jueves, 29 de agosto de 2013

Crónicas de un viaje inolvidable (9º día)

Bitácora personal de la Jornada Mundial de la Juventud - Río de Janeiro 2013

   Teniendo en cuenta que pude participar de una experiencia que muchos no tienen la oportunidad de vivir y sumando mi humilde afición a escribir, decidí plasmar lo más significativo con dos objetivos.
   En primer lugar, más allá de que queda todo guardado en el recuerdo, con el tiempo algunas cosas se pueden desdibujar en la inmensidad de la memoria, por lo que con un texto como este, solo debo tomarme unos minutos para tener la posibilidad de volver en cuerpo y alma a esos maravillosos días, recordando cada detalle.
   En segundo lugar, pensaba en todos mis amigos que miraron las pantallas de la televisión o leyeron el diario para tratar de estar un poco más cerca, a la distancia. Publicando el siguiente diario personal de viaje, puedo compartirlo con cada uno y, así, ellos también pueden participar de mi alegría.
   Son notas muy subjetivas, ya que no tengo la intención de presentar una evaluación del evento ni un tour turístico. Sepan disculpar si me voy por las ramas en algunos momentos; resulta que, para mí, los detalles son importantes y permiten pintar una imagen más cercana y personal de lo ocurrido.
   Sin extenderme más, agradezco que te tomes un tiempo para leer las locuras de alguien que no se encuentra solo en su locura.


Lunes 29 de julio de 2013

    Despedirse de Copacabana...

    Era el último día para disfrutar al máximo, así que nos levantamos 7.30 para ir temprano a la playa. El día fue una bendición: no hacía demasiado calor, el agua estaba hermosa, algunas nubes resguardaban del castigo del sol, no había tanta gente y casi no había viento. Nos relajamos y aprovechamos. Algunas parejas de peregrinos nos pidieron permiso para dejar sus pertenencias por un rato. Una de ellas era de Polonia.

Calvito haciendo un pozo
Calvito haciendo un pozo

Con amigos polacos
Con amigos polacos


    Cerca de las 10.30 nos hicieron una breve nota para televisión argentina. Cerca del mediodía, Chelo compró unos camarones y me animé a probarlos por primera vez, lo que es mucho decir, ya que no como nada pescado. Reconozco que me gustaron. También tomamos caipirinha.

Chelo preparando caipirinha
Chelo preparando caipirinha

Tomando caipirinha recién preparada
Tomando caipirinha recién preparada


    Poco después se nubló (tampoco tanto) y refrescó. Compramos lasagna en la pizzería y almorzamos en el departamento. A las 15 fuimos de nuevo a la playa, sólo que esta vez en sentido opuesto a Ipanema, pasando por el escenario de la JMJ. Estaba algo fresco, es decir, como para estar en remera o camisa y no sólo en malla. Además, tenía la piel muy colorada por haberme quemado a la mañana. Tomamos mate y nos sacamos bastantes fotos. Volvimos caminando por la orilla pasadas las 17.00 y contemplamos todo sin poder creer que ya casi era tiempo de irnos.

Se puede ver que yo estaba un poquitito rojo
Se puede ver que yo estaba un poquitito rojo

Huellas en la arena. Siempre caminando
Huellas en la arena. Siempre caminando


A lo lejos, Cristo Redentor al atardecer
A lo lejos, Cristo Redentor al atardecer


    Habíamos quedado en encontrarnos con los seminaristas a las 20.30 en la estación de metro de Cardenal Arcoverde (en Copacabana) para ir a cenar, así que las chicas fueron al departamento a bañarse mientras uno de los chicos y yo fuimos a buscar remeras por la costa. Caminamos mucho, pero finalmente conseguí lo que buscaba. Volvimos al departamento para bañarnos y las chicas fueron a hacer más compras. A las 20.30 no habían vuelto, por lo que salimos hacia la estación de metro. Allí nos encontramos todos para esperar a los seminaristas, que no tardaron en llegar.

    La noche estaba bella. Caminamos un poco y cenamos en un pequeño restaurante. Algunos pidieron bife carioca (churrasco, arroz, fejoada, papas fritas y huevo frito) y otros comimos un plato similar, sin huevo frito y con un filé de cerdo en lugar del churrasco. Tras eso, quisimos brindar todos juntos con caipirinha (y un coco) en un chiringo de las playas de Copacabana. Fue un hermoso cierre del viaje.

De izquierda a derecha: Giu, Caro, Chelo, Vi (yo), Maxi, Franchi, Gusti, Calvo
De izquierda a derecha: Giu, Caro, Chelo, Vi (yo), Maxi, Franchi, Gusti, Calvo


    Compartiendo anécdotas de la semana, reímos y, de algún modo, evaluamos la Jornada. Todos coincidimos en que el pueblo brasilero es muy cálido y expresa una inmensa alegría. Por otro lado, en general, todos estaban muy disconformes con la organización.

    Por mencionar los principales puntos negativos, el sistema de información de los voluntarios no anduvo del todo bien; hubo problemas con muchas acreditaciones; los vallados se cerraban por completo muy temprano y, antes de eso, los pasos de un lado a otro resultaban muy difíciles (si no imposibles), generando mucha tensión; la peregrinación por la ciudad que suplantó la caminata a Campus Fidei podría haber sido guiada con oración y/o animación; los kits de comida para la Vigilia podrían y deberían haberse entregado en más de dos puntos de encuentro; muchas tarjetas de transporte fallaron los días 26 y 27; podrían haberse colocado más tachos de residuos en la playa para la noche de la Vigilia; las tarjetas de comida estaban pensadas para destinar R$15 (quince reales) por comida, pero muchos de los menú del peregrino no incluían bebida y el agua corriente de Río no es potable, por lo que deberían haber tenido un mayor saldo.

    Para hacer justicia con los puntos positivos, la ciudad en general recibió muy bien a los peregrinos; se declararon feriados los días de mayor congestión de los medios de transporte debido a la Jornada; las pantallas en la playa estaban bien ubicadas y el sonido era excelente; hubo buena seguridad (aunque casi no se pidieron credenciales de la Jornada) y se cuidó mucho a los peregrinos; los centros de catequesis fueron numerosos y accesibles a todos; las catequesis contaron con muy buenos oradores; los kits de desayuno fueron muy completos; muchos locales recibieron la tarjeta del peregrino y la mayoría tenía un cartel que lo indicaba; hubo una buena oferta de actividades culturales y shows musicales; y muchas cosas más.

    Así es que comparto que muchas cosas podrían haberse hecho mejor pero, ¿acaso no siempre es así? Aunque quiera ponerme en el lugar de los responsables y del comité de organización, me resulta imposible imaginar de qué manera se puede evitar que se vaya de las manos un encuentro de nada más y nada menos que ¡3.000.000 de personas!

    Ya no se veían tantos participantes de la Jornada y, con la ciudad volviendo de a poco a la normalidad, a las 0.00 uno no se sentía tan seguro en la calle. Saludamos afectuosamente a los seminaristas (que se tomaron un taxi), ya que no los veríamos hasta octubre, y luego volvimos a casa a descansar.

    Antes de acostarnos, empezamos a armar las valijas. Parecía mentira... Estuvimos sólo nueve días, pero todo se sentía tan natural que por momentos olvidábamos que estábamos muy lejos de nuestras familias. Río parecía nuestro hogar. Mejor dicho, la Jornada Mundial de la Juventud ES el hogar de todos los jóvenes del mundo.


    ''Que bien se está aquí'', decía Pedro en la montaña... El sucesor de Pedro recordó esas palabras, agregando el mensaje de Jesús: ''Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos''.

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