martes, 27 de agosto de 2013

Crónicas de un viaje inolvidable (7º día)

Bitácora personal de la Jornada Mundial de la Juventud - Río de Janeiro 2013

   Teniendo en cuenta que pude participar de una experiencia que muchos no tienen la oportunidad de vivir y sumando mi humilde afición a escribir, decidí plasmar lo más significativo con dos objetivos.
   En primer lugar, más allá de que queda todo guardado en el recuerdo, con el tiempo algunas cosas se pueden desdibujar en la inmensidad de la memoria, por lo que con un texto como este, solo debo tomarme unos minutos para tener la posibilidad de volver en cuerpo y alma a esos maravillosos días, recordando cada detalle.
   En segundo lugar, pensaba en todos mis amigos que miraron las pantallas de la televisión o leyeron el diario para tratar de estar un poco más cerca, a la distancia. Publicando el siguiente diario personal de viaje, puedo compartirlo con cada uno y, así, ellos también pueden participar de mi alegría.
   Son notas muy subjetivas, ya que no tengo la intención de presentar una evaluación del evento ni un tour turístico. Sepan disculpar si me voy por las ramas en algunos momentos; resulta que, para mí, los detalles son importantes y permiten pintar una imagen más cercana y personal de lo ocurrido.
   Sin extenderme más, agradezco que te tomes un tiempo para leer las locuras de alguien que no se encuentra solo en su locura.



Sábado 27 de julio de 2013

    Nos levantamos cerca de las 7.30 y fuimos a buscar el desayuno al centro de catequesis. Seguía un poco resfriado. Nos tomamos el metro al centro, para tratar de conseguir el kit de comida de la Vigilia. Como Campus Fidei se había suspendido, se había propuesto a los peregrinos que quisieran hacer una especie de peregrinación por las calles de la ciudad. Sin embargo, como no estaría guiada y sería sólo caminar, preferimos no participar. Fuimos preguntando a diferentes voluntarios dónde podíamos retirar el kit y todos nos respondían algo diferente. Encontramos el lugar siguiendo la ''procesión'' unas cuadras o, mejor dicho, no el lugar en sí, sino que nos topamos con una fila que no parecía tener principio ni fin. Sabíamos que tendríamos que perder varias horas en espera. Volvimos y llegamos a casa a las 10.00 hs, sin kit.




    Nos encontramos con Ale, que nos esperaba, y fuimos a las playas de Ipanema. Ahí pasamos un buen rato e hicimos algunas compras de regalos. Alrededor de las 15 volvimos al departamento para almorzar. Teníamos un sandwich cada uno, pero no nos alcanzó para quedar satisfechos y fuimos a comprar una cheeseburger (suena muy norteamericano pero en Río las llaman así) a la panadería, es decir, al almacén en el que compramos la mayoría de los víveres.

    A las 17.00 salimos para la playa, porque la Vigilia empezaba a las 19.00. Ya estaba todo vallado y estuvimos esperando hasta que pasó el Papa-móvil, pudiendo ver nuevamente a Francisco muy bien y a unos 7 metros. En cuanto se levantaron las vallas, nos ubicamos en la vereda de ondas blancas y negras, cerca de la arena, desde donde teníamos relativamente buena visión de una pantalla.



    Al igual que el resto de las ceremonias principales en las playas de Copacabana, la palabra más adecuada es ''indescriptible''. A pesar de que había personas que dormían, comían, caminaban o hablaban, el panorama general mantuvo un clima de oración. Como siempre, cada vez que sentía ráfagas de viento, sentía al Espíritu recorriendo todo mi cuerpo al respirar profundo, recordando al profeta Elías.

    Como ya dije, no vine a la Jornada con el objetivo de ver en persona al Papa como motivación principal, y sigue sin enloquecerme la idea de verlo de cerca. Sin embargo, mantener un diálogo (porque, reitero, no son sermones sino diálogos) con el hombre es extra-ordinario. Aunque estaba casi a oscuras, intenté tomar nota. Entre paréntesis, para que algunas cosas se comprendan mejor, recuerdo que el lema de la Jornada fue 'Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos'. Presento lo que más me significó a continuación:

''Campus Fidei se inundó para decirnos que ustedes son el Campo de la Fe. Dios nos necesita a cada uno para edificar Su Iglesia, como San Francisco.''

''Hay tres imágenes que ayudan a entender qué es ser discípulo:
-El campo como lugar de siembra
-El campo como lugar de entrenamiento
-El campo como obra de construcción''

   Respecto al primer punto, destacó el valor de ir contracorriente y utilizó la parábola del sembrador.
''Algunas personas vienen y me dicen: 'Padre, yo no soy buena tierra. Tengo espinas, piedras, todo'. Sí, digo yo, ¡seguro! Pero hacé un pedacito, un cachito de buena tierra, y vas a ver cómo germina.''

   En cuanto al entrenamiento, dijo:
''Jesús nos pide que juguemos en su equipo''
''San Pablo escribe en una de sus cartas que los atletas lo entregan todo por una corona que se marchita. Nosotros, entregamos todo por algo más grande. ¡Jesús ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Pero... nos pide que entrenemos.''
''Entrenarse es preguntarse: ¿hablo con Jesús? ¿Dejo que el Espíritu hable en mi corazón? ¿Le pregunto 'qué queres de mí', 'qué querés que haga'?''
''El entrenamiento consiste en la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás. Repitan conmigo: oración, sacramentos, ayuda a los demás.''

   Sobre el tercer punto, dijo:
''Nunca estamos solos. Formamos un equipo. Somos parte de la Iglesia, nos convertimos en protagonistas de la historia.''
''Cada uno de nosotros es una piedra viva.''
''Tenemos que poder decir: 'quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo'.''
''Sean constructores del futuro.''
''No balconeen -quedarse en la perspectiva de un balcón, expectante, sin participar- la vida. Métanse en ella como lo hizo Jesús. ¡Jesús no balconeaba!''
''Y, ¿por dónde empezamos? La Madre Teresa , cuando le hicieron esa pregunta respondió: 'por vos y por mí'. ¡Tenía garra esta mujer! Hoy le robo las palabras y les pregunto, ¿empezamos?''

   Terminó con mucha fuerza diciendo:
''Ustedes son el campo de la fe.
Ustedes son atletas de Cristo.
Ustedes son constructores de la Iglesia.''

    La adoración fue, tal como esperaba y deseaba, el momento más fuerte que viví en todo el viaje. Por momentos sólo podía pensar: ''¡Qué hermoso es Jesús!'' O rezar, como hacía de pequeño con la oración de la Manada (del Movimiento Scout): ''Te doy mi corazón todo entero''. Terminó siendo, a fin de cuentas, el único momento en el que derramé algunas lágrimas y fueron, por supuesto, de alegría. El silencio de los 3.000.000 no fue perfecto pero, aunque es algo que suele costarme, logré hacer silencio interior. Finalizada la ceremonia, miraba de pie hacia todos lados, fascinado al saber que todos los peregrinos que se quedaran a dormir en la playa vivirían una noche diferente. Volvimos al departamento y alrededor de las 22.00 fuimos a comer cheeseburger y salghados (sandwich caliente). Nos acostamos temprano.

    Cerrando los ojos, repasé todo y volví a la adoración. Antes de ir a Río le había contado a unos amigos que la Jornada me iba a hacer muy bien porque hacía tiempo (unos cuantos meses, al menos) que no me sentía de lo mejor. Es curioso... Aún con la certeza de la presencia viva de Cristo en la Eucaristía, tuve que hacer un viaje de más de 2000 km para redescubrirlo en mi propio corazón y, así, aprender de nuevo a amarme.

    ''¿Por qué yo, Señor? ¿Qué tengo yo que ofrecer para que me confíes esta misión? De todas las personas que podrías elegir, seguramente mejores que yo, ¿por qué a mí?'', preguntaba yo en la adoración.

    Él respondió en el silencio de mi sonrisa, el brillo de mis ojos al contemplarlo y las palabras de Francisco: ''Ustedes son el Campo de la Fe''.

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