iba sentado en el colectivo y un hombre al lado mío estornudó. Le dije ''Salud'', como solemos decir cuando alguien estornuda, y me miró con una extrañeza que no veía desde hace rato. Aunque, y es muy importante decirlo, esa mirada extraña no dejaba de ser cálida. ¡Claro! El tipo va tranquilo en el colectivo y al lado tiene un pendejo escuchando música con sus auriculares. Jamás esperaría que ese mismo pendejo tuviera un pequeñísimo gesto con él. Y he aquí que este hombre cambio mi día (no que viniese mal, pero fue esa vueltita de tuerca), porque yo no esperaba que él, que no esperaba que yo tuviera esa influencia sobre él, tuviera esa influencia sobre mí. Así que como seres humanos nos relacionamos muy íntimamente el uno con el otro, sin siquiera conocernos realmente. ¡Qué loco! ¡Qué lindo! ¡Qué asombroso!

Es curioso cómo a veces nos olvidamos de cuidar nuestros lazos. Pensamos que no hace falta decirle algo lindo a alguien especial, porque lo que sentimos es sabido por esa persona. O por ahí hace mucho que no vemos a alguien y lo/la extrañamos, pero no lo admitimos fuera de nuestros pensamientos. Tantas veces tenemos la idea de que si alguien pudiera escuchar todo lo que pensamos se horrorizaría, pero yo creo que, al contrario, podría morir de dulzura. De a ratos, parece, nos cuesta darnos cuenta de cuánto valemos. Metemos la pata por naturaleza, pero también por naturaleza somos buenos. A lo mejor, las personas que no parecen serlo, son así como resultado de no haber tenido quien se los recordase.

Así es que éste es mi (no pedido pero dado con gusto) consejo. No vivas cada día como si fuera el último, sino por el contrario, vivilo con la certeza de que hay más, y lo que hagas hoy por alguien, o por vos, puede tener muy buenos resultados el día de mañana. Nunca pierdas esa capacidad de asombro que puede convertir un día no muy lindo en uno memorable. Nunca ratonees una sonrisa, o una mirada dulce, porque suelen decir más que las palabras. No dejes, sin embargo, de decirle a tus seres queridos cuánto significan para vos. Nunca, pero nunca, olvides que sos muy importante. Porque, ¡sorpresa! Alguien te quiere.

lunes, 31 de octubre de 2011

¿Por qué las cosas son siempre tan difíciles?

Es una pregunta que una persona se hace por lo menos dos veces al año ante situaciones realmente complejas. ¿Qué sentido tiene buscar siempre la más complicada? ¿Acaso no andaríamos mejor tirándonos a chantas y buscando simplemente llevar una vida tranquila? La respuesta es un gran y rotundo ¡NO!

Somos seres humanos gente. Es parte de nuestra naturaleza el no conformarnos. Siempre queremos tener un poquito más; siempre queremos saber un poco más sobre tal o cual cosa; siempre queremos tener más amigos, o estar de novios; si estamos de novios queremos un noviazgo como el de...; siempre queremos una nota más alta; siempre queremos un trabajo mejor pago, o uno con jefes más piolas, o uno más apasionante; etcétera; etcétera; etcétera. Y no está mal, mientras no entre en juego la envidia. Es decir, y reitero, es parte de nuestra naturaleza el dar un paso más.

Pensando tan sólo dos segundos, ¿qué gracia tendría la vida si nos viniese todo servido en bandeja? O sea, si no tuviésemos que rompernos el lomo por nada, ¿qué sentido tendría seguir viviendo? La vida está pensada como un camino hacia la plenitud. La felicidad está en el camino, por supuesto, pero nuestra meta siempre está un poquito más allá. Somos muy cabeza-duras, y bien lo sabemos. Todo el mundo tiene errores y hay que aceptarlos, lo que no es nada nuevo, pero más cierto aún es que muchas veces esos errores nos avergüenzan y queremos superarlos. Cada uno conoce y va descubriendo sus virtudes y defectos, de modo que planificamos nuestras vidas para cultivar los primeros y reducir los segundos.

Hasta acá estamos de acuerdo pero, ¿por qué tantas piedras? Resumiendo, y es algo que no aprendí hasta hace poco, sería una incoherencia tener la virtud de la fortaleza si no existieran adversidades. Esas piedras nos hacen crecer. Esas piedras nos permiten construir nuevos puentes y rutas. Esas piedras que llevamos en la mochila son las que nos hacen desarrollar la paciencia y la fuerza para salir adelante. A veces son demasiado pesadas, y ahí es cuando tenemos que dejar que alguien nos ayude a cargarlas. Somos seres sociales, está en nuestra naturaleza.

Ahora bien, y aunque parezca mentira, de a ratos podemos experimentar un poco de esa plenitud que tanto perseguimos. Se llama servicio. Asumir esta tarea no es ser sirviente y dejarse usar, sino muy por el contrario, ser servidor y darse por amor. ¿Para qué, si yo quiero llegar a MI meta? Pues porque así como de una metida de pata aprendemos el doble al compartirla, una sonrisa y una mirada de ternura valen el triple cuando son respondidas. Nos cuesta muchísimo caer en cuenta de ésto, pero la verdadera felicidad propia que uno puede alcanzar, existe solamente en la medida en que tomemos parte para que otros sean felices. De la misma manera, el dolor que sufrimos hoy puede darnos las palabras de consuelo para el dolor de otro el día de mañana.

Entonces, ¿por qué las cosas son siempre tan difíciles? Pues lo difícil nos hace crecer, crecer nos da la posibilidad de acompañar a otras personas, y acompañar a otras personas nos hace felices. No es tarea sencilla. Este acompañamiento muchas veces nos exige más de lo que pensamos. Pero cuánto más vale un servicio si requiere sacrificio. Es hermoso descubrir que mientras más cuesta ayudar a alguien, tanto más vale el esfuerzo, y más sentida es la respuesta, que a veces puede ser tan sólo un silencio. No hay mayor satisfacción que dar la vida y ver una lágrima de alegría.

El servicio es un llamado, una vocación. Es para todos, pero algunos tienen la dicha de vivirlo más intensamente. Yo deseo ardientemente esa dicha. Ya de chiquito hice la promesa (promesa que reformulo de vez en cuando) de servir siempre al prójimo. Trato de cumplirla, y aunque a veces me distraiga o me niegue, siempre aparecen indicios de este fascinante llamado. No es impresión mía, sino que todos podemos escucharlo, prestando atención a los detalles. Es parte de nuestra naturaleza.

Ayer fui a donar sangre. Desde hace años pensaba hacerlo regularmente una vez cumplidos los 18, pero soy muy colgado y había ido una sola vez. Fui con un amigo que desgraciadamente se quedó con las ganas por culpa de unos mates. Una vez llena la bolsita, la enfermera me preguntó si conocía mi tipo de sangre y yo le respondí: ''0 Rh+''. Al analizar una muestra, se sorprendió. Revisándola de nuevo hasta estar segura, me dijo que no es así, y que de hecho tengo 0 Rh- (es decir, soy dador universal). Toda mi vida pensando una cosa para enterarme ahora que es otra, justo cuando necesitan donantes de este tipo de sangre para un nene de cuatro años. Al rato, reflexionando, pensé: ''¡Carajo! O sea, ¡qué alegría! Realmente llevo el servicio en la sangre''. Y no pude evitar reír.

lunes, 24 de octubre de 2011

Breve Carta Para Vos

Es tu abrazo el que me guía. Ese abrazo sincero. Ese abrazo inevitable. Ese abrazo gigantesco en el que entregás tu vida por Amor.

No buscás otra cosa que mi felicidad, y eso es lo que más me duele cada vez que meto la pata y/o me alejo. Realmente no entiendo qué ves en mi. Quisiera encontrar la forma para que ya no sufras por mi culpa.

Cada día pienso en vos y me pongo en tus manos. Confío en que querés lo mejor para mí, y sé que sos capaz de conocer lo profundo de mi alma tan sólo a través de una mirada.

No encuentro las palabras para agradecer tu forma de ser, tu ternura, y la manera en la que entrás en mi vida para robarme sonrisas. Sos la fuente de mi felicidad.

A veces me cuesta confesarlo, pero quiero vivir con vos a mi lado, hoy y siempre. Mi vida es tuya...

lunes, 17 de octubre de 2011

Vueltas en la Cama

Es curioso que la vida, más allá de las heridas,

aprovecha cada pena para darte una alegría.

Yo ya perdí la cuenta de todas las vueltas

en que me sentí perdido y terminé realmente sorprendido.

Quizás es mi punto de vista porque soy un optimista,

pero aunque no todos lo admitan, al Amor nadie lo evita.

Yo no sé lo que es estar de novio o en pareja;

no sé lo que es cumplir un mes o cuarenta.

Sin embargo, y sin dudarlo, tengo la certeza

de que la espera valdrá la pena.

Tengo amigos y conocidos, y a algunos los he perdido.

Tuve desacuerdos y discusiones; tuve caprichos y papelones.

A fin de cuentas, creeme, eso no es lo que te queda.

Si un afecto te consuela, ya no te importa el resto.

Un fracaso te enseña, y dos te hacen maestro.

Aunque un mal rato te pueda hacer sufrir,

sostené alto tu bandera y no te dejes deprimir.

Lo lindo de buscar la base de un arco iris

no es encontrar la olla al final,

sino apreciar el viaje y la locura de soñar

que bien o mal acompañado, algo mágico puede pasar.

Así que a disfrutar la espera y que no nos gane la pena.

Si una única cosa sé es que por algo al mundo venimos

y cada día que vivimos seguro tiene un sentido.

Si las cosas no son distintas, por algo será.

Quizás no nos conocemos, o quizás nos buscamos mal.

Quizás te duela quererme, y quizás me quieras igual.

Como sea, dulce mía, hoy te vengo a confesar

que te escribo por insomnio y por pensar

que de todas las dichas que haya, tu abrazo es la que anhelo más.

lunes, 10 de octubre de 2011

Pista I

Empezaba a caer la noche. El horizonte, mientras el sol se ocultaba, tomaba un tono violáceo o rosa muy particular. Se levantaba viento frío, de esos que logran atravesar cualquier prenda de ropa y llegan hasta los huesos para ponerle a uno la piel de gallina desde los pies hasta la nuca con un temblor. Cuando el último indicio de sol desapareció, sin embargo, el ocaso se transformó en una noche muy estrellada de pocas nubes, y la luna brillaba con todo furor.

''Hoy es el día'', pensó él, ''Si no tomo el riesgo ahora, me voy a arrepentir por siempre''. Era extraño. Siempre había tenido problemas para confesarle sus sentimientos a las mujeres por las que había caído enamorado, pero en esta ocasión sentía que era una cuestión de vida o muerte. Con una sonrisa robada por la luna, dio el primer paso bajando de la vereda a la calle y comenzó a caminar.

A medida que las cuadras pasaban, su cabeza daba miles y miles de vueltas, imaginando cientos de posibles conversaciones que harían perfecto al momento. ''Si le doy primero un abrazo y luego la miro a los ojos, quizás no haga falta decir nada. Pero, ¿cómo consigo que me de ese abrazo?'' En el fondo sabía que las posibilidades de que todo saliera como él deseaba eran de lo más remotas, pero a veces no podemos evitar aferrarnos a las mínimas esperanzas que palpitan en el pecho, más que en la cabeza. ''¿Y si no está en su casa? ¿Qué hago si justo salió? No me voy a animar otro día. Pero tiene que estar. Yo sé que está''.

Cada paso era como correr persiguiendo a un tero: nadie más que el que lo hace entiende la razón de hacerlo. Pero el movimiento era también cada vez más ligero, como si una cierta urgencia lo apresurara. ''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina quedó paralizado al...

''Toc toc toc'', sonó la puerta, y levantó la vista. Volvió la mirada al libro y siguió leyendo.

Pero al girar en la esquina quedó paralizado al ver el edificio en llamas...

''Toc toc toc''. -Dale boludo, abrime que me estoy cagando de frío.

Se levantó y abrió la puerta. -¿Contento? Me hiciste perderme.

-Uh, perdón. ¿Qué estás leyendo? ¿Ta bueno?

-No sé bien que es. Lo encontré en una caja que tenía cosas de mi viejo. Le falta la tapa, así que no sé ni como se llama, pero está interesante la cosa.

-Mirá que loco. Metele pila entonces. Viste que dicen que a los libros viejos no hay que dejarlos por la mitad porque te pueden pasar cosas raras.

-¿Quién dice eso?

-Que sé yo. Dicen por ahí.

-Jaja, sos un ganso. ¿Hablaste con los chicos? ¿Qué sale al final?

-Sí, hablé, pero viste cómo son. Ahora le caemos todos de sorpresa a alguno y vemos qué pinta. ¿Te prendés?

-Dale. Vos andá yendo y me mandás un mensaje para decirme donde caigo. Yo me pego una ducha, hago un par de cositas y voy.

-Buenísimo. Nos vemos en un rato.

Así fue. Se bañó, se afeitó y se preparó un café con leche. Después de comer unas galletitas y cepillarse los dientes, le llegó el mensaje. Estaba listo para irse, pero el celular estaba al lado del libro, y le picó la curiosidad.

-¿Dónde estábamos? Ah, sí, acá.

''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina...

''Clic''. Se cortó la luz.

-¡Me estás jodiendo! Bueno, fue. Lo termino otro día.

Se levantó, manoteó la campera, y alcanzó la puerta chocándose una silla. Al cerrar la puerta sintió ruido de pasos dentro del departamento. Se le erizó la piel.

-Ya me estoy volviendo loco. Tengo que dormir más. Mañana no salgo y listo.

Cerró con llave y empezó a caminar hacia lo de su amigo. Cuando estaba por la esquina le pareció escuchar un llanto proveniente de su casa, pero lo atribuyó nuevamente al sueño.

Como suele pasar, al caer de sorpresa no hubo demasiado quórum. Esa noche no abría nada para ir a bailar, y tampoco tenían tantas ganas de salir. Terminaron siendo los mismos seis de siempre jugando unos trucos, tomando unas cervezas y riéndose a carcajadas de chistes internos. A eso de las 4 decidieron irse cada uno por su lado. Dos se fueron con sus respectivas novias; uno ya se había tirado a dormir en la cama del hermano del dueño de casa; el dueño de casa se fue a dormir apenas lo despidió a él; otro se tomó un remis. Él, por su parte, no tenía tanto sueño, ya que el café con leche había hecho efecto, por lo que pensó que podría terminar su cuenta pendiente con el libro.

La noche estaba muy fría, pero al menos no había humedad. Al levantar la cabeza y ver ese sin fin de puntitos brillantes en el cielo oscuro, pensó que sería lindo apreciarlos acostado un rato en el banco de una plazita, y no se equivocó. Estuvo cerca de media hora tan sólo observando, y pensando en las cosas que le andaban pasando esos días. La facultad lo estaba consumiendo bastante y ansiaba que llegaran pronto las vacaciones. También pensaba que sería interesante conseguir trabajo por la temporada, para no generarle tanto gasto a sus padres. Por otro lado, no dejaba de pensar en esos ojos que lo habían flechado hacía una semana. Pensó que el miércoles podría ir a tomar mates y charlar un rato. Quizás pasaba algo más que sólo charlar, ¿quién sabe?

Disfrutó del momento al máximo, pero cuando empezó a temblar por el frío se dio cuenta que era tiempo de volver al departamento. El efecto del café ya se había ido, y empezaban a pesarle los párpados. Se dijo a sí mismo que sólo faltaban dos cuadras y una escalera, lo que le dio fuerza para unos pasos más. Pero al girar en la esquina se quedó paralizado al ver el edificio en llamas...

Pestañeó dos veces, se pasó las manos por los ojos y miró de nuevo.

-¡Uh! Fue un delirio nomás. Por algo hace rato no tomaba.

Soltó una risa cortada y siguió caminando. Tuvo un escalofrío al pasar por el poste de luz que titilaba, porque escuchó nuevamente el llanto de hacía unas horas, pero al quedarse quieto un minuto volvió a convencerse que eran efectos del sueño. Sacó las llaves y abrió la puerta. Se sacó la campera y prendió la luz, que ya había vuelto. Pegó un salto y sintió cómo su pecho se agitó al ver a un joven de su edad sentado en su cama mirando el libro.

Se pasó las manos por los ojos y sacudió la cabeza, pero el joven no se fue. Pensó en pellizcarse, pero era muy real para ser un sueño. Recordó las palabras de su amigo. Con el corazón en la boca se atrevió a preguntar.

-¿Quién sos? ¿Qué hacés en mi casa?

El joven levantó la cabeza y le dirigió la mirada. Tenía los ojos vidriosos, y unas lágrimas rodaban por sus mejillas.

-Era el amor de mi vida. Lo sé. Nunca voy a entender cómo empezó ese fuego. Nunca voy a entender por qué la vida me la quitó. Cuando vi el edificio en llamas no pude moverme por cinco minutos. Todo lo que había pensado, todo lo que había soñado...se había esfumado de un momento a otro.

Él no podía creer lo que estaba viendo. El joven le recordaba un poco a él mismo.

-Ahí entendí que ya nada importaba, así que fui corriendo hacia el edificio. Tenía que encontrarla. Tenía que salvarla. Los bomberos me dijeron que no entrara. Me dijeron que si había alguien adentro ya no había caso. Quisieron detenerme, pero me solté y entré corriendo. Casi no había aire, y el que había me quemaba la garganta. Pero tenía que encontrarla. Subí como pude las escaleras, y me horroricé al ver a un hombre muerto, con una viga prendida fuego sobre su espalda. Pero tenía que salvarla. Llegué a su departamento y me quemé con la perilla. Fue estúpido querer abrirla, lo sé, pero no estaba pensando bien. Ya nada importaba, sólo quería encontrarla. Le di una patada a la puerta y se vino abajo. La busqué en su cuarto, pero no estaba. Me fijé en el baño, y tampoco. Revisé cada rincón de la maldita casa, pero no la pude encontrar.

Las lágrimas ya eran un flujo constante sobre el rostro del joven, y al llegar a su barbilla caían pesadamente al suelo.

-Ahí corrí hacia el balcón. Quizás estaba tratando de escapar por el techo. Y cuando giré la cabeza al fin la vi, colgada con una mano de la cornisa. Su mano se soltó y empezó a caer. Me lancé corriendo y la agarré. La miré a los ojos y le dije que la tenía, que ya no tuviera miedo. ¡Pero no fui fuerte! Intenté con toda mi voluntad levantarla, pero la falta de aire me había debilitado, y mis brazos no respondían bien. Le dije que no se soltara, que trepara por mi, que todo iba a estar bien. Ella sabía que estaba mintiendo. Sus ojos siempre podían leerme más allá de cualquier cosa que dijera. Y empezó a resbalarse.

A esta altura cada palabra que el joven pronunciaba se oía entrecortada, y su llanto era inconsolable.

-Empezó a resbalarse, y no pude hacer nada. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no fui fuerte?! No pude sostenerla, y nunca nada me dolió tanto como esa última mirada. Pero tuve que girar la cabeza. No pude verla chocar contra el piso. Habría sido demasiado.

El joven se llevó las manos a la cara y siguió llorando unos minutos. Él también se había emocionado, y no podía entender lo que estaba pasando, pero seguía inmóvil.

-Lo último que recuerdo es que unas personas gritaban desde la calle que saliera del edificio, y que el balcón se desprendió. ¿Ahí es que morí, verdad?

Él no supo qué decir. Todo era demasiado real. El joven, secándose unas lágrimas, lo miró fijo a los ojos y le dijo.

-Pero por tu expresión puedo decir que no lo sabés. No quisiste terminar de leer mi historia.

El rostro del joven cambió radicalmente de mostrar dolor a mostrar odio, y se acercó hacia él.

-¡Esperá, esperá! ¡Yo traté de terminarlo, no fue mi culpa!

Pero el joven no parecía escuchar nada y lo levantó del cuello.

Se despertó más sobresaltado que nunca. Miró hacia todos lados, tratando de entender algo de lo que había sucedido. Estaba en la plaza, y ya aparecían algunos indicios del amanecer. Después de todo, sí había sido un sueño. Pero había sido tan real...

Se tomó 5 minutos sentado en el banco para tranquilizarse, y fue lo más rápido posible a su departamento. Entró conteniendo el aire y lleno de temor. Respiró nuevamente al ver que el joven de su sueño no estaba. La silla en el suelo; la taza sucia; el libro en la cama; todo estaba exactamente como lo había dejado. Enseguida se acostó y se propuso terminar de una buena vez el libro.

''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina quedó paralizado al ver el edificio en llamas... Una presión enorme le apretó el pecho, pero al fin fue corriendo para encontrarla. Preguntando por aquí y por allá, se sorprendió al escuchar su nombre. Volteó, y ahí estaba, con sus bolsas del mercado. Pegando un salto la abrazó como jamás había abrazado a nadie, mientras ella soltaba las bolsas para hacer lo mismo.

Así continuó leyendo y llegó a la última página. Ese libro resultó ser un borrador que había escrito algún amigo de la familia acerca de cómo se habían conocido sus bisabuelos. A continuación estaba escrita la historia de sus abuelos, y luego la de sus padres. Quedaban aún muchas hojas en blanco.

Unos días después su madre le explicó que era una suerte de reliquia familiar. Él le comentó todo lo que había experimentado con lujo de detalles, y mencionó lo que su amigo le había dicho acerca de los libros viejos.

-Y en parte tiene razón –dijo su madre sonriendo-. No es correcto dejar libros, ni ninguna otra cosa, por la mitad. Pero tampoco te dejes llevar tanto por lo que dicen los demás. Es mucho más importante saber que nadie conoce, ni te puede decir, qué es lo que sigue en tu vida. Ni siquiera alguien en un sueño. Y éste es el sentido de nuestro querido libro. Ese libro cuenta tu historia, cómo es que hoy estás acá, fruto del amor. Puede ser que te equivoques muchas veces, y llegues a arrepentirte de algunas cosas. Puede ser que pases por muchos momentos de dolor. Pero cuando no te sientas fuerte, cuando sientas que metiste la pata hasta el fondo, recordá que dejarte caer por completo o retomar el camino, es una decisión tuya. Nadie puede determinar tu desenlace, porque a fin de cuentas, vos sos el único capaz de escribir esas páginas en blanco.

lunes, 3 de octubre de 2011

¿Quién entiende al corazón?

En octavo año, creo, con los chicos habíamos propuesto un proyecto para la feria de ciencias que trataba acerca de cómo influía la música en la forma de hablar, de vestirse y en las compañías de un adolescente o joven. Por supuesto no nos esmeramos demasiado para ganar, pero la profesora nos dijo que la idea era buena, por lo que siempre la tuve presente. Ahora bien, no creo que ninguna de esas cosas determine a una persona.

Tuve que jubilar a mi celu viejo. La batería se descargaba en menos de un día; cuando recibía o hacía una llamada se me apagaba; no me almacenaba mensajes en la casilla de salida; la casilla de entrada se me llenaba con 12 mensajes; de a ratos se apagaba solo porque sí. En fin, parece que se había enojado, y como surgió la oportunidad de cambiar el equipo manteniendo el número a un precio relativamente económico, lo hice. Tiene chiches que no me solían llamar la atención, pero aprendí a darles uso. Fundamentalmente, ahora escucho música con los auriculares (que siempre pensé podían ser un factor de indiferencia) en viajes de 15 minutos o más. Además, me llegó de arriba una campera de jean, cosa que yo nunca había usado, y me gustó, por lo que también empecé a darle uso. De a ratos hago un chiste diciendo que me estoy volviendo careta.

¿Qué tiene que ver ésto con la forma de ser de una persona? Puede ser que nada, pero tantas cosas juntas me hicieron entrar la duda de si estoy o no cambiando mucho, porque me siento un poco diferente. Hace unas semanas, sin razón aparente,volví a plantearme cuándo había sido la última vez que lloré. Es la misma pregunta y la misma respuesta: no lo recuerdo. Ahora, sin embargo, fui más lejos y quise llegar a la raíz del por qué. Por un lado, supongo que es bueno no tener motivos para llorar. Por el otro, no deja de surgirme la duda si es que de alguna forma me estoy enfriando, por decirlo así.

Teniendo una muy linda charla (de esas que hace rato no tenía) con una amiga, no llegué a ninguna conclusión concreta, porque a pesar de darme cuenta que muchas cosas me siguen moviendo internamente, tengo la sensación de que algo no está del todo bien. Quizás es sólo que suele ser más fácil sentir la Presencia en momentos de dolor. ''Entonces no debería preocuparme demasiado'', pensé, ''debe ser cosa de momento''. Pero como soy un ganso quise buscarle la vuelta.

Me di cuenta que un factor común, que ni se acerca a ser la totalidad de lo que marcan las situaciones que viví en los últimos años, pero no deja de pisar fuerte, es el enrosque de corazón. Un gran problema que tengo yo es que soy de engancharme mucho con una persona, y si las cosas no salen como a mi me gustaría en el momento, termino dolido. Si ese era el tema, buenísimo, porque de tantas veces (¿tantas veces?) que me pasó, crecí y aprendí a tratar de no enroscarme. Y las cosas, dentro de todo, en casi un año de relativa tranquilidad, me venían saliendo bien así. Por lo tanto, supongo que si cambie en algo, no es nada de lo que preocuparse.

Pero soy un ganso, a tal punto que la otra noche mientras caminaba cerré los ojos y estiré los brazos, pensando que volaba. Así que no me conformé, y quise seguir dando vueltas. Me propuse averiguar en pequeñas cosas si me estaba o estoy volviendo una persona tan diferente. La respuesta, a fin de cuentas, es que no, porque sigo saludando al colectivero al subir, y dejando el asiento en el camino; sigo tratando de encontrar algo particular en cada viaje y en cada día; sigo teniendo sueños totalmente delirantes pero muy graciosos; sigo mirando al cielo sonriendo al ver una noche despejada o nubes con formas que invento. En fin, sigo siendo un loco sano (es decir, feliz).

Y ahora pasé por una semana en la que las cosas no me salieron bien, en la que no me sentí pleno. Y termino cayendo en cuenta que si no son las pequeñas cosas, el problema es que había pasado mucho tiempo sin engancharme. Y me doy cuenta que de tanto buscarle la vuelta a una situación tan particular, caí de nuevo en el enrosque, sin comprender bien por qué, si es que estaba contento como venía. Y aunque trato de verlo como una nueva oportunidad de alcanzar un anhelo, lo cierto es que tengo un poco de miedo. Pero bueno, ¿quién entiende al corazón? Quizás es hora de tomar el riesgo y echarme a volar.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Una caja

Una caja es: una nave espacial; un auto de carreras; una moto; una canoa en el río; un castillo; un barco pirata; una casa del árbol; un escondite secreto; una cama; un avión; una guitarra; todo lo que puedas soñar... Bueno, al menos así era de chiquitos.

''Con qué poco se divierten los chicos'', nos gusta pensar cuando vemos a un niño divirtiéndose de esa forma que ya nos cuesta recrear. De alguna forma lo añoramos. No deja de escapársenos una sonrisa, al recordar el ''rancho'' que armamos con nuestro hermano o amigo en nuestro cuarto o en el patio.

Hace unos días surgió la idea de escribir algo sobre los abuelos. Me pareció interesante, pero complicado. A mi abuela paterna no la llegué a conocer; mi abuelo materno, al que quería mucho, falleció cuando tenía 3 o 4 años; mi abuelo paterno se fue hace unos 8 años, y nunca tuve una gran relación con él. La mamá de mi mamá sigue siendo joven en un cuerpo añejado, y la quiero muchísimo, pero vive en San Fernando y no la veo seguido. Quizás, si hubiese tenido unos de esos abuelitos adoptados, sería tarea más sencilla hablar sobre ellos. Pero por algo pasan las cosas.

¿Qué imagen tengo, entonces, de los abuelitos? Seguramente es sólo idea mía, pero me gusta pensar que unos buenos abuelitos sonríen a pesar de la artritis o del dolor de espalda; tienen siempre alguna golosina, así como algún piropo que lanzarle a un/a joven simpático/a; podrían pasarse otra vida entera contando historias de lo que vivieron; y si no los vemos corriendo, saltando y bailando todo el tiempo, es sólo lo que se ve en el exterior, porque muy dentro suyo se la pasan de fiesta.

Puedo equivocarme, por supuesto. A lo mejor estoy inventándolo todo porque a mi me gustaría ser así algún día. O a lo mejor lo esconden bien, de forma que no dejemos de sorprendernos el día que tengamos al bebé de nuestro bebé en los brazos. Quizás es tan hermoso que resulta imposible de expresar. De cualquier forma, me parece que lo mejor es seguir creyendo que todo es así, y que la frase que mencioné antes es 120% aplicable a los abuelitos. No veo por qué si al arrancar el día tenemos esa curiosa capacidad de asombro, y aunque la perdamos en las actividades de la tarde, no podemos recuperarla al llegar al ocaso de nuestras vidas.

Siempre me gusto la comparación del paso de la vida con el paso del día. ¿Podrá ser entonces que la caja es en realidad la vida misma, que nos puede llevar a donde soñemos? Será sólo cuestión de recordar cómo soñar... Sin pensarlo dos veces me la juego a que aprender a jugar vale lo suficiente como para esperar toda una vida. Quizás el camino nos enseñe las reglas que habrá que romper para poder viajar en esa caja hacia...

Aunque sea secreto de los abuelitos, quiero creer que las cosas son así. Después de todo, si es cierto que uno aprende a ser hijo al convertirse en padre, supongo que se debe aprender a ser niño al jugar con un nieto.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Un montón de ideas

18 de Agosto.

A primera vista, no parece ser una fecha con nada interesante en particular. Sin embargo, ahora resulta bastante significativa para mí. Hace exactamente un año decidí publicar una de las primeras cosas que escribí. No soy un escritor en serio, ni me acerco, pero este lenguaje me permitió expresarme mucho más de lo que lo había hecho en mucho tiempo.

De alguna forma, al plasmar en palabras algunas confesiones, reflexiones, experiencias, ideas o lo que sea, que muy pocos o nadie conocían de mi, empecé a ser más libre en mi vida cotidiana. Es curioso, y parece mentira, pero de alguna forma el escribir no sólo me deja estar inmerso de a ratos en algún mundo creado por mi imaginación, sino también estar inmerso con más seguridad en el mundo real, que de a poco toma más color y sonrisas. Si bien añoro ciertos momentos en particular, y a pesar de que no dejó de ser un año difícil, como tantos otros, creo que este último año fue el más feliz (hasta el momento) de mi corta vida.

¿Por qué escribo? Escribo porque me hace bien, porque me gusta. Sirve muchísimo para descargar ciertas emociones, para demostrar sensaciones que suele costar describir de forma sencilla. Y de yapa, quizás, y solo quizás, lo que escribo puede llegar a serle útil a alguien que lo lea. Vuelvo a decir, no pretendo ser un escritor. Pero así como no hace falta ser chef para disfrutar de cocinar o comer, creo que no hace falta ser escritor para disfrutar de escribir o leer. Simplemente soy alguien que va madurando de a poco un pasatiempo, si se quiere, que sirve a todos los fines como medio de expresión. Pero estoy contento de animarme a hacerlo.

Escribir y leer son, creo yo, dejarse llevar por ciertos anhelos de nuestra mente y corazón, que se funden maravillosamente con experiencias de la vida real y alguna que otra linda sensación. Es levantarte con el pie izquierdo o irte a dormir malhumorado, y despertarte con el canto de unos pájaros en un campamento o acostarte escuchando la música que más te gusta, todo al mismo tiempo. Es encontrar mil imágenes para una palabra y dibujar con mil palabras una imagen que no pensábamos posible traducir. Es estar en más de un lugar al mismo tiempo: en tu cama, sillón, playa o balcón, y en un desierto del futuro, una ciudad del pasado, o un mundo fantástico sin tiempo. Es recrear esa situación, dolorosa o dichosa, que nos marcó la vida, y la oportunidad de darle un final feliz, si así lo queremos. Es dejar de lado los miedos para atreverse a saltar sin paracaídas o correr por una sierra con los ojos cerrados. Es inventar arco-iris con una mirada y despejar una tormenta con una sonrisa. Es tomar mates y charlar con ESA persona. Es decirle a tu familia (amigos incluidos) que sos quien sos por ellos. Puede ser tan sólo perderse en un montón de ideas, o puede ser, sobre todas las cosas, descubrirse a uno mismo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Una Noche de Sorpresas

Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, una princesita que vivía en un castillo cuidado por un dragón negro. No era como cualquier princesa. Tenía una mirada llena de ternura y su voz y forma de hablar desbordaban de dulzura. Además tenía muchos, muchos amigos, y a cada rato le permitía a algún que otro payaso estar en su castillo para reír juntos y tomar unos mates. Todos eran muy felices en su compañía, pero faltaba algo.

La pequeña era muy exigente consigo misma y siempre demostraba su cariño. Estas cosas no son malas en sí, pero en ocasiones le generaban ciertas situaciones de cansancio o confusión, lo que la afligía. Además tenía muchos sueños, como cualquier joven. De modo que, como cualquier joven, de vez en cuando sentía que su cabeza iba a explotar. Quizás lo que le faltaba era crecer un poco más.

Así es como su familia decidió hacerle una fiesta para que, por una noche, no se preocupara tanto, y no pensara en nada más que en pasarla bien. Sabían que ella deseaba hacer una para reunir a todos sus seres queridos. No sólo su familia, sino también algunos payasos, unas estrellas e incluso un par de ángeles que le tenían mucho afecto, se sumaron a la preparación.

Por varios meses trabajaron y trabajaron para que la fiesta estuviese llena de alegría y color. Finalmente el día llegó. Ella se haría esperar, según la tradición, así que todos estaban ansiosos por verla y saludarla con un beso o un abrazo. Mientras tanto jugaban un poco, reían y conversaban acerca de cómo luciría cuando apareciera. Antes de que se dieran cuenta entró al salón, y todas las miradas se dirigieron a ella. Estaba más hermosa que nunca, y sus ojos brillaban de emoción. ''¡Cuánta gente!'', pensó, mientras sentía que su corazón saltaba de felicidad.

Más bien no fue hace tanto tiempo, y el dragón negro es en realidad un gato. Y bueno, quizás no era un castillo tanto como una casa llena de amor. Pero esos detalles no importan, porque hoy sólo importa esa princesita.

Todos los que hoy estamos acá estamos por vos. Estamos porque no podíamos dejar de estar. Porque cada vez que te vemos nos sacás una sonrisa. Porque no nos deja de sorprender tu sencillez y ternura. Porque nos das abrigo en días de lluvia. Porque nos gusta verte bien y verte crecer. Y es justamente hoy que volvés a crecer y dejás de ser una princesita para convertirte en una princesa. Seguís y seguirás siendo la Pichu, Amy o Aimecita, pero a partir de hoy cumplir tus sueños va a ser una decisión tuya y de nadie más. No te asustes, que vamos a acompañarte en esa aventura. Pensamos que sería lindo empezar cumpliendo este gran sueño de los 15...

A disfrutar, que es tu noche, Princesa :)

¡¡¡Te queremos mucho mucho y te deseamos un re feliz cumple!!!

lunes, 5 de septiembre de 2011

Veinte

Me acuerdo que hace varios años, cuando todavía éramos chicos y era raro saludar a otros varones con un beso, uno de mis mejores amigos en ese momento me comentó que él no tenía problemas en hacerlo, porque así demostraba su cariño, y saludaba a esa persona en caso de que pudiera pasar algo que evitara volver a verla. En su momento me sacudió mucho la idea de no volver a ver a un amigo. Sería que en el fondo sabía que tenía razón. Curioso es en verdad que hace mucho no escucho nada de él.

Hola, ¿qué tal? ¿Cómo andas? ¿Todo bien? ¿Qué contas?
Dale, dale, hablamos. Nos vemos. Chau. Adiós. Hasta luego.
Hasta luego. Siempre me llama la atención cómo usamos este saludo siendo que incluso ciertas veces estamos casi seguros de no volver a ver por mucho tiempo a la persona que saludamos, si es que alguna vez volvemos a verla.

Yo, personalmente, suelo saludar con un hasta luego. Muchas veces no me doy cuenta del profundo significado que tiene la frase. Quizás inconscientemente tengo el deseo de volver a ver a la persona que saludo, o de volver a tener la dicha de disfrutar un momento como el que termina con esas palabras.

Al que quiera intentar entenderme un poquito más, le recomiendo mucho escuchar la ''Canción del Adiós Scout'', una de mis favoritas. Me trae muchos recuerdos. Muchas caras que ya no veo.

Llegó el día del Amigo. Me hace pensar en cada una de esas personas que fueron y/o son muy importantes para mi y de las que hace tiempo no se nada. Así y todo, sigue siendo uno de mis días preferidos en el año. Es un día que mando al carajo todas las responsabilidades que tengo porque realmente sólo me importa poder pasar un rato con los que más quiero, yendo de acá para allá por toda la ciudad a lo largo del día, con tal de dar o recibir un abrazo que vale totalmente la pena.

Hoy no tengo ninguna historia linda, ni mensaje reflexivo para ponerlos a pensar, si es que alguna vez logré eso. Lo cierto es que, cuando puse en marcha este proyecto de escribir algo cada tanto, una de las razones era llevar una especie de diario de mi vida. Así es que siempre pensé en escribir alguna que otra confesión, y eso es lo que hoy leen, si tienen ganas. Por eso, sin más vueltas de las que ya di, termino con la idea que reina ahora mismo en mi cabeza, idea simple, pero que sale del corazón.

Hace algún tiempo me jactaba de tener muchos amigos y amigas. Hoy simplemente disfruto del hecho de saber que los que tengo, son de los buenos.

Sepan disculparme si alguna vez perdemos el contacto. Más allá de mi cuelgue, tengo la confianza de poder saludarlos con un sincero ''hasta luego''. Siempre acompañado de un abrazo fuerte ;)

lunes, 29 de agosto de 2011

La Tercera es la Sonrisa

Se dice que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces. Puede ser cierto, pero también es cierto que a la tercera se puede correr la piedra a un costado, o usarla de apoyo, siempre sin perderla de vista, de tal manera que cuando la volvamos a cruzar, recordemos los tropiezos y sonriamos por superarlos.

Debería estar estudiando, lo sé. Pero por alguna razón me surgió la necesidad de escribir. Es curioso, porque en un momento en el que realmente cada segundo cuenta, me decido a hacer algo que, fuera de sacarme el enrosque que tengo, me muestra una imagen en la que mi cabeza está sobre una mesa y con mis propias manos me revuelvo las ideas. No será la imagen más agradable, sin duda, pero es como me siento de a ratos. Y una situación así explicaría también por qué se me viene partiendo la cabeza desde hace unas semanas. Lo más lógico, sin embargo, es culpar a nuestro archi-ultra enemigo el Sr. Estrés.

Ahora bien, si trato de ser un poco razonable, y dejar los prejuicios de lado, ¿es realmente la culpa de este señor? ¿No es acaso nuestra completa responsabilidad su existencia en nuestra vida? Hasta donde yo sé, nadie nos manda a hacer quichicientas cosas. Entonces, ¿por qué tengo esta tan padecida tendencia? Es una pregunta muy fuerte, ¿verdad? Es una pregunta, además, que me vengo haciendo desde hace varios años, cuando empecé a desarrollar este bizarro gusto por sobrecargarme de actividades.

''Gusto''. Suena raro. Se me vienen los recuerdos de cuando éramos nenes, y sin ir tan lejos también, de la situación en la que casi todos nos hemos visto al escuchar de nuestra boca las palabras ''Me gusta Fulanita/o''. Nunca me terminó de cerrar esa expresión. Desde mi punto de vista se asemeja mucho al ''Quiero tal cosa'', que parece muy posesivo, aunque quizás sea sólo impresión mía. Pero de alguna forma este tema de la posesión creo que es aplicable a mi situación.

Siempre trato de tener posesión sobre mi vida, de realizar tal o cual actividad porque yo así lo decido, controlar mis tiempos, mis medios, mis objetivos, mis anhelos de crecer, y así podría seguir. Y me sigo preguntando, ¿por qué?

Entonces caigo en cuenta que mi problema no es la cantidad de actividades, ya que conozco y admiro a personas que llevan adelante muchas de una forma intachable, sino que siempre me mando alguna. Pareciera que el fondo de la lata tuviera un gran imán que atrajera a mi pie sin piedad. Y aunque trato y trato de salir adelante con la frente en alto y pareciendo más grande de lo que en verdad soy, tratando de verme casi perfecto, cada vez que me equivoco lo sufro. No siempre por el error en sí, aunque debo admitir que me he equivocado muy feo, sino porque el esfuerzo por no equivocarme no tuvo el fruto que yo esperaba. De alguna forma por cada cosa que cierro, me acuerdo de dos pendientes que tengo. Yo intento una y otra vez de asegurarme que no se me pase nada, pero no hay caso.

Y entonces caigo en cuenta. No hace falta no equivocarme, sino que por el contrario, el equivocarme, el meter la pata, el pasar vergüenza o irme al pasto, como quieran decirle, es de mis mejores maestros.

Hace unas cuantas semanas, estando con un amigo en la parada de colectivo que teníamos que tomar para ir a una reunión, a la que ya estábamos por llegar tarde, caí en cuenta que me había olvidado algo importante. Me había acordado de llevar decenas de papeles y cosas, había revisado si me faltaba algo antes de salir de casa, y así y todo, se me pasó ese detalle. Me angustié, porque tuvimos que volver a mi casa, imprimir lo que me faltaba a las apuradas, prácticamente correr a una fotocopiadora, y volver a la parada de colectivo para perderlo, y realmente no me gusta llegar tarde a ningún lado. Por supuesto que por semejante gansada se me fue la angustia enseguida, porque no valía la pena. Pero me quedé regulando en cómo se me había pasado ese detalle. Mi amigo, por otro lado, me dijo ''Está muy bien.'' Yo lo miré sorprendido. ''Si no te equivocás van a pensar que sos perfecto'' y se río. Miré al piso; luego al cielo; repetí para mí mismo lo que dijo, y sonreí.

lunes, 22 de agosto de 2011

Ningún Final Feliz

Él es argentino; ella es francesa; se conocieron en circunstancias más que particulares. En una Navidad de lo más extraña, que él nunca terminó de entender, se encontró por primera vez con esos ojos que lo cautivaron instantáneamente. Siempre fue tímido para hablar con chicas, pero pasada la cena empezaron a charlar, en inglés, ya que él no cazaba una de francés y ella no cazaba una de castellano (y sigue siendo así, según cuenta la historia). Las risas y sonrisas, en un principio, eran causadas por las confusiones entre lenguajes, pero de a poco empezaron a surgir más naturalmente, como si tuviesen en común más de lo que se veía a primera impresión.

Pasaron unos días sin verse, y se reencontraron en un ambiente algo mágico, sin duda un paisaje que no se ve todos los días. Por una de esas causalidades de la vida, estaban ubicados a unos 20 metros de distancia. Siendo precavido para no invadirla demasiado, él se fue acercando a conversar con ella y con sus amigos a medida que pasaban los días. Y esos ojos lo seguían cautivando cada vez más. Mientras tanto, ella se iba sintiendo más y más a gusto en su compañía. Compartieron diferentes experiencias de vida, y sus conversaciones tenían cada vez un tono más dulce.

Una fiesta de magnitudes impresionantes, celebrando una realidad social importante para muchas personas, era la oportunidad perfecta para que él se acercara, quizás para compartir un poco más que sólo palabras y sonrisas (no que eso no fuera lindo ya de por sí). Sin embargo, entre la multitud de gente, la perdió y no la volvió a ver en toda la noche. Ella no hizo tanto más. Volvieron a pasar unos días sin verse, y entraban dudas en sus mentes.

Una vez más se reencontraron, pero ya no quedaba tanto tiempo, porque las circunstancias particulares en las que se conocieron tenían una corta duración. Él intentaba encontrar el momento y la forma de expresarle esos extraños sentimientos, que habían despertado en una forma que nunca había experimentado. Ella no terminaba de entender lo que sentía. De alguna forma, sus amigos se habían dado cuenta de que algo más que una simple amistad se estaba entablando, y sonreían al verlos.

Última noche, última oportunidad. El tiempo parecía jugar en contra, ya que llovía y refrescaba de a ratos, pero la música los ayudó a superar estos impedimentos y bailaron juntos por una, dos, tres horas. Casi parecía que no hubiese nadie más alrededor. Si dos personas en esa situación no sienten una conexión fuera de lo común, nadie sabe bien cuándo pueden sentirla. Se hacía tarde; ella y sus amigos se irían temprano en la mañana, y él también estaba algo cansado después de una experiencia tan intensa. La tomó de la mano y la acompañó, junto con una de sus amigas, a donde tenían que ir a dormir.

''Éste es el momento'', pensaba él, pero algo no le terminaba de cerrar. La saludó con un fuerte abrazo y miró a su amiga, que sí hablaba español. ''¿Me dejará darle un beso?'', preguntó él con un brillo de esperanza en la mirada. Su amiga sonrío y con ternura le respondió: ''Ella tiene novio en Francia''. Y no se puede contar mucho más acerca de esa despedida...

Pasado un tiempo, cada uno de vuelta en su país y en su ciudad, se encontraban de tanto en tanto vía Internet. No habían transcurrido dos meses de haberse conocido que ella había cortado con su novio en Francia. Un buen día se confesaron lo que habían sentido en esas circunstancias tan particulares, pero al mismo tiempo comprendían la situación del otro. Él siguió con su vida, ella con la suya, y sin embargo de vez en cuando volvieron a conversar a través de una pantalla, alegrándose (más de lo que esperaban) al saber algo del otro. Ella siempre lo invita a Francia, y él siempre le dice que algún día irá, pero todos sabemos que en esta vida algunas cosas suenan más sencillas de lo que son...

Disculpen si esta historia no es lo que esperaban, y es que hay una parte triste y una parte linda. La parte triste es que no hay mucho más que contar y que éste no es ningún final feliz. La parte linda, por otro lado, es que no es un final en absoluto.

lunes, 15 de agosto de 2011

Mi Lluvia

Hoy una amiga me hizo acordar de cuando yo era chiquito, que tomaba la sopa y comía la espinaca, porque Popeye era fuerte y yo quería ser fuerte. Me causa gracia porque la fuerza que realmente hace falta en la vida, no viene de la espinaca...

¿Vieron que cuando sale la típica pregunta de si te gusta la lluvia o no siempre hay algún gil que en vez de contestar ''sí'' o ''no'' contesta ''depende''? Bueno, yo soy ese gil. Pero es la realidad. Cuando está más o menos lindo, y la lluvia es más bien una llovizna, algo suave, que casi parece una caricia, simplemente me fascina y me hace sonreír. Cuando hace frío, sin embargo, no puede gustarme la lluvia, o sea, si me mojo tengo más frío y más chances de enfermarme, que no está bueno.

Siempre me gustó considerarme fuerte. En realidad, desde ya hace muchos años en cada oración pido fortaleza para poder salir adelante. Hasta ahora, creo, no me falló. Pero lo raro es, que no me siento fuerte. Yo trato de meterle pata y poner la mejor cara siempre, porque ''no puede ser que la vida se salga con la suya y me deje mal plantado, yo soy más fuerte'', me suelo decir. Bueno, aunque parezca que las cosas no me salen tan mal, lo cierto es que tengo muchos conflictos internos y muchas cuentas pendientes conmigo mismo. ¿De qué me sirve parecer o hacerme el fuerte, si realmente por dentro tengo una tormenta?

Por alguna extraña razón, si bien me encanta poder estar para alguien que está pasando por un mal momento y ser el hombro en que se apoya, me resisto a la idea de apoyarme en algún hombro. Nunca, nunca me gustó llorar. Siempre pensé que no era por el tema de parecer más fuerte, sino porque no quería que las personas que quiero me vean mal. Hoy me lo replanteo... No recuerdo cuando fue la última vez que lloré. Generalmente las ganas de llorar van acompañadas de ganas de romper algo, pero de alguna manera me las ingenio para apretar los dientes, respirar hondo, y no hacer ninguna de las dos. Estoy seguro que en la parte de no romper nada no me equivoco pero, ahora bien, ¿gano algo aguantándome el llanto?

Hoy me dieron ganas de llorar. Me estoy comiendo varios garrones que de a ratos me hacen sentir que todo el esfuerzo que hago no tiene frutos y eso me bajonea muchísimo. Estoy bastante seguro de que el cansancio influye bastante, pero a pesar de tener una cierta seguridad de que una vez descansado, toda esta horrible sensación va a desaparecer, no puedo dejar de pensar que tendría que patear el orgullo, por una vez, y largarme a llorar como un bebé abrazado por un/a amigo/a. Y es que tengo miedo de mojarme, sí, pero de un momento a otro no puedo dejar de estar seguro que mi espinaca en esta vida son mis amigos; no puedo dejar de confiar en que los arco-iris solo salen cuando se está acompañado, no puedo dejar de pensar que mientras aprieto los dientes quizás, y sólo quizás, me estoy perdiendo de alguna caricia que me saque una sonrisa en medio de mi lluvia.

lunes, 8 de agosto de 2011

La Escondida

Básicamente es un juego en el que una persona (la que pierde el ''Terrame'', el ''Pinocho'' o el ''Ta te ti'') tiene que contar ''lento'' un intervalo de números naturales como para darle el suficiente tiempo al resto de los jugadores de esconderse. Una vez que el que cuenta pega el famosísimo grito de ''SAAALGOOO'' todos se ponen nerviosos, e intentan esquivar su mirada para llegar a la casa y sacar ''buena''.



No había muchos juegos que superaran la emoción de acurrucarse en un rincón, o atrás de un auto o arriba de un árbol, y aguantar la respiración para no ser visto. Hacíamos lo posible por no ser encontrados, mientras un salame buscaba impaciente una oportunidad de no volver a contar solo.

Me llama la atención el entusiasmo que ponía por no ser visto, cuando hoy en día algo que pasa mucho por mi cabeza es el anhelo de ser descubierto, de ya no pasar desapercibido. De a ratos, por otra parte, me siento como el salame. Me veo buscando y buscando a una persona en particular, pero parece que es muy buena en este juego de despistar. Estoy como perdido, sin saber con toda certeza a quien ando buscando, pero convencido de que anda en algún lado.

Por allá veo un mechón de pelo, unos ojos o unas zapatillas, pero no alcanzo a reconocer a esa persona. Quizás escucho una voz a lo lejos, como un susurro, o quizás unos ruidos de pasos. Pero al darme vuelta, no hay nadie, estoy solo de nuevo. Alguna que otra vez incluso puede acercarse lo suficiente como para tocarme la espalda y seguir su camino, mientras yo estoy tan volado que no caigo en cuenta hasta muy tarde. La típica es en cierto momento arriesgarse y tirar algún nombre desde un lugar seguro, esperando una respuesta que no llega.

El hecho de tener mil cosas para hacer puede distraer, lo que no termino de saber si es malo o bueno. Pero de una u otra forma siempre vuelve a surgir esta extraña necesidad. Necesidad de una mirada tierna, unas palabras lindas o un abrazo interminable. Necesidad de una compañía en un día feo, una conversación agradable o un beso dulce. Necesidad de encontrar a esa persona que me esquiva con tanto afán, quizás esperando para darse a conocer a que me aleje un poco más de mi lugar seguro. Necesidad de terminar la búsqueda, sonreír por haber disfrutado el juego, e ir a pasar un rato a casa. Necesidad, al fin y al cabo, de encontrar a mi escondida.

lunes, 1 de agosto de 2011

Vientos de Cambio

Una que otra vez, cuando me acuerdo de prestarle atención a las cosas sencillas de la vida, me gusta sentir la brisa del viento mientras camino. Me fascina la idea de que en verdad, esa brisa no es otra cosa que un susurro, que me habla directo al corazón.


Hace más de un mes que no escribo nada. Intenté un par de veces, pero simplemente no me salía como quería. No dejo de preguntarme por qué, por qué siento como un vacío. Al principio pensé que era solamente falta de inspiración, o distracción. Llenarse de actividades y cosas suele distraer, pero creo que hay algo más. Siento que estoy cambiando, de alguna forma.

Uno de los días que empecé a reflexionar me di cuenta que últimamente estoy teniendo muchísimos ''deja vú'' y me llamó la atención, junto con una sensación de que se me estaba viniendo algo encima, algo que no sabía ni sé todavía qué es, pero que iba a marcar un antes y un después. Supongo que estoy pasando por una transformación, una renovación. Pero es muy curioso porque realmente no puedo decidir si es causada por mi propia voluntad o por un capricho de mi inconsciente.

Todo pasa por una razón, no hay dudas sobre eso. Ahora bien, ¿tenemos la necesidad, acaso, de comprender esta razón? Estoy llegando a la conclusión de que no siempre es así, que a pesar de tener la esperanza de que todo se aclare algún día, existe una casi certeza de que no todo tiene una explicación lógica, o por lo menos a la vista de nuestra clase de lógica. Entonces, ¿por qué me enrosco tanto?

Pues, como todo ser humano, tengo innata la naturaleza de cuestionarme a mí y a todo lo que me rodea constantemente. Sin esa curiosidad probablemente no tendría la posibilidad de escribir en una computadora porque no existirían. Sin embargo, tengo una extraña idea que me dice que no es necesario cuestionarse siempre todo, que muchas personas terminan siendo felices al llevar una vida mas bien sencilla, aunque algo ignorante. Son muchas las veces que ésto voló en mi cabeza, y lo cierto es que, si bien me genera curiosidad experimentar por un tiempo el dejar de pensar tanto, no puedo evitar querer, desear, saber más.

Todos los años, de alguna forma, por cada cosa a la que le doy fin satisfactoriamente, surgen dos más. ¿Qué necesidad? ¿Qué necesidad tengo de enloquecerme, de angustiarme por esa horrible sensación de que no voy a llegar con tal o cual responsabilidad? Al parecer, me gusta hacerme sufrir por un determinado tiempo, con tal de jactarme más tarde de lo que logro, si es que logro algo realmente.

Y he aquí mi dilema. Yo creo tener la necesidad de vivir al servicio de los demás, pero cada vez dudo más si lo que hago realmente es por amor al prójimo o por amor a mi mismo, para sentirme satisfecho con lo que hago o dejo de hacer, por intentar ser el ejemplo a seguir de alguien, cuando lo cierto es que al fin y al cabo no puedo poner en práctica mis propios consejos.

Una de las cosas que más dolor me causa es el hecho de que soy soberbio. Perdí ya la cuenta de cuántas veces he tratado de esconderlo, intentando ser humilde, fracasando una y otra vez. ¿Quién soy, sino acaso una persona más? Supongo que ese es el problema. No quiero ser uno más del montón, arde en mi corazón el deseo de marcar una diferencia, de cambiar el mundo...

Ordenando un poco las ideas, una más confusa que otra, me doy cuenta ahora de que el vacío que siento es causado justamente por intentar llenarlo con tanto esfuerzo, queriendo estar pendiente de todo, como si fuese capaz de lograr todo por mi cuenta. Quizás este viento de cambio me quiere indicar que no tengo que, ni puedo, salir adelante solo. Supongo que, a fin de cuentas, de vez en cuando solo debo dejarme caer, con la confianza de que alguien, que quizás se abruma con estos mismos pensamientos, está dispuesto a volar conmigo y sacarme adelante, aclarándome alguna que otra cosa, e intentando cambiar el mundo conmigo.

¿Cuento con vos?

lunes, 25 de julio de 2011

Jugar de a Dos

Estos días me siento cansado. Pero no cansado de sueño, ni de cansancio intelectual de estar quemado. Con fiaca, digo. Al fin y al cabo, no deja de ser cansancio. Puede ser por el hecho de no haber tenido vacaciones, pero no viene al caso. A lo que apunto es a que venía pensando en esto mientras luchaba por no dormirme en el colectivo, y me acordé de algo que me suelen preguntar. Hay muchas personas, en general, que cuando me notan cansado y me piden explicarles lo que hago de mi vida, se sorprenden por las actividades que llevo a cabo. Aunque bueno, a decir verdad, más que preguntarme cómo hago para llevar adelante todo, me afirman que estoy loco. Y la realidad es que, a pesar del cansancio que puedo llegar a tener de vez en cuando, disfruto muchísimo todo lo que hago. Pero eso no es todo, porque lo cierto es que además de plenificarme, mis actividades me cuidan del tiempo libre.

Si bien muchas veces puedo llegar a quejarme, diciendo que me gustaría tener un poco de tiempo libre, en ocasiones no me es tan grato como uno esperaría. Simplemente cuando no tengo nada que hacer, lo único que me queda por hacer es pensar. Y he aquí mi problema, porque en esas situaciones, cuando me pongo a pensar, caigo en cuenta de que me siento solo...

No hablo de la soledad ocasionada por la falta de presencia familiar, ni mucho menos por falta de amistades. Hablo de la falta de compañía afectiva. Así es, puede sonar raro, pero de a ratos siento que me falta una compañera. Alguien con quien compartir las tardes en las que no tengo nada para hacer, tirados en el sillón, viendo alguna peli y tomando unos mates con bizcochitos, con unas caricias de labios, de a ratos. O por ahí solo alguien con quien salir a caminar y charlar, hasta que se largue a llover, y entonces correr a escondernos bajo algún techito y abrazarnos, con frío, pero sonriendo por la magia del momento. Simplemente a veces me surge la necesidad de tener alguien con quien compartir una conversación de mil palabras con tan solo una mirada; alguien a quien contarle todas mis anécdotas sin que se canse de escucharme; alguien con quien compartir silencios, alegrías, llantos, broncas y risas día a día. En pocas palabras, alguien a quien dedicarle todo lo que siento, pienso, digo, canto o escribo...

Después de todo, muchos juegos se juegan de a dos. Y es que si ya es toda una aventura tan solo imaginarla, no llego a pensar lo que me espera al encontrarla...

lunes, 18 de julio de 2011

De Relojes y Sonrisas

Es curioso cómo funcionan los relojes. De alguna forma, el relojero se las ingenia para que quién sabe cuántas tuercas, tornillos y pequeñas piezas se ajusten perfectamente en el diseño y logren funcionar como un todo. Así, cada pieza, sin necesariamente conocer la existencia o la tarea de las demás, actuando por su propia cuenta, llega a darle algo de sentido a algo tan abstracto como el tiempo. Muchas veces me pregunto si nosotros no seremos otra cosa que engranajes en el diseño del Relojero...

Salgo de trabajar y cruzo la avenida para llegar a a la parada de colectivo. Generalmente tengo que esperar cuanto menos 5 minutos hasta que llegue el 541 o el 542, pero esta vez dio la casualidad que, apenas al llegar a la parada, veo al 542 a punto de doblar a una cuadra. Me lo tomo y como de costumbre me fijo si hay asientos por el fondo donde poder sentarme, y ya empiezo a pensar en cómo me voy a quedar dormido antes de llegar a Independencia. Pero no, porque al dar dos pasos escucho una voz que me dice: ''che, flaco''. Me doy vuelta y lo veo al Negro Cristian sentado. Me sorprende porque se suponía que estaba en Tandil, así que le pregunto, y da la casualidad de que justo se pegó una escapadita para conocer al sobrino que acaba de nacer (su primer sobrino). Con la conversación, no solo me mantengo despierto, sino que el viaje se me hace mucho más corto y no me cansa como todos los días.

Llegando a Jara el Negro se bajaba. Yo tengo la costumbre de bajarme en Jara, para pasar por la puerta de la casa de unos amigos para ver si me los cruzo, pero hoy por alguna razón me decidí a bajarme en Marconi. Al bajar y caminar unos 10 metros dio la casualidad de que me crucé a un hombre conocido al que no veía desde hace años. Si bien la charla duró unos diez segundos, fue bueno verlo. Sigo caminando y paso por al lado de un flaco que caminaba con la nena ''a upa''. Tenía cara de preocupado, e iba mirando para todos lados. Yo sigo caminando y, sin querer, escucho de casualidad: ''La puta madre, ¿dónde andará?''. ''¿Qué cosa, papi?'', pregunta la nena. ''Tu camperita, no se dónde se habrá caído''. Sigo caminando y no puedo dejar de notar que el flaco se da por vencido y pega la vuelta para seguir su rumbo. Dos cuadras más adelante, de casualidad, yo encuentro la camperita en la calle y vuelvo trotando unas 4 cuadras para alcanzársela. El flaco, super agradecido y con una sonrisa enorme, me da la mano, y yo no puedo dejar de sonreírle de vuelta.

Casualidades...casualidades...¿casualidades o causalidades? ¿Acaso todo en esta vida es simple fruto del azar? Deteniéndome un minuto a pensar al respecto, simplemente no puedo dejar de creer que, si el colectivo paso rápido, si no me cansó tanto el viaje, si me crucé con un conocido que me entretuvo un momento, todo fue para que yo escuchara al flaco en el momento justo para saber lo que andaba buscando y poder devolvérselo al encontrarlo. Simplemente no puedo creer que todo lo que hacemos, pensamos y vivimos sean hechos o acciones independientes sin conexión alguna entre ellas. Todo, TODO tiene un sentido, una razón, un por qué. ¿Cuál es? Es una pregunta cuya respuesta concreta y completa dudo mucho me sea revelada por lo pronto. Pero no hace falta, porque para Creer en el Diseño, al menos de momento, me alcanza con una sonrisa...

lunes, 11 de julio de 2011

Brillar la Vida

Algo que me gusta de tener que levantarme a la mañana es que, llegando al trabajo, tengo la dicha de poder ver el Sol asomando su rostro, o cerca del horizonte. Puede ser que simplemente yo sea cursi, pero siempre me fascinó ver al mar reflejando el imponente brillo de cada nuevo día. Muchas veces la imagen se complementa con unas cuantas nubes de adorno, que me recuerdan que algo cuyo alcance damos tan por sentado tener a mano, como lo es el agua, puede llegar tan alto.

''Nunca digas nunca'', cantaba un palomo simpático en una película de mi infancia, acerca de un ratoncito que llegaba al Nuevo Mundo. En estos últimos días me vengo dando cuenta de cuánta razón tenía...

De alguna forma, las personas tendemos a dar por sentadas algunas cosas. Simplemente nos acostumbramos. Nos acostumbramos al estudio, al trabajo, a la familia, a los amigos, a los colectivos, a la comida, a la música, al tiempo, a la tecnología, a la rutina. En pocas palabras, nos acostumbramos a la vida. Y me parece que es un error fatal, porque en el momento en que sentimos que nos falta alguno de estos cimientos, todo nuestro mundo puede desmoronarse.

Veo a quienes afirman tener miedo de tomar una decisión por haber olvidado cómo era todo antes de... Escucho a quienes no tienen esperanzas de que las cosas mejoren. Pero admiro a quienes, a pesar de todas las dificultades, siempre ponen la mejor cara y logran salir adelante con voluntad. Yo creo que ser feliz depende de uno, que ver el vaso medio lleno es cuestión de levantarse y decirse a sí mismo ''hoy quiero estar bien'', y aprovechar cada oportunidad.

Hoy fue un día curioso. Por algún motivo, varias cosas que yo daba por sentadas tuvieron una vuelta de tuerca. Me levanté y no tenía sueño; en el trabajo realmente me reí bastante; en pleno viaje de colectivo una mujer se puso a cantar de una forma bastante graciosa; y me dejé llevar por un impulso. Esto último fue lo que más me asombró, porque en los impulsos que yo suelo seguir, generalmente solo pongo en riesgo un poco de salud física, superficial,en busca de una descarga de adrenalina y risa. En cambio, cuando se trata de impulsos en los que dejo vulnerable a mi interior, a mis sentimientos, a mi corazón (se podría decir más poéticamente), me suelo paralizar por timidez o miedo a que las cosas no salgan como me gustaría, y me suelo quedar con la duda de qué podría haber pasado. Pero una conversación que tuve hace unos días me hizo caer en cuenta de que el tren que pierda, quizás no vuelva a pasar. Por eso me arriesgué, y tuve una mejor respuesta de la que esperaba.

''Nunca digas nunca'', escuchaba yo de chiquito, y apenas 15 años después comienzo a comprender. Hoy aprendí que, en lo que se supone que sea un día como cualquier otro, todo puede pasar; que depende de uno quedarse con el cielo nublado, o con el Sol que aguarda detrás de las nubes. Supongo que también depende de uno esperar a que la vida le brille, o ponerle brillo a la vida...

lunes, 4 de julio de 2011

Sonríe al Sol

Escucha el viento; sonríe al sol
Transforma el aire a tu alrededor
Que tus ojos te den alas
Y haz que tus sueños se cumplan hoy


Nunca entendí bien al corazón
pero una chica me lo robó
Mi cabeza no razona;
un solo beso me desarmó

Metí la pata una vez o dos;
el Flaco nunca me abandonó
Aunque parezca una locura:
ser feliz lo elijo yo

Escucha el viento; sonríe al sol
Transforma el aire a tu alrededor
Que tus ojos te den alas
Y haz que tus sueños se cumplan hoy


Unos mates con amigos
y una guitarra me hacen quien soy
No necesito el cigarrillo,
ni la droga, ni el alcohol

Cuando la lluvia me bajoneó
el arco iris me reanimó
Yo sé que el tiempo y la vida cansan
pero mañana será mejor

Escucha el viento; sonríe al sol
Transforma el aire a tu alrededor
Que tus ojos te den alas
Y haz que tus sueños se cumplan hoy

Escucha el viento; sonríe al sol
Transforma el aire a tu alrededor
Que tus ojos te den alas
Y haz que tus sueños se cumplan hoy

Haz que tus sueños se cumplan hoy
Porque mañana será mejor
Haz de tus sueños una canción

lunes, 27 de junio de 2011

Nuevas Esperanzas

De acuerdo con su significado, el origen de la esperanza radica en la espera. Espera de que las cosas mejoren, espera confiada en algo o alguien que nos cuida, espera de que algo (o alguien) forme parte en nuestras vidas...

Siempre me sorprendió el paso del tiempo, o mejor dicho la falta de noción acerca de él. Es decir, de alguna forma, cada vez que termina un nuevo año, nos encontramos un día diciendo ''no puedo creer lo rápido que se pasó''. Siempre pensé al respecto que la única conclusión lógica es que la noción del paso del tiempo está directamente relacionada con el tiempo que uno ha vivido. Así es que cuando uno recuerda los años de su infancia, los más lejanos, tiene la impresión de que ''pasaron volando'', y llega un momento en el que inevitablemente se plantea: ''carajo...si el tiempo se pasa cada vez más rápido, ¿qué changos estoy haciendo con mi vida?''
Es una pregunta que suele rondar mucho en mi cabeza. La mayoría de las veces hago un planteo casi instantáneo y pienso que el proyecto de vida que tengo no está muy desviado de lo que siempre deseé, que las cosas que hago me preparan para el futuro y que solo necesito tener paciencia para que aquello que tanto anhelo llegue, justo cuando menos me lo espero. En pocas palabras, pienso que mi vida está tomando un rumbo correcto.
Por otra parte, suelo cuestionarme si soy yo el que toma las decisiones y marca el rumbo de mi vida, o si es ella misma la que señala el camino por su cuenta. Siento que, si bien en un principio yo escojo comenzar un proyecto con un objetivo determinado, los sucesos inesperados que aparecen en el transcurso me descolocan de tal forma que, para dejar todo en orden, me veo obligado por la situación a acomodar todo, y muchas veces la única salida que tengo no es la que yo prefiero.
Pero la memoria tiene un sentido, y es que nos permite ver en nuestro paso por el mundo que, más rápido o más lento, cosas buenas pasan. Y si bien de vez en cuando estamos tan cansados que nos cuesta observar esto y nos des-esperamos, el truco está en no desear siempre exactamente lo mismo, sino en ajustar nuestros destinos, acorde a lo que vamos aprendiendo y al paso de tiempo que sentimos.
Por eso es que realmente yo no espero nada por mucho tiempo, sino que cada día, cada semana, cada mes y cada año, tomo los anhelos del tiempo anterior y junto con los del presente me los vuelvo a proponer. No mantengo exactamente el mismo objetivo, porque al ser un día diferente y un momento de decisión diferente, éste se re-nutre, se re-plantea, re-vive, re-nace.

Hoy es mi cumpleaños y re-nazco rodeado de las personas que amo. Y estoy dispuesto a esperar un año entero para verlos a todos juntos una vez más, porque hoy los vuelvo a elegir a todos y cada uno. Hoy, con 19 jóvenes años, y Dios quiera muchos más por recorrer, renuevo mis esperanzas...