viernes, 2 de diciembre de 2011

Dulce Pétalo de Flor

Con o sin miedos, ya no puedo evitar
liberar todo esto que necesito gritar.
Después de tanto tiempo, al fin debo confesar
que cautivaste mi persona, no por obra del azar,
sino con una, dos, tres veces tu hermosísimo mirar.
Y es que si hay mil razones para todo esto negar,
una sola es suficiente para ya no hacerlo más.

Uno aprende a querer la lluvia porque luego sale el sol;
es el agua que alimenta los pétalos de la flor.
De la misma manera, sé que llovió en tu corazón,
y sé que fue culpa mía, me arrepiento con dolor,
no lo dudes, dulce mía, más escuchá mi voz
cuando te digo que, por amargo que fuera aquel llanto,
hoy te encuentro más bella pues floreció mi amor.

Me muero por mandarte un mensaje o llamar;
me muero por sonreírte y correrte a abrazar.
Ya no tiene sentido todo aquel horrible pesar,
porque todo lo que siento me lo hace olvidar.
Nada más importa, quiero el cielo contemplar
con vos junto a mi lado y escucharte hablar,
aunque tan solo me digas que tenemos que esperar.

Eras una pequeña que me admiraba sin razón.
Te convertiste en una amiga que de la lluvia me cuidó.
Ya no sos ni una no otra. Mejor dicho, sos más que las dos.
Generaste una tormenta dentro de mi corazón
y hoy sos la luz de mi vida, de mis días, el color.
No sabía cómo quererte, a lo mejor por el temor,
pero ya no tengo dudas, mi dulce pétalo de flor.

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