Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, una princesita que vivía en un castillo cuidado por un dragón negro. No era como cualquier princesa. Tenía una mirada llena de ternura y su voz y forma de hablar desbordaban de dulzura. Además tenía muchos, muchos amigos, y a cada rato le permitía a algún que otro payaso estar en su castillo para reír juntos y tomar unos mates. Todos eran muy felices en su compañía, pero faltaba algo.
La pequeña era muy exigente consigo misma y siempre demostraba su cariño. Estas cosas no son malas en sí, pero en ocasiones le generaban ciertas situaciones de cansancio o confusión, lo que la afligía. Además tenía muchos sueños, como cualquier joven. De modo que, como cualquier joven, de vez en cuando sentía que su cabeza iba a explotar. Quizás lo que le faltaba era crecer un poco más.
Así es como su familia decidió hacerle una fiesta para que, por una noche, no se preocupara tanto, y no pensara en nada más que en pasarla bien. Sabían que ella deseaba hacer una para reunir a todos sus seres queridos. No sólo su familia, sino también algunos payasos, unas estrellas e incluso un par de ángeles que le tenían mucho afecto, se sumaron a la preparación.
Por varios meses trabajaron y trabajaron para que la fiesta estuviese llena de alegría y color. Finalmente el día llegó. Ella se haría esperar, según la tradición, así que todos estaban ansiosos por verla y saludarla con un beso o un abrazo. Mientras tanto jugaban un poco, reían y conversaban acerca de cómo luciría cuando apareciera. Antes de que se dieran cuenta entró al salón, y todas las miradas se dirigieron a ella. Estaba más hermosa que nunca, y sus ojos brillaban de emoción. ''¡Cuánta gente!'', pensó, mientras sentía que su corazón saltaba de felicidad.
Más bien no fue hace tanto tiempo, y el dragón negro es en realidad un gato. Y bueno, quizás no era un castillo tanto como una casa llena de amor. Pero esos detalles no importan, porque hoy sólo importa esa princesita.
Todos los que hoy estamos acá estamos por vos. Estamos porque no podíamos dejar de estar. Porque cada vez que te vemos nos sacás una sonrisa. Porque no nos deja de sorprender tu sencillez y ternura. Porque nos das abrigo en días de lluvia. Porque nos gusta verte bien y verte crecer. Y es justamente hoy que volvés a crecer y dejás de ser una princesita para convertirte en una princesa. Seguís y seguirás siendo la Pichu, Amy o Aimecita, pero a partir de hoy cumplir tus sueños va a ser una decisión tuya y de nadie más. No te asustes, que vamos a acompañarte en esa aventura. Pensamos que sería lindo empezar cumpliendo este gran sueño de los 15...
A disfrutar, que es tu noche, Princesa :)
¡¡¡Te queremos mucho mucho y te deseamos un re feliz cumple!!!
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